lunes 30 de diciembre de 2013, 11:21h
Desde la primera vez que lo vi sobre la pista, y
más aún después de observar como
encajaba las muchas victorias y las pocas derrotas, he pensado que este chico no es de esta época funesta llena de arribistas,
corruptos,, inmorales y -lo peor de
todo- asnos de ambos sexos que
han dado con la piedra del
escándalo para asegurarse
un puestecito en los horarios de máxima audiencia de TV con los que
alimentar el morbo y la
alienación generalizada de la vasca...
En estos finales
de año, muy propios para
balances y nominaciones, propongo a Rafa
Nadal como el
hombre de 2013. Razones para
merecerlo hay mil, pero voy a apuntar solo una que, por si sola, le hace acreedor
al título que digo. Hace solo unos meses -septiembre 2013-,
y en contra de lo que parece ser práctica habitual en el
deporte de élite, incluso en estos tiempos de
escasez para los de siempre, el
deportista manacorense rechazó regresar
a España en un avión privado que ponía a su disposición la misma Federación
de Tenis para que pudiera llegar en mejores condiciones físicas, después
de ganar
épicamente el máster de Nueva
York, para participar como integrante del equipo español
de Copa Davis: "No creo que
sea el momento de hacerle pagar un viaje al Estado", dijo Nadal.
Nunca en los últimos tiempos se ha dado una lección ética más contundente
con menos palabras. Una lección, por cierto, que no
han escuchado, ni escucharán, todos aquellos
que debieran aplicársela porque
están utilizando fondos ajenos
para beneficio personal. No hace
falta que apunte en ninguna
dirección concreta porque todos tenemos
en mente ejemplos en partidos políticos
de uno y otro signo, sindicatos (históricos
y menos históricos) e instituciones
de todo rango y pelaje.
Sencillez, humildad
Se me cae la baba cada vez
que veo como el mallorquín encaja con
una normalidad y una
humildad ejemplares victoria tras victoria en su ya larguísimo
palmarés. O como responde con absoluta
sencillez, naturalidad, inteligencia y minimizando su
éxito a algún periodista deportivo que
le pide una valoración de su
más reciente triunfo. O como vuelve a su Mallorca natal
para recargar energía, con sus
amigos de siempre, acudiendo a sus locales
y rincones de siempre, sin el
menor atisbo de engreimiento y eso
que ha
tenido y tiene todos los
elementos a favor para
acabar creyéndose todo un
dios de la modernidad. Es decir, todo lo contrario que tantos y tantos otros deportistas, personajes
y personajillos del mundo de la
jet, el papel couché y de los programas
del hígado, que acaparan a diario portadas y contraportadas de diarios
y espacios radiofónicos y televisivos, sin llegarle ni personal, ni humana, ni deportivamente, a
la altura de la zapatilla.
Vamos que, si Nadal
es un número 1 indiscutido e indiscutible del deporte español de todos los tiempos, lo
es mucho más aún en el campo de la
ética, espacio en el que cada vez juegan menos
españoles, convencidos de que
aquí el que no trinca es idiota, o está a un par de minutos
de serlo.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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