lunes 16 de diciembre de 2013, 09:12h
Hablar de burbujas inmobiliarias o financieras es una
metáfora de uso frecuente en el periodismo de ocasión provocado por la crisis.
El tropo evoca a una esfera flotante, ligera de contenido, que sube y crece
hasta que estalla. Pero no es tan frecuente escribir sobre una burbuja política
que, también, sube y crece. No me voy a atribuir la originalidad de la metáfora
sino, por el contrario, confesar que la tomo de un reciente artículo del
Catedrático Álvaro Rodríguez Bereijo que fue, nada menos, que presidente del
Tribunal Constitucional de España. Esta burbuja es el colofón de la crisis que
vive España y flota, en compañía de otras burbujas, entrechocando con ellas en
el aire y, quizá, fundiéndose con ellas en un globo conjunto de causas y
efectos estrechamente interrelacionados.
La burbuja política se infló con el soplo impreciso de
la distinción entre "nacionalidades y regiones" que se coló en la Constitución,
pero no como una aportación de la ciencia jurídica sino como una concesión
semántica destinada a complacer la retórica nacionalista de algunos sin
molestar a todos ni comprometerse a nada. Hay que decir que, en aras de un
deseo de concordia, los padres constitucionales actuaron más como cronistas de
sociedad dispuestos a utilizar el término más halagador para sus patrocinadores
que como redactores rigurosos de una arquitectura de Estado.
La Constitución no especifica en qué consiste la
distinción entre "nacionalidades y regiones" ni atribuye características
jurídicas distintas a unas y a otras. Más bien da la impresión de usar un
sinónimo o un libérrimo "llámese usted como más le guste". Hay quien opina que
esta indefinición no fue una negligencia o un vacio sino una decisión
consciente: dejar impreciso el término para evitar controversias. Pero el caso
fue que todos los territorios autonómicos emprendieron con espíritu de
emulación una carrera hacia la igualdad de competencias y, en consecuencia, nos
encontramos con diecisiete fragmentos de Estado o Estaditos en potencia,
provocando una inflación de cargos públicos, instalaciones mastodónticas,
funcionarios y competencias gerenciadas administrativamente sin solera
profesional y políticos locales de métodos caciquistas.
Esta burbuja política, además del coste derivado de
sus funciones razonablemente descentralizadas, multiplicó empresas públicas,
actividades de propaganda y de indoctrinación cultural, obstáculos a la unidad
de mercado y cultivo afanoso del desprestigio de los poderes centrales y, en ciertos
casos, un ambiente de disgregación contra la unidad del Estado de que forman
parte, con cargo al presupuesto del propio Estado.
Solo a la mentalidad desnortada del actual partido
socialista se le podía ocurrir, para resolver los problemas creados por una
interpretación imprecisa de la Constitución hinchar la hipótesis de una nueva
burbuja hinchada con los vapores de un hipotético Estado Federal, no demandado
popularmente por nadie, ni por centralistas ni por separatistas, cuando la
realidad es que ya estamos padeciendo una especie de federalismo de hecho,
desorganizado y desbocado que, como mínimo, está pidiendo recortes de gastos y
competencias y seriedad en el cumplimiento de las leyes comunes.
El problema constitucional que tiene planteado la España
del siglo XXI no es aumentar las dosis de autogobierno de las "nacionalidades y
regiones", rebautizándolas como "Estados Federales" y acompañando tal
denominación no de menor autogobierno, como sucede en los auténticos Estados
Federales existentes en Europa y América, sino de más factores sicológicos de
diferenciación y dispersión para justificar el consenso de los caciques
territoriales. El problema a resolver es, por el contrario, la reducción de
despilfarros, caciquismos y nuevos centralismos en torno a las capitales
regionales que limitan la autonomía municipal y contribuyen negativamente a
agrandar la crisis económica y financiera que padecemos, desviando fondos hacia
actividades superfluas con gravísimas consecuencias sociales.
