Trae febrero la buena noticia de que han
descendido en enero los accidentes de tráfico con víctimas mortales respecto a
los años anteriores. Pero, sin embargo, en enero y, en el plazo de 16 días, del día 14
al 30, mueren cuatro poetas magníficos: el argentino Juan
Gelman, el mejicano José Emilio Pacheco, el sevillano Fernando Ortiz y el
extremeño Félix Grande. El 14 de enero, falleció en México Juan Gelman. Nació
en Buenos Aires en 1930, hijo de inmigrantes judíos ucranios. A los 15 años, iluminado por la gracia de
Stalin, se alistó en la Federación Juvenil Comunista. No se suele decir que el
comunismo es nieto del judaísmo del mismo modo que no se habla mucho de que el
cristianismo es hijo del judaísmo. Por tanto, el viaje desde Yavhé, el dios de
sus padres judíos, a Stalin, el padrecito comunista, es más lógico de lo que, a
simple vista, parece. El comunista
Gelman, como tantos comunistas, por ejemplo, fue un lector apasionado del
místico san Juan de la Cruz. Mística cristiana y mística comunista son
hermanas. En 1973 Juan Gelman ingresó en la organización terrorista Montoneros.
El golpe militar de Videla, que tan terrorífica dictadura trajo, lo sorprendió
a Gelman en el extranjero. En 1976 los
militares secuestraron a su hijo, Marcelo, y a su mujer embarazada. El hijo y la
nuera de Gelman murieron asesinados por la dictadura. La nieta de
Gelman fue dada en adopción y criada por un policía uruguayo. El poeta recuperó a su nieta cuando ella tenía ya 11
años. Gelman vivió en el exilio entre
las ciudades de Roma, Madrid, París, Nueva York y México, donde ha fallecido.
En 2007 Gelman recibió el premio
Cervantes. Un soberbio volumen de 1300 páginas, publicado por Seix Barral y espléndidamente
prologado por Julio Cortázar y Pere Gimferrer, agrupa su Poesía reunida 1956 - 2010.
El domingo 26 de enero, falleció en México el
poeta y narrador José Emilio Pacheco, a quien felicité en Alcalá de Henares el
día que recibió el premio Cervantes. Al estrechar su mano pensé que en un año, de cuya fecha no quiero acordarme,
publiqué en Pamplona un folleto - que ahora no puedo consultar - titulado Poesía mexicana contemporánea. Este
folleto reúne a unos 20 poetas mexicanos del siglo XX, y creo
que no incluí a José Emilio Pacheco. La vida es, por lo general, caótica e injusta y, por aquellas lejanas
fechas, en que leí a no menos de cien poetas mexicanos, no guardo memoria de
los poemas de Pacheco. Casualmente, unas dos semanas antes del fallecimiento de
Pacheco, extraje casi al azar el volumen El
cuento hispanoamericano en el siglo XX (III), en edición de Fernando
Burgos, y el primer cuento, titulado La
reina, era - y sigue siendo, claro - de José Emilio Pacheco. Leí el cuento
y me pareció espléndido. He leído varios artículos - entre ellos, uno maravilloso, de Elena Poniatowska - sobre
José Emilio Pacheco y todos hablan de su infinita humildad. Estos artículos dan
la impresión de que están hablando del humildísimo papa Francisco I. Y es que no lo puedo entender:
¿cómo, siendo tan humildes, han llegado tan arriba? Del papa Francisco ya
sabemos que, de joven, fue portero de discoteca, un trabajo fantástico para
aprender a controlar los codazos y empellones de los chicos más aguerridos que, luego, pueden llegar
incluso a arzobispos. Un libro de poesía
de Pacheco: No me preguntes cómo pasa el
tiempo. Es la pregunta que todos nos hacemos a partir de los 30 años.
El 28 de enero falleció en Sevilla el
excelente poeta, ensayista y articulista Fernando Ortiz. La noticia de su
muerte fue para mí un auténtico mazazo. En el magnífico libro Vieja amiga Fernando Ortiz recogió los
poemas desde su primer título (1978) hasta Postdata
(1999). Tuve con él encuentros muy felices y en el ya desaparecido Colegio
Universitario de La Rioja le organizamos una memorable lectura de poemas con el
salón de actos abarrotado de público.
También la noticia de la muerte de Félix
Grande, acaecida el 30 de enero, me ha dolido muchísimo. Por el inmenso afecto
que siento por Fernando Ortiz y por Félix Grande, también magnífico poeta - es
autor de Blanco spirituals (Cátedra),
entre otros libros - , flamencólogo, guitarrista y espléndido recitador de sus
poemas, debería dedicarles a cada uno, como mínimo, una tesina de licenciatura.
Resistí estoicamente, como recomienda Séneca, las muertes de Juan Gelman, José
Emilio Pacheco y Fernando Ortiz. Pero, cuando me enteré de la muerte de Félix
Grande, ya me cabreé. Mandé al diablo al estoicismo senequista, miré al cielo,
como miran al cielo los labradores después de una pedregada y, como coincidió que me iba acordando de
estas muertes cuando cruzaba delante de una pastelería, entré y compré una bandejita de pasteles. ¿No se ofrecían
pasteles a los muertos en algunas culturas? Invoqué a los muertos que han caído
por la patria desde Atapuerca hasta hoy y alivié mi dolor con unos pastelitos
de crema, de nata y de manzana, que rima, oh espléndidos poetas, con hasta mañana.
Sexo,religión y fútbol para hacer reir al
lector en los 'Cuentos reunidos', publicados por Pigmalión, de nuestro
colaborador Ramón Irigoyen