lunes 23 de diciembre de 2013, 10:23h
Es más que sabido que la
pretendida consulta-referéndum de Artur Mas y sus socios de la izquierda
separatista es inconstitucional y está basada en un principio de
autodeterminación inexistente para las entidades de rango menor dentro de la
soberanía de un Estado democrático. Pero, dando esto por sabido y la
imposibilidad de plantear pregunta y repregunta bajo ninguna cobertura legal,
aún supera al disparate, patrocinado por la autoridad constitucional del Estado
Español en Cataluña, el procedimiento
para instrumentalizar su propósito.
Según
van trascendiendo los planes sediciosos, resulta que piensan realizar con
dinero público una consulta sin censo electoral previamente reconocido como tal
sino amañando a su gusto la lista de quienes tienen derecho al voto. Así se
llegó a pensar que podrían votar los menores de edad -que deben suponer más
moldeables o menos conscientes- los extranjeros avecindados o, en último caso,
cualquiera que figurase en el registro de tarjetas sanitarias, documento apto
para entrar en un centro de salud que nada tiene que ver con los derechos
políticos de quien la porta. Finalmente, parece que se opta por un censo a la
medida, elaborado por un Instituto de Estadística de Cataluña, para no contar
con los Ayuntamientos, ya que muchos de estos no comulgan con las pretensiones
del nacionalismo. No se dice nada, en cambio, de si tendrían derecho a opinar
los catalanes de nacimiento o de origen que residan en la actualidad fuera de
Cataluña. Entre los niños de dieciséis años y los inmigrantes sin papeles a los
que la Generalidad, hay un paquete de votos difícilmente computables en ningún
sistema electoral de ningún país civilizado. Por este sistema podrían
"extranjerizar" a los verdaderos catalanes que por su trabajo o su voluntad no
residen en Cataluña mientras deciden por ellos los magrebíes sin papeles y los
alumnos de las escuelas. Sin censo oficial, ni control judicial, ni
justificación del derecho activo al voto, es inconcebible que pueda interpretarse
ningún resultado como plebiscitario. Quizá es que piensan conformarse con una
mamarrachada como las que ensayaron hace algunos meses en algunos municipios
que consideraban propicios, donde la ausencia de votantes y la confusión fueron
suficientes para desacreditar a sus promotores.
Quizá exista
quien tenga la ilusión de que las cámaras legislativas centrales, en donde
tienen contados escaños las minorías
llamadas nacionalistas, puedan asumir o negociar el proyecto y encontrar una
vía para legalizar estas maniobras, aún sabiendo que la mayoría absolutísima
haya anunciado que no va a hacerlo. Como esto es una ilusión absurda porque
tampoco entra en las atribuciones de las Cortes Generales modificar las normas
constitucionales fuera de los procedimientos previstos en la propia
Constitución, estos pseudopolíticos no están dispuestos a mantener el principio
"de ley a ley" que hizo posible la Transición pacífica sino a tirar por la
calle de en medio, como cualquier golpista, cambiando la Constitución por las
bravas, sin que hayan meditado que fuerza de hecho, una vez violado el Derecho,
son capaces de movilizar para vencer a la legalidad vigente con procedimientos
antidemocráticos.
Pero lo más
curioso es que estos presuntos aspirantes a romper la Constitución en que se
amparan las funciones autonómicas que ostentan, no se miran a sí mismos para
percibir que ni tan siquiera tienen fuerza parlamentaria en su propia asamblea
regional para reformar su propio estatuto. Todos juntos, burgueses y
proletarios, extremistas y moderados, no suman un número de escaños que, según
la propia legislación catalana, fuesen suficientes para modificar su actual Estatuto
de Autonomía, pieza emanada de la legalidad constitucional vigente. Según
cualquier demoscopia no podrían alcanzar un porcentaje de votantes convincente
en una consulta ilegal en Cataluña ni jamás ganar un Referéndum reformador en
el conjunto de España, donde reside la legalidad soberana. Tampoco podrán dar
interpretación plebiscitaria a unas
elecciones normales sin que le les recuerde aquella frase de Raymond Aron: "los
plebiscitos no son más que el símbolo irrisorio de la entrega de la soberanía
del pueblo a unos amos absolutos".
Por ello es
inevitable preguntarse ¿A dónde van estas gentes que no es fácil distinguir si
son tontos, son malos o son unos engañabobos, que, además, se atreven a
disponer de las soberanías de Portugal y de Andorra? Quizá son unos artistas de
la prestidigitación, de aquellos que meten un pañuelo blanco por el extremo de
un tubo y lo sacan rojo por la parte contraria y, una vez ilusionados los
espectadores, pueden hacer el juego a la inversa de meterlo rojo y sacarlo
blanco. Quizá estamos presenciando con excesiva candidez un vulgar juego de
manos que sería tolerable si se realizase en un circo pero que es intolerable
como truco en un conflicto político que provoca incertidumbres y perjuicios
económicos en Cataluña y en el resto de España, sin beneficio para nadie. Este
juego puede considerarse un delirio a nivel de calle, pero es un crimen
imperdonable a nivel de responsables políticos. El previsible final es que el
Madrid y el Barça sigan jugando la liga española pero quien seguirá jugando
poco tiempo es Artur Mas.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
|
elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
|