Treinta
y cinco años después de haber sido aprobada la Constitución Española, los
sucesivos gobiernos de la democracia todavía no han cumplido algunos de sus
mandatos. Y no ha sido por falta de tiempo, porque 35 años son muchos años,
sino por falta de voluntad política y por sus intereses partidistas. Uno de
esos incumplimientos afecta directamente a los periodistas y, como
consecuencia, a la ciudadanía: el derecho a la libertad de expresión y de
información está reconocido y protegido en el artículo 20 de la Carta Magna,
pero aún faltan por aprobar normas legales que lo desarrollen y hay que mejorar
otras ya en vigor.
Cuando
leemos, en el artículo 47 de la Constitución, eso de que "todos los
españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada",
inmediatamente decimos: "Este artículo no se cumple". Eso mismo
afirmamos los periodistas al leer en el artículo 20.d) que se garantiza el
derecho de la ciudadanía "a comunicar o recibir libremente información
veraz por cualquier medio de difusión" y que "la ley regulará el
derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de
estas libertades".
La
cláusula de conciencia fue regulada por ley hace 16 años, pero el
derecho al secreto profesional de los periodistas aún no ha sido desarrollado.
Ésta es una de las muchas carencias que padecen en España los informadores,
quienes se encuentran en una situación mucho peor que sus colegas de otros
países europeos, latinoamericanos y de otras partes del mundo para desempeñar
su trabajo.
Desde
que la Constitución fue ratificada en referéndum por el pueblo español, el 6 de
diciembre de 1978, ha cambiado mucho la situación en lo referido al derecho
fundamental a la libertad de expresión e información. Para bien,
afortunadamente. Pero faltan muchas cosas por hacer, entre ellas la regulación
por ley del secreto profesional. Es un mandato constitucional de hace tres
décadas y media, pero ningún gobierno lo ha cumplido y, por lo que parece, el
que preside Mariano Rajoy tampoco tiene interés en hacerlo.
Si a los Ejecutivos
anteriores y al actual no les ha importado no cumplir de manera plena el
artículo referido a la vivienda, que establece que los poderes públicos
adoptarán las medidas necesarias "para hacer efectivo" algo tan
elemental como el derecho a vivir en una casa digna, ¿cómo se van a interesar
por desarrollar un artículo que afecta a los profesionales de la información
cuando su principal interés hacia ellos, cuando no el único, es controlarlos
todo lo que sea posible?
En perjuicio de
un derecho de la ciudadaníaPero
la falta de una norma legal que regule el secreto profesional no es lo más
grave de la profesión periodística, porque este derecho es reconocido en la
práctica por los jueces y hay sobrada jurisprudencia al respecto. Lo realmente grave es la
situación actual del periodismo y sus nefastas repercusiones en perjuicio del
derecho constitucional de la ciudadanía a recibir información veraz.
¿Qué
hacer para salir de esa situación? Para empezar, el Gobierno debería elaborar y
presentar en el Parlamento un proyecto de ley que regule la profesión
periodística y el derecho a la información de la ciudadanía, definiendo claramente
los deberes y los derechos de los informadores. Ese derecho a la información de
los ciudadanos -que los padres de la Constitución situaron en el Título primero
de la Carta Magna, el de los derechos y deberes fundamentales- no se puede
considerar cumplido únicamente porque cualquiera tiene la posibilidad de
comprar un periódico u otro, de visitar distintos medios digitales o de elegir
entre varias cadenas de radio o televisión. No. Ese derecho sólo será una
realidad plena el día que esté garantizado que la información que recibe la
ciudadanía se la facilitan periodistas profesionales independientes, que
trabajan en condiciones laborales dignas y con salarios decentes, porque solo
si se encuentran en esas condiciones podrán hacer frente a las presiones, ya
sean de su propia empresa o externas -políticas, económicas, de grupos de
poder...- y ofrecer a los ciudadanos lo que es un derecho de ellos: la
información.
Hace
10 años, en 2003, el grupo parlamentario de Izquierda Unida-Iniciativa per
Catalunya Verds se hizo eco del borrador del llamado Estatuto del Periodista
Profesional que había elaborado el Foro de Organizaciones de Periodistas (FOP),
y lo presentó como proposición de ley. El Pleno del Congreso rechazó tramitarlo
porque el PSOE, que tenía mayoría, votó en contra. Los diputados socialistas
tampoco aceptaron una proposición de Ley de Reconocimiento de los Derechos
Laborales de los Periodistas, alegando razones de técnica legislativa.
Un
año antes, cuando era líder de la oposición,
José Luis Rodríguez Zapatero se
había comprometido en un acto público a regular la profesión periodística por
ley, si llegaba al Gobierno, para mejorar su situación. También se comprometió
a ello por escrito, en una carta dirigida al entonces secretario general de la
Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP), Enric Bastardes. Pero del dicho
al hecho va mucho trecho: mientras estuvo en La Moncloa no cumplió esa promesa
porque no quiso enfrentarse a los grandes grupos de comunicación, que rechazan
esta regulación legal porque para ellos supondría algunos controles y si no
existe pueden seguir cometiendo abusos, irregularidades e incluso ilegalidades
con sus trabajadores y colaboradores, salvando las excepciones.
El
FOP -una organización unitaria que integra a las agrupaciones de periodistas de
CCOO y UGT, la FeSP, los Colegios de Periodistas de Cataluña y Galicia y otras
asociaciones- elaboró y presentó públicamente en 2010 un
borrador de Ley
Orgánica de Garantías del Derecho a la Información de la Ciudadanía (LOGDIC).
