343 cabrones frente a la prostitución
lunes 27 de enero de 2014, 08:11h
Hace
poco más de un año, el diario
levantino 'Las Provincias' informaba
de una llamativa oferta de trabajo
que uno de sus redactores
había visto pegada en
infinidad de farolas del campus universitario valenciano. El texto de la oferta estaba
condensado en 5
palabras, repartidas en apenas 2
líneas, que rezaban así: "Trabaja ya. Curso de prostitución profesional".
En
letra mucho más pequeña, el anuncio concretaba
un poco más la oferta y advertía que el precio del curso era muy asequible (100 €, creo recordar), y
advertía de que era,
además, necesaria una formación previa tanto "teórica como
práctica", que incluía nociones de historia de la prostitución, de la dimensión personal
del negocio, así como de la
legislación que afecta a la
actividad de la prostitución en
España. En el temario de
formación de tan antigua
actividad, no podía faltar
tampoco, el conocimiento de El Kamasutra,
verdadera biblia de quien pretende adentrarse
en este submundo; los gustos posturales de los potenciales clientes; los
materiales y juguetitos ad hoc, etc.
En
el precio del cursillo se incluía todo el material necesario, y la seguridad
que los convocantes tenían en el
incipiente negocio era tal, que
ni siquiera ponían límite horario a las clases teórico-prácticas. Porque eso sí, el
curso terminaba con clases
prácticas que mostraban
a profesores y alumnos que la
capacitación estaba conseguida y que -al
parecer de la empresa convocante-, a partir de ahí se abriría para
los alumnos todo un mundo de oportunidades, porque "este trabajo permite conseguir mucho dinero
rápido y fácil".
Nada
más lejos de la verdad ese
horizonte lleno de rosas que
quienes manejan el negocio de la
prostitución ponen delante a las mujeres (sobre todo son ellas las que ejercen) o a hombres que se
decantan por este camino como fórmula de acabar con la
dura jornada de quien cada día tiene
que acudir 8 ó 10 horas a atender a administrados, detrás de un mostrador,
a limpiar escaleras, oficinas o domicilios, o de quien tiene que permanecer
horas y horas de pie, atendiendo a clientes en un
bar, en un comercio ,
supermercado o gran almacén, por poner solo
algunos ejemplos de actividades de miles, millones de españoles que, gracias a Dios, no han pensado
siquiera en buscar
en la prostitución una alternativa
posible a su dura y anodina forma
cotidiana de subsistencia.
Si
quiere conocer algo más y mejor las distintas aristas del problema, puede acercarse
a un libro que publiqué en 2008,
y que ya he citado en estas páginas
electrónicas alguna otra vez, Prostitución: vidas quebradas (Imagine ediciones, que ahora va a reeditar
Huerga&Fierro), después de
una exhaustiva investigación, y
concluí en que esa vida
de prostituta no es ni tan fácil,
ni tan lucrativa como los
prostituidores prometen. Para
ellos, sí que lo es, sin duda, pero no para
quienes caen en sus redes. Y ello, independientemente de la
situación legal, más o menos restrictiva, del país en donde
hayan acabado por ejercer la
actividad.
Se reabre el debate
¿Prostitución,
sí o prostitución, no? Al norte de los Pirineos
ya se ha desatado la polémica
porque el gobierno de Hollande
quiere imponer multas
entre 1500 y 3000 € a los clientes que se acerquen a
requerir los servicios de las y los
profesionales del sexo.
Ha tomado partido
en el asunto
un grupo de intelectuales franceses, a través del llamado 'Manifiesto de los 343 cabrones',
que publicaba en su número de noviembre
la revista 'Causeur'. En
él, reivindicaban el derecho inalienable, dicho llanamente,
a "ir de putas".
Al Sur,
entre tanto, pensamos que es mejor no crearse problemas, dejar las cosas como están, dejarlas pasar, en lugar de enfrentarse a ellas y
después, Dios dirá.
Como el avestruz, creemos que
si no miramos el problema, no
existe. Y, sin embargo, cientos de
miles (repito, cientos de miles) de
mujeres en España están en la calle, en
pisos, en macroprostíbulos o,
simplemente, detrás de un móvil,
ofreciendo sus servicios sexuales a cambio
de unas decenas de euros.
A
esto, sencilla y llanamente se le
llama prostitución, es decir, venta del
cuerpo a cambio de un estipendio,
más o menos libremente fijado por el
mercado. Y ésta, "mercado", es la palabra clave, a
mi modesto entender. Se comercia con el cuerpo de la mujer del mismo
modo que se hace con
una pierna de cordero, un perfume
de marca o un par de calzoncillos. Eso es lo que defienden, sobre todo, empresarios
propietarios de locales, chulos
y clientes. En Francia,
representados por estos 343
"cabrones", como ellos mismos se
autodenominan.
Los
clientes abogan por la
legalización en nombre de la libertad.
Pero también la libertad
ha servido, a lo largo de la historia,
para cometer las más grandes barbaridades, excesos y abusos, por ejemplo, para imponer el esclavismo. Y la actividad
de la prostitución, sin duda, es una forma moderna y
sofisticada de esclavismo.
Libertad
de qué, muy bien; libertad, para qué, también
perfecto; pero libertad, a costa
de qué,... La prostitución, quiérase o no, y en
regímenes legales permisivos o
restrictivos, ya sabemos que no va a dejar de existir, pero ni el Estado, como forma
global de organización social, ni el individuo, pueden ni deben propiciar con su conducta
la extensión ni el
asentamiento del fenómeno por el
cual unos seres humanos abusan sexualmente de otros, a cambio de una
cantidad de dinero, aunque esa
transacción mercantil sea ejercida por
personas adultas y consentida por
ellas.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
|
|
|
|