jueves 30 de enero de 2014, 08:13h
Desde que el diario El Mundo
salió a la calle, muchos amigos, sobre todo de izquierdas, no entendían mis
opiniones sobre el trabajo y el personaje. Y así ha seguido siendo hasta hace
incluso pocos días.
Tuve el privilegio de
trabajar a sus órdenes durante nueve años, privilegio y calvario al mismo
tiempo. Pero aprendí cantidad. Aprendí muchas cosas que no se debían hacer - él
las hacía -pero muchas cosas, muchas cosas más de cómo ejercer este oficio del
periodismo sin casarte con nadie, por ejemplo y también lo difícil que resulta
a veces navegar por las turbulentas aguas en las que el poder, sobre todo el
político, nada como un pez. Me despedí de él diciendo que era un cabrón, pero
un cabrón muy necesario en el oficio..
Durante ese tiempo en Diario
16, se podía dar el caso de que apareciera un editorial escrito por Pedro J. en
el que se decía blanco y un análisis firmado por mí en el que afirmaba justo lo
contrario. Jamás me censuró una coma.
"Hemos visto como trabaja
Pedro J. sin dinero. Veremos hasta donde llega con dinero", dijo un alto cargo
de la administración de Diario 16 cuando fue defenestrado como director. La
redacción hizo entonces una asamblea en la que se aprobó - no por aplastante
mayoría - una declaración en la que se pedía al editor Juan Tomás de Salas que
reconsiderase su decisión que venía acompañada por presiones del poder político
y por una chispa cuando en Diario 16 apareció un editorial contra el entonces
ministro socialista Jorge Semprún. De nada sirvió la petición de la redacción.
Le acompañó Alfonso de Salas y junto con dos o tres personas se inició la
salida de un nuevo periódico cuyo cuerpo redaccional estaba integrado
mayoritariamente por antiguos trabajadores de Diario 16. Y el periódico lo
comenzó una crisis, mas empresarial que redaccional, que le llevó a la tumba. Los
primeros meses fueron muy duros para ellos, pero la trayectoria de ese
periódico - que se aliaba con un poder para atacar a otro -y el éxito
alcanzado, responde a la pregunta de aquel directivo.
Cuando en 1997 apareció aquel vídeo miserable hecho por miserables, nadie daba un mes por Pedro J. en la
dirección. Todos los profetas se equivocaron. Nos equivocamos. No conozco
ningún hombre público capaz de sobrevivir a aquellas imágenes. Él lo hizo y,
además, se llevó por delante a algunos.
Enemigos, a miles, ha sabido
crearse y parece que al final han podido con él, pero han tenido que pasar
muchos años mientras ha ejercido su peculiar manera de hacer periodismo y de
enseñarlo. Y al poder no le gusta esa manera de trabajar en este oficio.
Como he dicho al principio,
trabajar con él fue un privilegio y un calvario, pero aunque ha pasado mucho
tiempo, le conocí lo suficiente como
para poder asegurar que, no se desde que tribuna, o incluso desde no se sabe
que periódico, existente o por aparecer, aunque esto último es muy difícil en
los tiempos que corremos, tendremos Pedo J. para rato.