La vida se cruza en todas las vidas. En las de las críticas literarias, por supuesto. En las de los escritores también. Y en la de esta pobre columnista, por supuesto.
A ver: no
les pienso contar mi vida, que, realmente, no tiene el menor interés, aunque
daría para varias novelas de las que más me gustan, muy british -o muy
francesas- en las que parece que no pasa nada. Y vaya si pasa. Por activa, o
por pasiva, pero pasa. Pero no se trata de eso: se trata de un fenómeno raro de
lectura, el estrago.
A mí, lo que
más me gusta en este mundo es leer. Lo cuento en esta columna todas las
semanas. También le gustaba a Madame Bovary, y a la Bella del Señor, y a ellas
les llevó al adulterio, y a mí, pues no. Y anda que no me he comido novelas
rosas. Con membrete y sin membrete. Y me encantan. Y anda que no he disfrutado
con sus adulterios, es decir, con la narración de sus adulterios, y sus penosos
finales, y con la mejor de todas, que no leía novela rosa que se sepa, Anna
Karenina.
Si, estoy
dando rodeos. Todo, para echar un piropo -envenenado- -o no- a una novela
verdaderamente repugnante. A ver: no como novela. La estoy leyendo, me da un
asco espantoso, por lo que cuenta, me digo a mi misma que no hay nada
obligatorio, que no tengo por qué seguir leyendo a ese personaje odioso -el
personaje, no el autor- que al final me interesa muchísimo menos que Enma o que
Anna, que tiene un mundo -repulsivo- que se pasa cerca de Londres -ni siquiera
en el margen de Madrid- y con el que nunca tendré, aunque pasara lo peor, nada
qué ver. (Es que me suicido, vamos!) Bueno: pues no puedo soltarla.
Se puede
leer en el estrago? Nunca he sido
partidaria, la verdad. El placer de la lectura es complejo, mucho más que el
erótico seguramente. Más cerca de la vida que de el amor, cae la desgracia y el dolor, como cae la
felicidad (pocas novelas buenas se hacen con ella) y cae la aventura, y entre
las aventuras, caen las palabras que son el gran secreto, Las palabras. A veces
no hace falta argumento, ni personajes -viva la modernidad de los setentas- a
lo mejor con unos buenos cotilleos puedes recuperar el tiempo perdido, y por
ahí irían mis propias novelas, mis propios siete tomos.... Cae la ferocidad y cae
el crimen, y toda la sangre está en las novelas. Y la miseria, y la riqueza, y
los pasos abismales de una a otra: para arriba, y para abajo. Y el heroísmo y
la cobardía, y la traición, y los que se convierten en cucaracha, que no es
solo cosa de Gregorio Samsa.
Bueno: Lionel Asbo, de Martin Amis. Insoportable e insoltable. Publicada, como todo Martin
Amis, por Anagrama. El tal Asbo es lope, lo peor. Un tipo indescriptible (No,
no es verdad, Amis lo describe minuciosamente!!!!), de pura violencia absurda y
estúpida..... y, como en el rizoma de Deleuze,
no puedo evitar pensar en sus dos pittbull -a mi me van los perritos pequeños,
mi caniche y mi snauzer- criados a base de tabasco y cerveza (los suyos, no los
míos!)..... el sobrinito quinceañero que.... y su madre (de Asbo, no del
quinceañero) viuda cuarentañera a la que él decide prohibir el sexo.... con lo
que le gusta.... y no te cuento con quién le gusta..... Dijo Nicola Barker, en The observer que "es de principio a fin
la novela que nos merecemos". Mira, no sé lo que habrá hecho Nicola Barker,
pero yo no. Yo no me la merezco.
Y sin
embargo, no puedo soltarla. Un asco, la verdad.