Camus, Mandela y los malentendidos
miércoles 18 de diciembre de 2013, 08:53h
Días
antes de terminar su reposición en Las
Naves del Teatro Español de Madrid, acudí a ver
la versión de El malentendido,
de Albert Camus, en una fría
noche de principios de diciembre. No era 1944 -fecha en la que el escritor francés escribió esta obra-, época para la ilusión y el optimismo, en plena II Guerra Mundial, en donde el existencialismo y la
incomunicación, como dos imparables
jinetes del Apocalipsis, parecían ser el
único e inevitable desesperanzado camino del hombre.
En
la obra de Camus, la verdad, la
bondad, no parecen encontrar salida alguna, ni siquiera con la buena
voluntad inicial que anima al hijo que vuelve a casa 20 años después de haber salido a buscarse
la vida. Se trata de Jan (Ernesto
Arias), acompañado por su esposa
María (Lara Grube). La vida ha sonreído al hijo, que
vuelve con el loable fin de repartir
su fortuna acumulada con su madre
(Julieta Serrano) y su hermana Marta
(Cayetana Guillén Cuervo).
Ambas regentan una pensión en donde no encuentran más salida
que matar a sus clientes para robarles el dinero. Y lo hacen sin cargo de
conciencia alguno. Jan prefiere no revelar inicialmente su identidad, razón por la cual
acaba como los demás huéspedes, desencadenando la tragedia
que lleva a su madre a quitarse la vida, cuando conoce la identidad del nuevo visitante, que resulta ser su hijo.
En
un mundo tan duro, en plena
contienda mundial, en donde los muertos,
los humillados, los heridos, los desesperanzados, se cuentan por millones, no
parece haber lugar alguno para Dios, ni
para la razón, como Camus refleja atroz y contundentemente en su texto, y Eduardo Vasco, el director de esta
intachable versión de El
malentendido acierta y potencia en
su casi desnuda puesta en escena, en donde
únicamente la luz, las sombras,
la penumbra y un par de bancos y muebles
remarcan el inevitable vacío
existencial de cuanto ser humano
se mueve por allí.
Parece
muy fácil desde fuera. Se habría evitado la tragedia familiar si Jan,
sencillamente hubiera llegado a su casa,
se hubiese identificado y compartido con su madre y hermana su voluntad de asistirles económicamente y
así, contribuir a sacarlas de esa vida miserable. Pero la vida
-los hombres, las mujeres- es tozuda
y, a veces, nos ahoga en
nuestros propios actos, en nuestras propias
obsesiones hasta el punto de hacer imposible que
una madre reconozca a su propio hijo,
o a que una hermana llegue a proclamar
que: "Amor, alegría y dolor son palabras
que no caben en mi cabeza".
Y,
entre tanto, un criado, al que da vida Juan
Reguilón, (¿Dios?) viene y va por escena,
asistiendo al drama sin aparentes
posibilidades de intervención. ¿Indiferencia o
respeto y libertad por el ser humano? Esa es la eterna pregunta, cuya
respuesta depende exclusivamente de la fe de quien se ve
enfrentado al drama de vivir. El espectador de Las Naves del Español,
sin duda, tuvo que hacerlo, durante o
después de terminada la obra porque
su director, conscientemente, consiguió
que todos allí nos
encontrásemos incómodos con
la dureza, la frialdad y, al mismo tiempo, la humanidad de cuanto ocurría
en escena.
Además, dos
queridos y reconocidos
actores, Fernando Guillén y Gemma Cuervo, padres de Cayetana Guillén Cuervo (magnífica, en su papel),
sobrevolaron la noche con el
recuerdo de su interpretación en la versión
de la obra dirigida por Adolfo
Marsillach en 1969.
Inevitable
también, para mí, días después,
cuando escribo estas líneas, dejar de
pensar en la posibilidad de redención de la humanidad con figuras tan excelsas como la de Nelson Mandela, Madiba, el líder negro que revolucionó África con el perdón y el diálogo con el enemigo como única vía de salida a una situación
secularmente injusta. De no haber sido
así, África habría vivido otro "malentendido"
de funestas y apocalípticas consecuencias.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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