Aborto: el cerrilismo hispánico continúa
lunes 30 de diciembre de 2013, 08:07h
Llega el cambio de año y nuestra
cultura política sigue dando vergüenza propia y ajena. En cuanto surge un
asunto controversial aparece inevitablemente el cerrilismo de las dos Españas.
En el año que comienza parece que la cuestión del aborto será un nuevo abismo que
nos va a separar y enfrentar. Dos cuestiones se discuten al respecto cuando
concluye este año: una, si el aborto es o no un derecho (o es una excepción) y
la otra, si se puede hablar de mayorías sociales en el país sobre este tema. Y
respecto de ambos planos parece que resulta imposible una visión mínimamente
sensata.
Por supuesto que el derecho a
interrumpir el embarazo es un derecho sustantivo de las mujeres. Tratar de
negarlo como se hace desde el mundo católico es cerrilismo puro. Pero, como
sucede comúnmente en la vida, la cuestión es que este derecho no existe y se
desarrolla en medio de la nada, sino que coexiste con otros derechos no menos
relevantes. En el caso del aborto cabe mencionar, entre otros, el derecho del
ser no nacido, así como el derecho de la comunidad a normar en torno al
problema. Y dependiendo de las circunstancias y del proceso de gestación, cada
uno de los distintos derechos adquiere mayor o menor preeminencia. Pondré un
ejemplo ilustrativo: si el embarazo está en sus primeras semanas, el derecho de
la mujer prima sobre los otros, pero si la gestación ya está en su sexto mes,
el derecho de la mujer, sin dejar de existir, debe subordinarse al del no
nacido. En otras palabras, la forma de procesar adecuadamente este asunto no es
otra que la de acudir a la armonización de derechos. Algo que no comprenden
quienes absolutizan cada uno de los derechos en presencia. La Iglesia lo hace
con el derecho del no nato, extendiendo hasta el cigoto la posesión de tal
derecho. Pero cuando veo que algunas stripers
políticas afirman que el "derecho al aborto es sagrado" me parece que están cayendo
en la absolutización del otro derecho. Todo pareciera que el ultrismo de
cualquier signo se funde en un mismo
horizonte sectario.
Es un hecho que la sociedad tiene
derecho a legislar sobre este controversial asunto, como lo hiciera el gobierno
electo de Zapatero y lo va impulsar el
no menos electo de Rajoy. Pero ahora quiero poner el acento en que muchas veces
los derechos individuales también interactúan con los colectivos. Alguien
podría preguntar por qué la sociedad debe de tener algo que decir ante la
decisión de una mujer de interrumpir su embarazo. Pondré un ejemplo que me
parece oportuno. Quien haya conocido los llamados países socialistas en los
setenta y los ochenta, sabrá que allí el aborto libre y gratuito dio lugar al
uso del aborto como medio de control de la fecundidad. Yo conocí a mujeres de
treinta o cuarenta años que se habían practicado más de quince abortos. ¿Tiene
derecho la sociedad a impulsar políticas y legislación que eviten este extravío
de salud personal y pública? Yo creo que sí lo tiene y pensar lo contrario no
me parece precisamente progresista.
El otro plano del debate refiere a si
es cierto, como dice cada bando, que existe una mayoría social favorable o
contraria al aborto. Rubalcaba ha cometido el atrevimiento de hablar de una
mayoría social a favor. Supongo que Rajoy no quiere enredarse en más temas
polémicos (ya le han nacido suficientes enanos en 2013), pero estoy convencido de
que, con un mínimo de habilidad, un referéndum sobre el aborto lo ganaría sin
mucho esfuerzo.
¿Cuándo vamos a reconocer la
elemental evidencia de que cultural y políticamente sigue habiendo dos Españas
y que la España progresista y la conservadora tienen que entenderse algún día
para bien del país? ¿O queremos seguir haciendo una política educativa
diferente según cada gobierno de turno? ¿O una política de salud, laboral,
etc.?
Pues con la normativa sobre el aborto
parece estar sucediendo lo mismo. El vedetismo nacional e internacional de
Zapatero le llevó a reformar una normativa tratando de mostrarse como el más
progresista del planeta. Lo diré de forma testimonial: en los tiempos
gloriosos, cuando se perseguía a las mujeres y los doctores que practicaban el
aborto, fui uno de aquellos firmantes que aparecieron en los medios de comunicación
afirmando que habíamos ayudado a una mujer a abortar. Pues bien, con ese
antecedente tengo que decir que no me siento cómodo con la nueva ley de
Zapatero: no estoy de acuerdo en que una menor de edad pueda abortar sin que
sus padres tengan nada que decir al respecto. Pero claro, ahora la ley que
pretende el PP parece inclinarse hacia el extremo opuesto. Con lo que el PSOE
amenazará con hacer lo propio en cuanto llegue al gobierno. Y así hasta el
infinito.
Me parece que lo grave es que la idea
de lograr una normativa que responda a la realidad social y política del país
pueda parecer una quimera. Más aun lo parece normar sobre el aborto con algún
nivel de consenso. ¿Será posible que nuestro cerrilismo no tenga cura? ¡Ojalá
el 2014 nos demuestre lo contrario! De momento podría servirnos de ejemplo, en
cuanto a nuestra cultura política, el acuerdo logrado en Alemania entre
conservadores y progresistas para mejorar el país en la próxima
legislatura.