El realismo político como fuente de corrupción
miércoles 12 de febrero de 2014, 07:51h
¿Por qué aparecen casos individuales, centrales o
periféricos, de corrupción? ¿Cuáles son
los fundamentos que utiliza el poder para alejarse de la ética social y la
moral individual? ¿Por qué se practica
la impunidad?
Para los realistas políticos la moral es despreciable. El
enfrentamiento entre ideal y realidad se resuelve con el triunfo del interés,
tanto privado como colectivo. No existe eticidad como suma de la realidad y la
moralidad. O lo que podríamos llamar moral realizada.
Así, nos encontramos que el realista político practica la
realpolitik, sustentando los intereses concretos, por ejemplo privados, y
observa con naturalidad el hecho de llevarse a casa dinero público.
Se justifica la corrupción desde el realismo político, de
espaldas a la ética social, para conseguir otros fines de poder, a veces como
excusa, otras como garantía de éxito. Por eso la mayoría de los ministros de
Napoleón eran corruptos o los personajes más cercanos a Julio César.
Desde la realpolitik desde el punto de vista colectivo, con
mejor discurso pero igual de amoral, se defiende hacer la vista gorda en
relación a la ablación, al genocidio o la tortura, para variar la
Ley Orgánica del Poder Judicial -tal como
propone el PP-, porque los intereses diplomáticos de España están por encima de
los derechos humanos de los ciudadanos de otros pueblos.
La política internacional es el mejor caldo de cultivo para
aplicar el realismo político y darle la espalda "justificadamente" (entre
comillas, insisto), a la ética social y a la moral individual.
Del mismo modo puede justificarse, taparse o disimularse en
una rueda de prensa la corrupción, alarde de impunidad, en beneficio del
realismo político de un bien superior como es la estabilidad de la
organización, del gobierno o del país.
Los realistas políticos practican la amoralidad por razones
privadas (corrupción), de praxis política (realismo propiamente dicho) o
tratando de evitar peores consecuencias (impunidad).
De este modo el realismo político lleva a los dirigentes a
corromperse, a defender la impunidad o a alentar la praxis de espaldas a la
ética social. Una doble moral a la que nos tienen acostumbrados.
Por eso se impone una revolución moral que recupere la ética
social y envíe a los realistas políticos al basurero de la historia. Como decía
Hegel, entre realidad y moralidad, la moral realizada.
@AntonioMiguelC