Entre la ingenuidad y el cinismo
martes 11 de febrero de 2014, 13:34h
Los antiguos hablaban del estrecho margen que tenían los barcos para
pasar salvos entre la roca Escila y el remolino Caribdis. La ingenuidad y
el cinismo podrían ser los dos monstruos marinos que devoran a quienes
navegan en las aguas de la vida social. De los dos peligros, la
ingenuidad suele llevarse por delante a los barcos pequeños, a las
personas individuales; el cinismo, por el contrario, siente predilección
por hundir los barcos grandes, los proyectos colectivos.
En cierto modo, ingenuas fueron las personas que se hipotecaron más
allá de sus posibilidades para comprar una vivienda, en muchas ocasiones
confiando en la asesoría de quienes les daban los préstamos. Cínicos
fueron estos últimos, al introducir de manera sistemática datos falsos
sobre ingresos irregulares de los solicitantes del préstamo para que el
programa de la entidad bancaria validara la operación, y sus jefes, al
fomentarlo. Los primeros, con su ingenuidad, se buscaron su ruina. Los
segundos, con su cinismo, nos han traído la ruina a todos.
Cuando, el pasado jueves, leí que la señora Cospedal afirmaba que el
próximo congreso del PP en Andalucía va a ser «el más democrático de
ningún partido en Andalucía» tuve la sensación de que no se trataba de
la afirmación de una ingenua. Ese día toda la prensa hacía referencia a
que el nuevo líder del PP de Andalucía será el que diga el presidente
Rajoy. En unos periódicos se decía designado, en otros ungido, en otros
elegido, pero en todo caso designado, ungido o elegido por Rajoy.
Dice Adam Przeworski que una condición de la democracia es la
incertidumbre sobre el resultado de la elección. Quizá desde ese punto
de vista se pudiera considerar democrático el nombramiento del nuevo
líder de los conservadores andaluces; al fin y al cabo, a las horas en
que escribo esta columna todavía hay bastante incertidumbre sobre por
quién se decidirá Rajoy, pero tengo todas las dudas de que Przeworski se
refiriera a ese tipo de incertidumbre, y más dudas aún de que la señora
Cospedal sea una lectora empedernida del excelente politólogo de origen
polaco.
Lo cierto es que la señora Cospedal puede decir estas cosas porque
los mayores dadores de crédito en nuestro país se lo dan sin pedirle
ningún tipo de avales. La misma prensa que puede destruir la reputación,
el crédito, de una persona sobre la base de un rumor infundado, o de
una confusión malintencionada, acepta como algo natural que sea un
hombre el que elija a todos en su partido, en lugar de ser todos los que
elijan a uno. Lo elijan por delegados o en primarias, abiertas o
cerradas, por voto telemático o con paloma mensajera.
Es justo que a un partido que se considera democrático se le exijan
los procedimientos más limpios y participativos; y que pague con su
crédito si no los cumple a rajatabla. Pero sería bueno para nuestra
sociedad que no convalidáramos cínicamente el carácter democrático de un
partido bajo el sobreentendido de que todo el mundo sabe que no lo es.
Porque es ese cinismo el que está destruyendo nuestra vida política.