lunes 03 de marzo de 2014, 10:28h
El
Debate del Estado de la Nación de la semana pasada fue como un número capicúa
extendido entre dos R, Rubalcaba y Rajoy. Los dos intentaron servir el plato
que apetecían los votantes de cada uno y. sin grandes diferencias en el aprecio
que a uno y otro les profesan sus votantes, dio la impresión de que se
mantenían como si no hubiese pasado media legislatura. Una observación
tranquilizante para el PP y preocupante para el PSOE. Lo significativo fue que,
mientras los simpatizantes de los populares creen que Rajoy ganó el debate, los
simpatizantes del socialismo se conforman con creer que Rubalcaba no lo perdió
del todo. Pero, para los españoles del común, resulta positiva la impresión de
estabilidad de conjunto que se produce en contra de los agoreros que anuncian
derrumbamientos de nuestro "bipartidismo imperfecto", clave de la vigencia constitucional
y de la prorrogada estabilidad proyectada por los arquitectos de la Transición.
No se ha visto nada, ni en el Parlamento ni en la calle, que provoque dudas
sobre que no solo no ha nacido ninguna nueva capacidad de alternativa fuera del
esquema PSOE?PP sino que ninguna de las minorías en presencia pueda servir ni como
complemento valorable para ninguna fuerza seria de derecha o de izquierda.
El espectáculo
de las minorías ha sido lamentable y su argumentación irreal de la política
garantiza a los españoles que se mantiene la base esencial capaz de darle a un
pueblo lo imprescindible: estabilidad, unidad y paz. El paisaje es como el de
un parque de atracciones en torno a una noria gigante desde cuyas cabinas
pueden contemplar el panorama de conjunto quienes suben y bajan por la rueda de
la historia. Desde la noria se ven frágiles y chatas barracas entre las que
están la casa de los horrores, la tómbola de la suerte, el tiro al blanco, la
tienda de caramelos y las casetas regionales. Los dos únicos colectivos
habilitados para rotar en la noria tienen más fácil pactar entre sí que con los
feriantes de las barracas.
Por ello, en este debate, como en
otras ocasiones, ha resultado explícito que la vida española no tiene esa
expectativa de desbarajuste institucional e inseguridad estacional de otros
países vecinos sino que puede presentar ante el mundo la solvencia que proviene
de que solo hay dos alternativas, a derecha e izquierda, quizá malas por
conocidas pero, en todo caso, mejores que las buenas por conocer. Es verdad que
operan muestras de cansancio, desafección o falta de liderazgo rebajando el
tirón de las fuerzas mayoritarias pero, también es verdad, que la mayoría
absoluta de una gran coalición de ambas siempre sería mejor que el disparate de
la fragmentación y que esta mayoría convenida, pactada o consensuada, nunca
derivaría hacia las muecas anticonstitucionales o contrainstitucionales con que
se adornan unas minorías fronterizas con lo antisistemático.
Basta ver la
franja temática donde la confrontación se atenúa. La ausencia de controversia
profunda sobre la unidad nacional, los compromisos internacionales de defensa,
la emigración, la seguridad y el terrorismo, el europeísmo o el mantenimiento
de los servicios sociales esenciales es tan evidente que la zona áspera de
roce, donde saltan las chispas de la controversia electoral, parece más
mitinesca que fundamental. Esto parece indicar que siempre prevalecerá el gran
acuerdo nacional sobre las rivalidades tácticas y que la fortaleza
institucional seguirá dando a los españoles el sosiego político que necesitan
para soportar las lamentables circunstancias de la crisis y para superarla sin
derrumbamientos estructurales.
Estamos ante
un simbólico número capicúa de la política. Digamos, por ejemplo, el 1221. Los
números 2 significan la zona natural de fricción por las discrepancias
ideológicas, que aparentan ser más voluminosas que las cifras 1. Pero si las
circunstancias aconsejasen cambiar de estrategia y alejar los números de
confrontación y aproximar los de consenso tendríamos un potenciado 2112
doblemente poderoso. En esa perspectiva reside la imagen fiable de España en el
mundo en que vivimos y en el que no parecen estar ni los grupos llamados
"parchís" por el colorido de sus inapropiadas camisetas, ni los nacionalismos
excluyentes y disgregantes, ni los revoltijos del baúl de los recuerdos. En
estos tiempos de programas interactivos, redes sociales y libres comentarios,
no se percibe otro rumor que el de la alternancia o el consenso como únicos
caminos viables para marchar hacia delante. Una mayoría suficiente parece
posible para los populares y difícil para los socialistas. Pero esto es lo que
hay. Lo que es seguro es que en tiempo de borrasca siempre sería posible una
mayoría capicúa y absoluta, institucional y democrática y no una aventura hacia
la nada
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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