jueves 06 de febrero de 2014, 08:02h
Allí se reunieron gentes de todas las Españas, políticos
convocados por centenares hasta juntarse dos mil de ellos, figurantes
profesionales acostumbrados a festejar el poder acumulado en sus equipajes de
mano. Se saludaron con la cortesía
aprendida en tantos años de oficio, atendieron con la aplicación debida las
proclamas de sus jefes, aplaudieron cuando convenía y regresaron después
puntualmente a sus hogares. Se fueron de Valladolid y no hubo nada. Los inocentes
que esperaban algo más de una concentración tan espectacular, se embarcaron de
vuelta con las mismas dudas apuntadas en su agenda personal. Ya en casa,
interrogados por los suyos, explicaron
que fuera del PP no había nada y celebraron las críticas rabaneras a Rubalcaba.
El resto de los ciudadanos, votantes o no del Partido Popular, maleados por la
crisis, aun nos preguntamos: ¿qué hay de lo nuestro?
Es muy posible que la moralina repartida por Rajoy,
acompañada del buen lechazo que se cocina en aquellas tierras, haya
reconfortado a la militancia popular, pero el común de los mortales hemos
asistido a los festejos mortificados por la Cuaresma anticipada que don Mariano
decretó para todos nosotros. Poco o nada se ha dicho en la Convención de los
gravísimos problemas sociales que padecemos, una estrategia previsible ideada
para acaparar rendimientos publicitarios y evitarse compromisos políticos.
Tampoco se sintieron motivados los dirigentes de PP por la proximidad de las Elecciones Europeas. A
nadie, que no sean ellos, preocupa la identidad de los candidatos populares o la
cabecera de su cartel, pero a muchos nos gustaría saber qué modelo de Europa
pretenden, que proyectos llevarán a la cámara comunitaria y quién será el
político europeo al que apoyaran para presidir el gobierno de la Comunidad
Europea.
El catálogo de asuntos pendientes reclamaba un debate intenso
que finalmente no fueron capaces de afrontar, simplemente parecían comparsas invitados en un montaje que solo
pretendía apretar las filas y atajar deserciones. Se volvieron sin solucionar
las discrepancias con el sistema actual de financiación autonómica, regresaron
sin resolver las dificultades planteadas por la nueva ley de educación o el
copago hospitalario, cerraron el maletín sin reclamar las competencias que la
reforma administrativa recorta a los ayuntamientos y se olvidaron de preguntar
por la rebaja fiscal anunciada por
Montoro. Desandaron lo andado, en definitiva, sin analizar siquiera la
genética histórica que diferencia a los unos de los otros.
En los cenáculos políticos se escudriña entre lo dicho por si
hubiera algo que a todos se nos ha pasado, pero nada se ha encontrado para el
recuerdo, ni un solo titular que guardar en los archivos de nuestra memoria
periodística. Callaron los que venían criticando el retroceso social
enmascarado en la nueva ley del aborto, cerraron la boca los afectados por las
algaradas callejeras y en silencio se mantuvieron los aznaristas que pretendían
una vuelta al espíritu fundacional del PP. El incremento dramático del paro, el
descenso paulatino de las posibilidades electorales del partido y el desapego
creciente de una parte de sus militantes, recientes malas nuevas, abran rebajado seguramente tanta euforia; pero
en aquel fin de semana todos parecían encantados de conocerse.