¡Ministro Gallardón, indúltanos!
miércoles 18 de diciembre de 2013, 07:38h
Alberto Ruiz
Gallardón tendrá que apañar una Dirección General de Indultos para tramitar
tantas solicitudes como van a registrarse en su departamento. La prerrogativa
gubernamental de indultar a un condenado, vigente todavía en España, me parece
una concesión tan periclitada como las bulas pontificias o los fueros
medievales, un resquicio legal más propio de regímenes absolutistas que de
sistemas políticos modernos y representativos. En un modelo jurídico tan
garantista como el nuestro, extremadamente minucioso, no resulta lógico que se
pueda burlar finalmente una sentencia firme y dejar en la calle al ajusticiado,
algo que me parece absurdo por muy argumentada que se redacte la clemencia impostora del gobierno de turno.
La capacidad
de perdonar, como la de arrepentirse, no dejan de ser presunciones religiosas
derivadas de la confesionalidad de los creyentes, por lo que no deberían
utilizarse como cuartada para anular el veredicto finalista de una causa
cerrada. La judicatura ya tiene en cuenta, entre otros pronunciamientos, los
eximentes demostrados, la colaboración del inculpado o la falta de antecedentes
para librar al juzgado de la pena de prisión o reducir el periodo de
encarcelamiento, gratificaciones suficientes que no precisan de la benevolencia
intrusa del poder ejecutivo.
La reflexión
que ustedes acaban de leer, hilvanada sin los recursos académicos que manejaría
un jurista profesional, me bulle en la cabeza por culpa del variopinto elenco
de sujetos que pretenden ser indultados por el Gobierno de la Nación, un pelotón
implorante de personajes tan diferentes como interesados, trepadores todos
ellos en la cucaña social del éxito y la fortuna, despeñados después por la pendiente de sus
propios errores. Ahora precisan de un salvoconducto timbrado que les evite una
buena temporada a la sombra. Repasen conmigo el caso del maestro Ortega Cano,
protagonista reincidente en las portadas de colorines, penitente confeso de
miserias personales ante el coro de comadres que mantienen el cotilleo
nacional, culpable sentenciado de conducir ebrio en noche cerrada y provocar un
accidente que se cobró la vida de un ciudadano. Pretende nuestro matador
evadirse de las responsabilidades penales amparándose en el Constitucional o
reclamando finalmente la gracia del indulto.
Veamos también
el caso del señor Del Nido, otro triunfador afamado y presumido, Presidente que
ha sido del Sevilla Club de Futbol en su devenir más glorioso, pringado hasta
los codos, según estima los Tribunales, en la melaza delictiva que se cocinaba
en la Taifa corrompida de Marbella. Todo
un emirato personal de Jesús Gil, regentado después por sus sucesores más
aventajados, tierra definitivamente asolada por una panda de delincuentes
expertos en el saqueo continuado de todo lo público, maestros de la
especulación urbanística, receptores insaciables de comisiones sin cuento y
doctores en el blanqueo de capitales clandestinos. Perdidos todos los recursos
retardadores del castigo impuesto, Del Nido demandará la bonanza benéfica del
Estado y mientras tanto, como muchos otros, continuará tan libre como estaba.
Descendamos en
este punto a las cavernas de la corrupción política, a los nichos repletos de
trepadores inmorales que han medrado en lo suyo para forrarse literalmente,
propagandistas cínicos de la honradez hasta que sucumbieron a manos de algún
compinche despechado que cantó ante un juez su particular Traviata. Cambiaron
entonces el despacho oficial, reconvertido en una ventanilla expedidora de licencias
y favores, por un paseíllo vergonzante a lo largo y ancho del vestíbulo de los
juzgados. Pronto caerán sobre ellos las sentencias anunciadas. Uno de los casos
más llamativos tiene como protagonista al que fuera Presidente de Baleares, un
personaje al que Mariano Rajoy propuso en aquellos días como ejemplo de
honestidad y buen hacer, imputado ahora en varias causas y condenado ya por
alguna de ellas: malversación de caudales públicos, prevaricación, fraude a la
administración, blanqueo de capitales e incremento injustificado de patrimonio
personal. Matas pedirá también que lo
indulten. La única solución que le queda también, por otra parte, al alcalde dimitido de Torrevieja, sentenciado
por prevaricación y falsedad documental, cuyo perdón imploran al Gobierno sus
compañeros parlamentarios del PP valenciano.
La lista de
políticos imputados a la espera de juicio es apabullante, como extendidas por
toda España aparecen las actividades punibles cometidas por tanto indeseable enquistado en la estructura
de la mayoría de los partidos y organizaciones sindicales que nos representan.
Deseo al Ministro Gallardón, accidentado en su domicilio, una pronta y feliz
recuperación, que tanto necesitará para
afrontar el lloriqueo de todos aquellos que le suplican: ¡Ministro Gallardón
indúltanos!