jueves 26 de diciembre de 2013, 10:51h
Sorprende que con un 56% de paro juvenil no sean los jóvenes españoles quienes masivamente manifiesten su enfado social en la calle.
En España suelen ser los mayores quienes muestran su indignación ante los abusos sociales y políticos contra los ciudadanos. Lo hacen tanto desde el punto de vista doctrinal -como el recientemente fallecido José Luis Sampedro-, como mediante movimientos colectivos del tipo de los iaioflautas, los afectados por las participaciones preferentes o las plataformas contra los desahucios.
En cambio, existe un cierto pasotismo o un resignado fatalismo entre los jóvenes difícil de entender. Me lo contaba una sobrina tras haberle conseguido trabajo a un amigo treintañero que se lo había pedido: "Puedes incorporarte mañana mismo", le dijo. "¡Ah, no!", fue la desabrida respuesta: "Este fin de semana voy a esquiar y no pienso perderlo por nada del mundo".
Probablemente, comentan algunos sociólogos, el problema de muchos jóvenes es que no lamentan la pérdida de algo que nunca han tenido -un trabajo estable-, mientras que, en cambio, sobreviven de la solidaridad de subsidios públicos o de la generosidad de sus mayores.
Así que estos últimos resultan los más damnificados: muchos de ellos han visto rebajadas sus pensiones por la fiscalidad creciente o perdidos los ahorros de toda la vida por la voracidad criminal de unos bancos que les han estafado con preferentes o deuda subordinada.
Por eso, se equivocan Mariano Rajoy y sus congéneres al estar tan tranquilos en sus poltronas ante la falta de contestación juvenil. Lo preocupante para ellos debería ser la creciente y radical desafección de la gente mayor -mucha de ella votante del PP, hasta ahora- que a la larga va a resultar mucho más devastadora para ellos de lo que en su día fueron para Aznar la guerra de Irak o el Prestige.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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