martes 04 de marzo de 2014, 12:45h
El oso ruso ha
despertado de su hibernación como superpotencia que comenzó en 1989 tras la
caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética que se
desmoronó más abruptamente de lo que hubiera sido deseable. La transformación
de la antigua Unión Soviética con Mijail Gorbachov hubiera sido más lenta pero
más sólida y previsible.
Sin embargo, el populista Boris Yeltsin se hizo con el
poder tras el golpe de estado que pilló a Gorbachov, precisamente, de vacaciones
en Crimea en el verano de 1991. Una aparente democracia se abrió paso de la
mano de un dirigente político como Boris Yeltsin, más dedicado a la diversión
que al trabajo. El resultado fue una anarquía de poder desintegrado que
sumergió a la poderosa Federación Rusa en una grave crisis institucional,
económica y de identidad. Ahora, la obra de reconstrucción nacional con puño de
hierro a cargo de un inflexible Vladimir Putin se pone a prueba con la
situación en Ucrania.
El escenario de guerra fría es más que un elevado riesgo
no solo para Europa, sino para todo el mundo por las consecuencias
imprevisibles de un enfrentamiento bélico como culminación de un cúmulo de
despropósitos políticos. Todas las partes han apostado fuerte y cada una tiene
sus cartas, entre las que es difícil encontrar la de la legalidad democrática y
la legitimidad política. Es más una partida de hechos consumados con órdagos
que parecen ganadores.
Rusia ha invadido
militarmente, en tiempo récord y sin alardes propagandísticos, la península
ucraniana de Crimea para proteger, dice, los intereses de la mayoría de los
ciudadanos prorusos de la región que no están de acuerdo con los cambios
políticos registrados en Kiev tras la revuelta de la plaza del Maidan que ha
conseguido destituir al presidente Viktor Yanukóvich a través de decisiones muy
cuestionables, en tiempo y forma, de un parlamento con un quórum muy
discutible. No se respetaron los acuerdos del viernes 21 de febrero firmados
por el presidente Yaunkóvich (dictador impresentable pero elegido
democráticamente) y los partidos de la oposición, con el refrendo del Maidan y
la mediación de los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Francia y
Polonia. Ahora, no se respeta la soberanía ucraniana en Crimea. Solo las graves
consecuencias económicas, para unos y otros, nos pueden librar de la guerra.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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