viernes 03 de enero de 2014, 09:02h
Soy
de las que creen que cualquier problema es una oportunidad para mejorar. Creo
que las crisis nos hacen mejores. Nos permiten cuestionarnos todo, quitarnos el
confort de encima e innovar. Nos ayudan a cambiar aquello que no funciona.
Resulta claro que estamos atravesando un periodo de transformación profunda,
inmersos en un mundo cada vez más conectado. Las redes no solo cambian nuestros
hábitos de ocio, de consumo, de relación. Están cambiando nuestras mentes,
porque nos está haciendo pensar de forma diferente, y para tener éxito las
empresas necesitarán nuevas formas de organización y de gestión.
El
individuo cobra un protagonismo nunca visto y es capaz de movilizar por sí solo
a buena parte de la sociedad. Hoy tenemos una opinión pública mucho más
formada, alimentada por una ciudadanía cada vez más consciente de sus derechos
y de las posibilidades que ofrece una democracia abierta. Los ciudadanos,
conscientes de esta realidad, asumen su propio liderazgo y manifiestan su
inquietud sin censuras.
Resulta
imposible ahora acallar la voz de los que utilizan las redes para expresar sus
ideas, denuncias o deseos. Tenemos dos opciones: ignorarlas o prestar atención
a ellas. En esta disyuntiva, escuchar supondrá hacer un esfuerzo, tomar
decisiones y ejecutar planes dirigidos a corregir posibles desviaciones.
Ignorar, significará dar un portazo a ideas y propuestas que pueden contribuir
a la mejora y el desarrollo de nuestra sociedad.
Esta
misma situación la vivimos en el mundo de las empresas. Tenemos que escuchar si
queremos que nuestra marca siga siendo atractiva, adaptar nuestros productos al
mercado y crear un estilo de empresa donde nuestros empleados puedan dar lo
mejor de sí.
Cuando
fundé Inforpress tenía 23 años, mucha ilusión y dos carencias: la falta de
experiencia y la falta de contactos. A veces los déficits pueden convertirse en
tu mejor aliado. La obsesión con la que hemos crecido todos estos años ha sido
nuestro compromiso con el conocimiento. Buscábamos libros y experiencias que
todavía no existían. Por eso decidimos investigar y aprender haciendo de la
mano de nuestros clientes. Esa fase por la que muchos empresarios han pasado,
debe evolucionar ya que hoy, sin la ayuda de los equipos, será imposible
sobrevivir.
La
escucha, como base de cualquier acto de comunicación, resulta clave para poder
resolver todo aquello que no funciona. Internet nos da la gran ventaja de poder
escuchar lo que dicen de nosotros, de nuestras empresas, de nuestras marcas, de
nuestras decisiones, buenas o malas. Tenemos una gran oportunidad que no
debemos desaprovechar y, ante esto, solo cabe una opción: ser valientes y
ejercer el liderazgo de forma consecuente y transparente.
Este
contexto implica grandes cambios de actitudes y comportamientos. Los jefes
pasan a ser líderes y éstos pasan a su vez a compartir ese liderazgo con el
resto del equipo. Es lo
que yo llamo la era del "micropoder", la era en la que el poder ya no se
concentra en una sola persona sino que se diluye y toma forma en el equipo, las
personas, los verdaderos guardianes de la marca y la reputación.
Pero
el cambio no es sencillo, más aún cuando resulta acuciante la necesidad de
evolucionar en un contexto empresarial tan adverso, competitivo y exigente.
Traspasar la zona de confort en la que muchos se sentían plenamente
satisfechos, es más difícil aún en plena recesión. Debemos encontrar las
razones para acometer con valentía los cambios, superar las creencias
limitadoras del miedo a fracasar, así como buscar apoyos y aliados. Para dar
todos estos pasos, qué mejor que contar con nuestro equipo como apoyo.
La
comunicación se convierte de esta forma en la herramienta estratégica para
cambiar, alinear, motivar a los equipos y convertirlos en los héroes de la
transformación empresarial. La comunicación nos ayuda a trabajar juntos por
unos objetivos comunes; es la palanca para activar la participación interna y
el compromiso. Al igual que sucede con las redes sociales, en las que las
personas se agrupan por sentimientos y necesidades comunes, es importante
encontrar ese nexo de unión corporativa, aquello que genera el arraigo por unos
valores comunes. Una vez definido ese epicentro, la narrativa nos ayudará a
construir y comunicar los mensajes adecuados para llegar de una forma eficaz a
todos y cada uno de nuestros públicos.
En
este constante aprendizaje, debemos tomar las riendas y analizar si lo que
hacíamos antes, es válido para el momento actual. Debemos pensar alternativas,
imaginar, probar, cambiar y volver a cambiar. La evolución es continua, la
flexibilidad, la clave. Aquellos que no tengan la disposición de reinventarse,
perderán su valor más absoluto y su sentido de ser y ofrecer a los demás.
Tenemos
ante nosotros un gran abanico de oportunidades. Aprovechemos el momento mirando
siempre hacia adelante. Cambiar no es solo bueno; es necesario y como decía
Einstein, "si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".
Aprendamos
de las redes, donde los líderes son los que más comparten, los que más
escuchan, los que tienen sentido del humor, los que son humildes, los que
reconocen los éxitos de los demás y los que saben pedir perdón cuando se
equivocan.
[*] Núria
Vilanova Giralt es presidenta de Inforpress, es autora de "Micropoderes" y forma parte del Consejo Editorial del Grupo Diariocrítico