Siempre pensé -algo tendrán en ello que ver mis
ancestros-que existe como una voluntad de desentendimiento entre quienes
se empeñan en mantener el 'oficialismo' españolista y la 'idiosincrasia'
vasca, vamos a llamarlo así. Es un fenómeno peculiar que, no nos equivoquemos,
creo que tiene poco que ver con lo que ocurre entre los catalanes y el resto de
los españoles, si es que resulta posible generalizar, algo en todo caso siempre
peligroso en cuestiones tan fluidas. Puede que la actividad asesina de ETA
durante medio siglo haya pervertido los datos del problema, pero temo que la
cosa es más profunda. Que nadie se enfade conmigo, pero una sociedad que en
parte acepta algunas parcelas de la doctrina de Sabino Arana como un dogma ha
de analizarse con una lupa muy cuidadosa. Y, cuando en la otra parte, se deja
primar a los sentimientos sobre la frialdad cerebral, el conjunto del panorama
se agrava. Y lo digo de entrada: todo mi respeto y mi cariño para las víctimas.
Pero no son las organizaciones de estas víctimas quienes deben o pueden dictar
cómo han de proceder los gobiernos.
Hoy, pienso que los vascos tienen, como representación, a un
Gobierno y a un máximo gobernante llenos de sentido común y de prudencia
(compare usted, sin ir más lejos, con los tiempos luctuosos de
Ibarretxe). Censurar,
como he escuchado, que el lehendakari actual,
Iñigo Urkullu, se manifiesta de
ideas republicanas es lo mismo que pedir que los de Bildu se proclamen de
afinidades democristianas, por poner ejemplos distintos y distantes. ¿Acaso
alguien esperaba que el presidente del PNV fuese hoy un fervoroso monárquico? O,
situándonos en otro plano, ¿era pensable que desde Ajuria Enea se aplaudiese
una operación policial inexplicada como la que condujo este miércoles a las
detenciones -de dos abogados, entre los restantes-de Bilbao? Han
faltado explicaciones desde Interior, para no hablar ya de los fallos a la hora
de anunciar la redada. Y eso, claro, produce perplejidades en los sectores más
sensibilizados de la sociedad vasca, que ansían avances, y avances se han
producido, hacia una paz duradera. Pero avances sin excesivas imposiciones,
porque, en el fondo, todos saben que ETA ha sido ya derrotada y que nada ha
conseguido a cambio: ¿a qué viene proclamar, contra la evidencia, todo lo
contrario?
Claro que apoyaré siempre las acciones para desmantelar los
restos de terror en mi Euskadi. Cómo no. Pero, a continuación, he de decir lo
mismo que se dijo desde Ajuria Enea: espero que operaciones como esta de 'Jaque',
quede bien explicada. Elogiar la lucha antiterrorista sin más consideraciones no
basta, y puede ser hasta contraproducente. Puede generar un 'efecto
boomerang', lo mismo que algunas actitudes absurdas a la hora de criticar
a un juez por no impedir una reunión legal como la de Durango -los excarcelados
de ETA no nos gustan a nadie, pero son portadores de derechos ciudadanos como
los demás-o a un tribunal internacional, nada menos que el de Derechos
Humanos, porque su sentencia contra la 'doctrina Parot' nos resulta
inconveniente. No podemos permitir que se generalice la sensación de que no se respetan
los postulados de un Estado garantista de Derecho porque 'no conviene'
a los intereses de ese Estado.
Por eso titulo este comentario con un 'se equivoca
usted, señor ministro', desde la humilde opinión de alguien que, como yo,
no se adorna con más títulos que haber observado -y un poco, muy poco,
sufrido-- la pelea contra el terror durante los últimos cuarenta y cuatro años.
Jorge Fernández, el titular de Interior, puede creer que solamente con el palo,
sin zanahoria ni flexibilidad, se acabará con el problema --y, además, se
ganarán votos 'por la derecha'--. Pero lo cierto es que el problema
ya está acabado hace tiempo: el terrorismo ha dejado de figurar, dice el CIS,
entre las preocupaciones de los españoles. Y hasta aseguran que un próximo
comunicado de la banda del terror y del horror certificará, de alguna manera,
esta defunción, a la que habremos contribuido, señor ministro, todos, incluso
quienes, como yo, no compartimos algunas de sus estrategias, qué le vamos a
hacer. Al menos, ya digo, mientras no me las expliquen mejor.
-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>