El deseable programa de Estado en nuestros días es
prevenir y corregir las amenazas de fragmentación que amenazan a la unidad
nacional tan laboriosa y heroicamente conseguida a través de los siglos y tan
liberalmente actualizada por el espíritu constitucional vigente, fruto de las
virtudes de la reconciliación y el acuerdo de todos los segmentos de la
política española y del refrendo popular más amplio y duradero de nuestra
historia. Tener en cuenta "el todo por encima de las partes", como acostumbraba
a decir el profesor y constitucionalista Francisco Tomás y Valiente.
Los nacionalismos degenerados en separatismos,
tendentes a desembocar en concepciones anárquicas de derechos parciales, no se
conformarán jamás con ninguna fórmula que los autolimite. Nunca se
estabilizarán ni dentro de España ni fuera de España, porque llevan en su
interior el signo del desprecio al principio de legalidad común. Sus
reivindicaciones se exacerbarán cuanto más poder tengan para exaltar nuevos
delirios con un falso espejismo de autoridad étnica y terminarán por
fragmentarse en el interior de sus propias y caprichosas fronteras de andar por
casa.
Frente a ellos solo vale el principio imprescindible de que, poniendo la
ley del "todo por encima de las partes", siempre serán minorías dentro del conjunto
político de una nación del siglo XXI que no puede retroceder a un mosaico
feudal propio de la Edad Media. Pero la arquitectura sostenible del Estado
constitucional de todos tiene que superar esa falta de presencia que se percibe
en todos y cada uno de nuestros territorios, donde se cultiva una historia
separada del tronco común y en vez de cultivarse vocaciones de hombres de
Estado en los partidos políticos se crean aspirantes al enchufe local
compatible con los intereses privados y las picarescas de vecindad.
La deriva centrífuga de la política aumenta la
insostenibilidad económica y la falta de coordinación de las energías
populares. Un cambio de orientación en nuestra cultura política se impone no
solo como conveniente sino como estrictamente necesario. Hay que librarse de
fetichismos federales y de exaltaciones nacionalistas y concretar el Estado
autonómico constitucional articulándolo con más austeridad, precisión y
armonía. De lo contrario, la burbuja política puede estallar creando más
problemas que las otras burbujas económicas.
Es fácil entender el camino aconsejable. Lo que no
está resultando tan fácil es encontrar personas con coraje capaces de
proyectarse, como verdaderos líderes nacionales, que sean conscientes de que no
se resolverá la crisis que aún padecemos sin desinflar, también, la burbuja
política inflada con el aire viciado de un autonomismo mal definido.
[*] Gabriel
Elorriaga Fernández ha sido, entre otras muchas cosas, diputado y senador por el Partido Popular
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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25499 | sombrate - 16/12/2013 @ 12:09:56 (GMT+1)
El señor Gabriel Elorriaga Fernandez,un ejemplo de la casta que parasita a los españoles. http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Elorriaga_Fern%C3%A1ndez Aqui la vida laboral de este individuo que habla de austeridad y libertades.Toda la vida viviendo e los impuestos que pagamos los ciudadanos honrados.Este Elorriaga ademas era uno de los Gobernadores Civiles que se nombraban durante la Dictadura militar del General Franco.A pesar de este detalle el sr Elorriaga se declara un "democrata",pero era un democrata en secreto durante el escaso tiempo libre que le quedaba mientras dirigia a la policia que aplicaba la represion propia de aquella Dictadura.Ademas el señor Elorriaga se caso y se reprodujo y desde hace decadas tenemos a sus vastagos tambien viviendo a costa de los impuestos que pagamos el resto de los españoles.Haciendo carrera con "Tamayazos",cobrando "mamandurrias" de la señora Esperanza Aguirre y pasando gastos a FAES y demas.Y todo esto sera legal,pero al menos no aparezca en los medios dando lecciones de civismo,rigor y austeridad. Y del "aire viciado" al que alude,mas que nadie sabra usted sr Elorriaga que ha estado durante decadas en la finca del condenado por corrupto y defraudador fiscal Carlos Fabra. Los falsarios se hicieron con el pulpito y encima nos quieren predicar.
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