Siento
mucho no estar de acuerdo con las tesis dominantes, según las cuales la vida
privada de los personajes públicos nunca debe hacerse, valga la redundancia,
pública. A esa privacidad se ha aferrado el presidente francés,
François
Hollande, para no comentar su 'affaire' con una conocida actriz, Julie Gayet.
Un asunto cuya revelación ha provocado, además del revuelo consabido, que la
hasta ahora compañera presidencial,
Valerie Trierweiler, haya tenido que ser
hospitalizada. Y estoy en desacuerdo con las tesis dominantes, y con lo alegado
por el propio 'Romeo' Hollande, porque niego la mayor: no es un asunto privado.
Claro
que no adopto ninguna posición moralista, sino de pura eficacia política.
Porque una situación de engaño amoroso exige una dedicación extraordinaria por
parte de quien engaña y una minimización de la presencia, incluso en el
protocolo, de la parte engañada. De manera que me parece perfectamente
procedente, primero, la publicación de un asunto que tiene connotaciones en la
actividad de alguien de la relevancia del jefe del Estado de un país como
Francia, obligado a hacer horas extras en la clandestinidad, que siempre es insegura.
Y, segundo, me parece completamente pertinente la pregunta del periodista que
quiso interesarse por si la señora Trierweiler sigue o no siendo la primera
dama del país, máxime cuando Hollande debía viajar a Washington dentro de unos
días, en principio acompañado de su pareja (oficial). He asistido, a lo largo
de mi carrera, a algunos desajustes de protocolo en viajes oficiales de
mandatarios: recuerdo uno, a Indonesia, de
Felipe González, en el que, a última
hora, su mujer,
Carmen Romero, no pudo o, más bien no quiso, asistir. Esta
ausencia sentó como una patada en Yakarta, que se llenó de carteles en los que
podían verse los rostros del presidente
Suharto y su mujer, el de González...y
un cartón vacío, correspondiente a la esposa del jefe del Gobierno español. Una
pequeña 'vendetta' de los servicios de protocolo indonesios.
En
España, es la verdad, hemos sido tradicionalmente comprensivos con la vida
privada de nuestros mandatarios, aunque cierto es también que los altibajos
-vamos a llamarlo así-nunca llegaron a la categoría de los que protagoniza
alguien en estos terrenos tan activo como Hollande. Ciertos colegas
anglosajones me reprocharon, en su momento, no haber informado de algún
capítulo sentimental de algunos de nuestros políticos, considerando que tales
capítulos eran relevantes para la marcha de los asuntos políticos del país.
Creo
que quien representa a los ciudadanos debe tener un techo y unas paredes de
cristal, haga lo que haga. Porque lo que no está claro es oscuro. Por eso
mismo, yo hubiese publicado lo de Hollande si hubiese tenido la exclusiva. Y si
me hubiese atrevido, claro, que el brazo del poder es largo, incluso aunque ese
poder, como es el caso, no tiene una excesiva estatura.
-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>