Que a
Mariano Rajoy los
periodistas no le gustamos, ni siquiera aquellos que se muestran más proclives
a él, y a los que ocasionalmente invita a visitarle en La Moncloa, es un hecho
probado. El presidente no entiende este negocio de la comunicación, sabe que no
es mediático, creo que tiene medida su (escasa) dosis de carisma y se refugia
en aquello de que es un hombre previsible -no lo es tanto-para eludir
cualquier tentación de ceder un titular a los chicos de la prensa. Ocurrió con
su entrevista televisada el pasado lunes en A3, donde lo único resaltable fue
lo que nunca debió decir, por aquello del respeto a otro de los poderes de
Montesquieu: que la
Infanta Cristina, cuya declaración inminente ante el juez
provoca náuseas en La Zarzuela, es inocente, que "le irá bien".
Luego tuvo una comparecencia parlamentaria destinada a no hacer historia sino
entre los exégetas bíblicos y, por fin concluyó una semana muy cargada en
Barcelona, donde cerró la convención del PP catalán, tan débilmente liderado
por
Alicia Sánchez Camacho. Pero tampoco ahí logró traspasar la barrera del
sonido. Le quedan dos oportunidades.
Lo primero que hay que hacer
es elogiar el hecho de que, trasladándose a Cataluña, discurseando al final de
una 'cumbre' del PP catalán, asegurando que, mientras él sea
presidente, ni habrá referéndum ilegal ni esta autonomía será independiente,
Mariano Rajoy haya agarrado el toro por los cuernos, aunque ni sepa darle muletazos
al bicho, ni banderillearlo, ni usar bien el estoque, cosas todas que, en
cualquier caso, están vetadas en territorio catalán. Hasta ahora, al menos. Porque
ahora, Rajoy parece haberse acogido a la 'vía Cameron' para tratar
los asuntos relacionados con la independencia de un territorio. Es decir,
cambiar las pautas fiscales y de financiación, explicar las desventajas que tendría
separarse de resto del territorio nacional y utilizar la 'solidaridad
europea' para advertir a la Generalitat de los riesgos de quedarse sola
en ese territorio de nadie en el que la UE no te ampara y el euro, tampoco.
Veremos el resultado. Porque,
diga lo que diga Rajoy, y lo diga con el tono tajante con que lo diga, la
verdad es que sí hay riesgo de que se produzca una consulta, ilegal, o
plebiscitaria enmarañada en unas elecciones, en Cataluña. Y, aunque fuese un
referéndum en urnas de cartón y sin las mínimas garantías oficiales, claro que
una victoria del 'sí a la independencia', aunque fuese simbólica,
sería algo malo, muy malo, para los intereses de los catalanes, creo, pero
también para los de todos los restantes españoles. Así que Rajoy, y todos
nosotros, debe prepararse para ganar cualquier consulta, aun de cartón, que
pueda producirse en territorio catalán este 2014 que ya se ve que viene lleno
de nubes, pero con sus correspondientes claros.
Rajoy tiene al menos dos
oportunidades inmediatas, en la convención nacional de Valladolid la semana
próxima y en el próximo debate sobre el estado de la nación, para dejar de
desesperarnos por su inactividad, para confirmarnos que está pasando a la
ofensiva. No solamente en lo que respecta a Cataluña, claro, aunque el problema
creado por su cuenta y riesgo por Artur Mas está impregnándolo casi todo. Y
confío en que también escuchemos decir al líder de la oposición,
Alfredo Pérez
Rubalcaba, que está dispuesto a volcarse en acuerdos de alto voltaje con el
Gobierno, le cueste lo que le cueste en las filas de su partido, que, de todas
maneras, ya no cuenta con él como futuro candidato, me parece.
Pedirle a Rajoy que cambie, que
utilice mejor los medios de comunicación, que sea más atractivo para las masas,
me parece tarea inútil, que nos llevaría, por tanto, a la frustración. Exigirle
otras maneras de gobernar me parece una prerrogativa de los ciudadanos. No se
trata solamente de encerrarse en 'cumbres' con los suyos o de
escenificar un macrodebate parlamentario que, en el fondo, debe plasmar el
entendimiento con Rubalcaba que parece que ya está claro en múltiples contactos
telefónicos -y no solo telefónicos, seguramente--. Una vez más, es preciso
insistir en que el hombre que ostenta tan considerables dosis de poder tiene
que poner, ahora más que nunca, toda la carne en el asador. Yo, por mi bien,
prefiero darle aún un voto de confianza al mejor Rajoy que fue a Barcelona a
colocarse ante los dardos de Mas. Aunque fuese sin enseñar ese 'plan'
que dice que tiene para contrarrestar el ímpetu independentista del maquinista
mesiánico empeñado en estrellar su tren contra las estructuras 'de Madrid'.
-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>