Gana el espectáculo, pierde lo demás
martes 25 de febrero de 2014, 09:25h
Que
un empresario de la serie B haya convertido un congreso mundial, reputado por
su seriedad, en la pantomima de negar su mano al Príncipe, porque "no le deja
votar" la independencia, es todo un síntoma. No por la falta de cortesía
elemental del empresario, que ya fue expulsado de un minúsculo partido
independentista por 'friki' (sic), sino porque allí estaban los muchachos de la
tele de la Generalitat
para inmortalizar el hecho. ¿Una mera anécdota?
No,
no fue una mera anécdota. Como no lo fue que una televisión respetable jugase
con su público con una superchería nada menos que sobre el 23-F en la noche del
domingo, con el agravante de que en ella participaron reputados periodistas y
hasta (ex) políticos. Ni lo es el que hoy otra cadena televisiva estrene un programa
reinventando el famoso 'encuentro' entre Carrillo y Suárez, que marcó
formalmente el inicio de la (primera) transición. Hay como un afán de recrear,
desde la ficción y no desde la investigación, el pasado, ahora que estamos a
punto de cumplir los 'cuarenta años tras los cuarenta años', es decir, los
cuarenta años de la muerte de Franco y de la asunción del Rey al trono.
España
entera se muere por el espectáculo, por la anécdota que encanta a las redes
sociales, que son las verdaderas dueñas de la situación, sea cual sea esta
situación. Una reforma del aborto que jamás llegará al 'Boletín Oficial del
Estado' desata pasiones a favor y en contra; una ley de seguridad ciudadana que
estaba destinada a ser tumbada -ya lo ha sido por el Constitucional-provoca
muchas más polémicas que la conveniencia de sustituir al ministro que alumbró
el engendro.
El
miedo a los cambios profundos nos lleva, a todos -comenzando, claro, por
nuestros gobernantes--, a detenernos en lo circunstancial, a ser cómplices del
'pan y circo' con el que voluntariamente nos narcotizamos. A perder el tiempo
en 'ocurrencias' más o menos disparatadas.
Y
ello tiene, desde luego, sus reflejos en el debate sobre el estado de la nación
que hoy ha comenzado hablando mucho sobre muy pequeñas bajadas de impuestos y
muy remotas esperanzas económicas y poco, o nada, sobre reformas que supongan,
de hecho, una regeneración de la democracia pobre que vivimos. Pero no debemos
conformarnos con algo menos que esta regeneración, palabra que implica la existencia
de algo de degeneración y utilizada por el Rey Juan Carlos en su último mensaje
navideño a los españoles. Y, desde luego, desoída, o ignorada, por una clase
política que sabe que ha llegado el Gran Cambio, que tiene que llegar, y por
eso mismo se aferra, en sus debates parlamentarios, al 'más de lo mismo en
medio de la nada'. Mientras esto dura y los muchachos de la tele sigan dando el
espectáculo, pues vida y dulzura...