La
diversidad de las reacciones ante los anuncios que hace la llamada
comisión de verificación sobre el estado de cosas con ETA me recuerda,
salvando, claro, todas las distancias, a la multiplicidad de conteos
sobre las veces que la
infanta Cristina respondió 'no sé', 'no me
acuerdo' a las preguntas del juez
Castro. Menudo follón.
Son, desde luego, apenas dos ejemplos en lo inmediato, pero que reflejan
el lío global en el que se desempeña (¿y se despeña?) este país
nuestro. Lo va usted a comprobar en el inminente debate parlamentario
sobre el estado de la nación: hay versiones para todos los gustos sobre
todas las cuestiones, incluyendo sobre los datos teóricamente objetivos,
y cada cual cuenta la película según su papel en ella, o según la
comodidad de la butaca desde la que la contempla. De manera que la
película acaba no pareciéndose en casi nada al original. Vamos, que
esto, definitivamente, es una jaula de grillos.
Cuando
falta la información constatable comienzan el rumor y la especulación.
Verá usted: he escuchado hace pocas horas en una tertulia asegurar que
es ETA, así, directamente, quien paga a la famosa comisión internacional
de verificación. Y hace pocos días leía una 'filtración' -en realidad,
fueron varias y ni siquiera coincidentes-- de las penas que el fiscal
Horrach había pedido para
Iñaki Urdangarín y para sus socios en el feo
asunto Aizoon y compañía. Pues déjeme, amable lector, que le diga que,
en primer lugar, dudo mucho que la banda del horror sea quien paga -si
es que alguien paga-a los verificadores. Y, segundo, sé positivamente
que el fiscal Horrach no ha hecho petición alguna de penas, porque aún
se encuentra comenzando a redactar su escrito. Ya digo: son apenas dos
ejemplos recientes, pero habría más, muchos más. Y es que aquí hay mucho
apresuramiento, demasiadas tomas de posición 'a priori', excesivas
banderías, topicazos a manta y pocos análisis objetivos. Podría
resumirse diciendo que una de las causas principales de todo ello es, en
suma, una grave falta de dirección política palpable en quienes
precisamente deberían dirigirnos.
Y
es que, voy a repetirlo de nuevo, esto es una jaula de grillos, a cuyo
ruido, ocasionalmente ensordecedor, a veces contribuimos también los
medios de comunicación, a los que, para colmo, esos mismos que adolecen
de falta de dirección política se gozan en señalarnos como culpables.
Asumiendo autocríticamente la parte de culpa que me corresponda, tengo
que decir que el espectáculo de desorden, confusión de mensajes,
ausencia de programa, peleas internas y falta de liderazgo que
contemplamos en partidos políticos, sindicatos e instituciones resulta
tan preocupante y evidente que lo extraño es que los medios no
desbarremos aún más de lo que ya que nos pautan para que lo hagamos.
Yo,
por mi parte, pido sinceramente perdón por lo que pueda haber incurrido
como partícipe en la inmensa barahúnda nacional: seguro que unos gramos
de responsabilidad me caben. Pero me parece, y resulta conveniente
resaltarlo ahora que viene ese debate sobre el estado de esta nación
nuestra, que, entre todos, debemos exigir y exigirnos un poco más de
claridad, acuerdo y orden, que es, al fin, el ingrediente básico para la
seguridad jurídica y para la buena marcha de eso que hemos dado en
llamar 'marca España'. Que es algo que, entre unos 'affaires' y otros,
no anda demasiado bien, me temo.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>