viernes 24 de enero de 2014, 13:42h
Vamos a
prescindir -en la medida de lo posible- de que el otro protagonista se llame
Miguel Blesa y fuera el jefe de Caja Madrid en momentos claves, amigo de Aznar y todo lo que se quiera añadir.
Y vamos a prescindir de los algunos antecedentes digamos "conflictivos" del
juez Elpidio José Silva al que el TSJM ha decidido abrir juicio por posible
prevaricación en el caso que nos ocupa. A Blesa le hemos escuchado poco y al
juez, después de ser apartado del caso, se lo han rifado las cadenas de
televisión para que dijera todo lo que quisiera. Y el problema es que el juez,
lo ha dicho. Ha dichos muchas cosas y muy graves antes, durante y después de
este parto. Y eso que todo juega a su favor menos una cosa; juega a su favor
ser un juez hasta ahora desconocido, enfrentarse a un poderoso millonario del
que salen fotos escasamente atractivas de sus cacerías, haber tenido el "valor"
de mandar a la cárcel por dos veces a un banquero sin que le temblara el pulso
mientras una sociedad en plena crisis y
cabreada con toda la razón por los turbios negocios de las cajas de ahorros,
aplaudía este gesto. Incluso tiene el juez a su favor el ambiente creado por la
cantidad de correos y mensajes que se han hecho públicos revelando los apaños,
posibles corrupciones y desde luego el juego sucio de mucha gente importante
con lo que entonces era Caja Madrid. Al juez Elpidio, además, le ha jaleado una
buena parte de los medios llamados progres y, no sé si por falta de experiencia
o porque él es así, se ha dejado seducir y ha entrado en lo que nadie debe entrar
y menos que nadie un juez: decir de entrada que de ese tema no puede hablar
para luego terminar hablando largo y tendido de ese tema con opiniones
personales que eleva a categóricas y comentarios muy duros contra el propio
ámbito en el que él está, la Justicia,
lo cual, una vez desaparecido Garzón, le ha convertido en la nueva estrella a
seguir. Todo eso es lo que tiene a favor y una única cosa la que tiene en
contra: la Ley; esa misma Ley que también contempla la actuación de los jueces
y que en los últimos años ha apartado de la judicatura a Garzón y Gómez de
Liaño. Y es la Ley la que ha decidido abrir juicio oral con Elpidio José
Silva.
No entro en quién
puede tener razón, en las muchas verdades que haya podido denunciar Silva y en
algunas obsesiones que le persiguen. Afirma que hay una conspiración contra él
y que no es más que la cabeza de turco, el aviso que se envía a todos sus
compañeros para que no se metan en determinados asuntos como él se ha metido.
La guerra de Elpidio ya no es con Blesa sino contra todo el sistema que le
utiliza, según él mismo, como el inocente que ya está condenado para que la
corrupción siga su curso y el resto de jueces no osen seguir sus pasos. Si esto
fuera exactamente así, mañana mismo habría que abandonar este país. E insisto
en que parte de lo que dice Silva puede ser cierto, pero al extralimitarse
tanto en sus declaraciones conspiranoicas, esa parte de verdad queda fatalmente
difuminada.
Seamos serios; al
juez Elpidio José Silva se va abrir juicio oral por varias cosas muy concretas
y algunas muy técnicas: por reabrir un caso que él mismo había sobreseído
provisionalmente sin motivar en absoluto semejante decisión y sin que hubiera
nada nuevo que lo modificara; por el envío a prisión a Blesa -dos veces, la
segunda incondicional- lo que provocó una auto muy razonado de la Audiencia
Provincial en contra de la medida; por solicitar pruebas -como los correos de
Blesa y otras- que afectan a derechos fundamentales mediante una
providencia-que no requiere explicación alguna- y no un auto en el que debe
justificar y explicar su petición sobre todo cuando se trata de asuntos
amparados, como he dicho, por derechos fundamentales. Y aun se podrían añadir
otros temas y basta leer el auto del instructor, Jesús Gavilán,
magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Y eso es también la Ley
a la que deben someterse banqueros y jueces.
El caso Blesa continúa instruyéndose por otro juez y el
caso Silva se verá en su momento y un tribunal dictará la sentencia que considere
oportuna. Pero tan malo es elevar a los altares a banqueros como a jueces y tan
peligroso condenar a priori a jueces como a banqueros por el hecho de serlo.
Aquí es la Ley la que debe imponerse en un caso y en otro. Lo que no creo que
ayude mucho a Silva es querellarse contra el instructor de su caso cuando el
encargado de recoger doscientas mil firmas para hacerlo ha sido el ex presidente de Cantabria, el
incontenible Revilla. Quizás había formas menos espectaculares y más serias; o
no y soy yo el único que cree que Revilla ha perdido los papeles entre pizarras
y aplausos facilones.