Es similar al Estatuto del Periodista Profesional, pero mejorado y más
completo. En él se establecen unas garantías para que los informadores puedan
ejercer su profesión con independencia y se fijan sus deberes y derechos; se
ampara a los llamados periodistas a la pieza y los freelance; se reconoce el
derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional; se garantiza el
acceso a las fuentes informativas, y se propone crear un Consejo Corregulador
del Periodismo, con capacidad para sancionar, que vele por garantizar que todos
los medios de comunicación -con independencia del soporte en que llegan al
ciudadano- cumplen los principios éticos recogidos en el Código Deontológico de
la
Federación Internacional de Periodistas (FIP).
Falta
de interés del ParlamentoLos
grupos parlamentarios conocen este texto, porque el FOP se reunió con ellos
para presentárselo. Prácticamente todos reconocen que no tiene ningún sentido
que la profesión periodística no esté regulada por ley en España, porque esto
incide en el derecho a la información. Pero no han hecho nada para hacer
posible que este debate parlamentario se celebre, excepto la citada proposición
de ley de IU-ICV cuando aceptó la iniciativa del FOP.
La
elaboración de un proyecto de ley sobre esta materia por parte del Gobierno -el
borrador del FOP podría servir como modelo para mejorarlo- debería ser el
primer paso para completar el desarrollo del artículo 20 de la Constitución.
Pero, además, la profunda crisis económica que todavía padece España, y que los
medios de comunicación sufren con especial intensidad, hace necesario adoptar
otras medidas para evitar que continúe la sangría de despidos en el sector -se
calculan cerca de 11.000 en los últimos cinco años- y el cierre de
publicaciones y emisoras de radio y televisión. La pérdida de medios de
comunicación y de puestos de trabajo, conviene no olvidarlo, merma el derecho a
la información de la ciudadanía y disminuye la calidad de la democracia.
El
Gobierno de
Mariano Rajoy sabe que los medios de comunicación atraviesan por
una situación crítica y que muchos no podrán sobrevivir a la crisis. Lo que no
saben los medios es si el Ejecutivo quiere una solución para este problema y si
está dispuesto a buscarla, en beneficio de la democracia. Pero, por lo que se
ha visto hasta ahora, hay motivos sobrados para pensar que le importa muy poco
que el periodismo esté cada vez peor. ¿Tal vez porque los medios débiles son
más fácil de controlar y dominar? Lo grave, y el Gobierno debería ser
consciente de ello, es que si el periodismo está en tan mala situación y no
puede desempeñar de manera correcta su función social, el sistema democrático también
se resiente. Y el artículo 20 de la Constitución continúa sin cumplirse
plenamente.
Despidos
masivos y cierre de medios
Pero el Gobierno, a juzgar
por su actitud y por lo que no hace en este terreno, está demostrando no tener
ningún interés en ayudar a que los periodistas españoles puedan trabajar en
condiciones que garanticen su independencia y a que los medios puedan afrontar
la crisis sin tener que despedir masivamente o, en el peor de los casos,
cerrar. Sirvan estos tres ejemplos como muestra de ese desinterés:
- El 28 de mayo pasado, el PP votó en el Congreso de
los Diputados contra una proposición no de ley del PSOE que instaba al Gobierno
a adoptar diversas medidas de ayuda a la prensa. El partido de Rajoy anunció
que después presentaría una iniciativa propia en ese sentido: han transcurrido
más de seis meses y no lo ha hecho.
- En junio último, la FAPE y el FOP -en una
iniciativa conjunta que representa a la gran mayoría de los trabajadores de los
medios de comunicación- solicitaron una entrevista a la vicepresidenta del
Gobierno,
Soraya Sáenz de Santamaría,
para plantearle la necesidad de constituir una mesa de diálogo ante la gravedad
de la situación. Se trata de buscar posibles soluciones entre el propio
Gobierno, la patronal, los sindicatos, las asociaciones de la prensa y otros
colectivos representativos del sector: ha tardado
cinco meses en responder y no ha sido ella quien ha recibido a esos colectivos,
sino que ha delegado en la directora general de Comunicación.
- El Gobierno autonómico de la Comunidad Valenciana,
del PP, después de haber estado durante años manipulando y utilizando de manera
partidista y vergonzosa la televisión autonómica, ha decidido no cumplir la
sentencia del Tribunal Superior de Justicia -que anula el Expediente de
Regulación de Empleo de la Radiotelevisión Valenciana (RTVV), porque se ha
llevado a cabo con muchas irregularidades, y obliga a readmitir a los mil
trabajadores despedidos- y la ha cerrado,
dejando a sus ciudadanos sin un medio de comunicación público que es necesario,
en vez de haber modificado lo que fuera necesario, gestionarlo bien y dejar que
hubiera funcionado con criterios profesionales y no políticos.
Con este panorama, es obligado concluir que en España
no existe libertad de expresión e información como debiera ser en una
democracia, que el artículo 20 de la Constitución es todavía una asignatura
pendiente de desarrollar y que este Gobierno y los anteriores son, en gran
parte, responsables de ello. El derecho a la información de la ciudadanía es
uno de los derechos humanos, que garantiza la Constitución, y los periodistas
son los intermediarios para que se cumpla. La única manera de poder conseguir
que eso sea una realidad es que los trabajadores de los medios de comunicación
lo reclamen, a través de todas sus organizaciones profesionales y sindicales de
manera conjunta, con el apoyo de la ciudadanía en defensa de su derecho
constitucional a recibir información veraz y plural.
[*] Agustín
Yanel es secretario general de la Federación de Sindicatos de Periodistas
(FeSP)