Estamos
tan acostumbrados a verlo en películas, que ya no extraña presumir, que alguna
mano negra todopoderosa, mueve los hilos de la actualidad en cada país o en
cada circunstancia, para que se resuelvan los problemas o se agraven, según convenga.
En el caso de España, estamos viviendo en los últimos meses un verdadero
aluvión de noticias contradictorias con un protagonista tan indeseado como
lúgubre y malicioso; el terrorismo.
Desde
la derogación de la doctrina Parot. (La "doctrina Parot" es el
nombre habitual con el que se conoce la jurisprudencia establecida a partir de la sentencia del
Tribunal Supremo de 28 de febrero de 2006, una resolución al recurso presentado por el
miembro de la organización terrorista ETA, Henri
Parot) y la consiguiente excarcelación de presos etarras a la
última puesta en escena, el pasado sábado, de los que viven del terror y
comulgan con él, acompañados de comparsas y palmeros que les hacen la ola, todo
es un macabro recorrido por el llamado escenario de la paz, para justamente
hacer lo contrario; la guerra.
Qué la filosofía del PNV está más cerca del fanatismo etarra
que de la lógica que viven otros partidos políticos ya no llama la atención de
nadie, como no llama la atención que muchos de sus dirigentes hayan aparecido
día si día también como voceros de los abertzales y, en ocasiones hayan ido
mucho más allá de lo que se presume en un partido democrático. La ambigüedad
del Partido Nacionalista Vasco es tanta, que la opinión pública se pregunta, si
no tendrá ocultos intereses en que nunca se acabe con la banda de asesinos de
ETA. Algo así, como lo que pasaba muchos años atrás, en Italia, con la Mafia y
los gobiernos de turno.
Cabe preguntarse que papel jugarían unos y otros, abertzales
y nacionalistas, en un escenario de paz, donde las únicas armas posibles fueran
la palabra y el juego democrático, con el respeto total y absoluto a las
Instituciones que amparan la Constitución. Probablemente fuera tan mínimo el
compromiso con la paz y tan débiles los argumentos a esgrimir, que pasaran
relegados a un segundo plano de cualquier actualidad y dejaran de tener protagonismo.
Es precisamente por ese protagonismo, por lo que un supuesto partido que
repudia la violencia se junta con los violentos, un partido que propugna la
paz, y se llena de ella en sus proclamas, se pone del lado de los que matan,
probablemente para que ETA no desaparezca del todo y con ella, lo que
representa para muchos, vivir del cuento en la política, mientras otros les hacen
el trabajo sucio.
La manifestación del pasado sábado en Bilbao tenía un
objetivo claro; seguir dando apoyo a una banda de asesinos, para que el
protagonismo de unos y otros no se acabe nunca, mientras las víctimas se
sienten cada vez menos amparadas y protegidas, quizás porque esa mano negra que
mueve los hilos de las intrigas de Estado que vemos en las películas, sigue
teniendo interés en que ETA no se apague.
Ismael Álvarez de Toledo
Periodista y escritor