viernes 07 de febrero de 2014, 09:35h
Me quedé con un regusto muy amargo después
de ver "El lobo de Wall Street", dura película sobre la condición humana dentro
del desmadre financiero de los últimos años. En este caso, a diferencia de otros
filmes más descriptivos de las operaciones financieras desde dentro, como
"Margin call", de J.C. Chandor, o "Wall Street" de Oliver Stone, Scorsese nos
muestra la lujuria victoriosa, la orgía sin descanso, el desenfreno que
acompaño a aquellos años en los que era posible ganar cada día más dinero que
el anterior. En el filme de Chandor observamos la falta de escrúpulos de los
tiburones financieros para cargar al presupuesto público sus desvaríos. Los
lobos del beneficio sin límite chantajean a la Reserva Federal con el colapso
absoluto de la economía si no se solucionan sus deudas. Al final pagan los
impuestos de los ciudadanos. Los de siempre. El argumento nos suena si pensamos
en los últimos rescates de las cajas. Sobre todo con las preferenciales de Bankia. Claro que en
ambos casos el flotador se echaba para salvar los patrimonios de los bancos, no
los ahorros de los clientes vilmente engañados. Unos continúan adelante y otros
se quedan en la cuneta desnudos y amargados, sin ninguna reparación moral o
económica, salvo que los jueces digan otra cosa.
"Wall Street", de Oliver Stone, retrata la codicia
por dentro. Esa sensación de poder que el valor del dinero, más allá de su
posible intercambio por mercancías, significa. Refleja con una inteligencia
suprema, al estilo de la prosa económica de Galbraith, el sometimiento de los
valores humanos al hedor del imperio de la avaricia. Gordon Gekko representa la
sombra del capitalismo sin alma. Incluso, en algún momento, Stone pone el gesto
del diablo en el rostro de Michael Douglas. El dinero es la tentación que
arrastra a un hijo a traicionar el corazón de un padre que se debate entre la
vida y la muerte.
Scorsese, con el personaje de Jordan Belfort y su
grupo de insulsos agentes de bolsa, a los que la coca y las anfetaminas vuelven
verdaderos lobos, representa la orgía de excesos que bullía debajo de las
operaciones financieras. El lujo sin fin, la destrucción interior, un hedonismo
aposentado en la locura, la violencia de las drogas, depredar sin piedad los
ahorros de pobres gentes que caen en sus garras, son las
escenas que predominan en este filme que tiene momentos en los que dan ganas de
vomitar. La estafa, el egoísmo, la traición, la maldad son las semillas que un
capitalismo amoral siembra en los campos fecundos de la vida. La verdad es que
si se ven estas tres películas de una sentada, a uno le dan ganas de irse a
vivir a otra galaxia. Quizá a una en la que el homo sapiens no sea la especie
dominante.