Preparando una reforma para una Constitución algo oxidada
martes 10 de diciembre de 2013, 08:59h
La
historia de las Constituciones españolas es la de la ausencia de reformas, y,
quizá por ello, la acumulación creciente de contradicciones. Hasta que la bola
de nieve se hace muy grande y entonces, súbitamente, nace otra Constitución.
Habitualmente, de signo opuesto a la anterior.
¿Es lo que le pasa a la Constitución
de 1978? Todavía no. Resiste el paso del tiempo. Sin embargo, las
transformaciones sociales, económicas y políticas son cada vez más grandes, y
en algún momento se quedará pequeño el traje constitucional. No es posible
saber cuándo. Pero, en política, lo que no ha sucedido en mucho tiempo, emerge
en un instante y opera un profundo cambio. Inesperado, pero profundo. Y hay que
estar preparados para esa eventualidad, imposible de profetizar, aunque sí de
intuir.
Por el momento, tenemos grandes
procesos sociopolíticos que deberían tener una respuesta constituyente, quiero
decir, de reforma de esta Constitución. No estoy pensando en una modificación
que afecte a los principios estructurales de nuestro régimen: Soberanía del
pueblo español, Democracia, Estado de Bienestar, poderes descentralizados y
separados, pertenencia a la Unión Europea.
En lo que estoy pensando precisamente
es en cuidar esos principios, y, para ello, reformar la actual Constitución.
Para mantener la soberanía del pueblo español de modo
firme ante el "soberanismo" convendría afrontar una reforma política y
financiera del Estado autonómico. Para proteger el Estado de Bienestar
en un momento de enorme crisis económica hay que potenciar los derechos
sociales y garantizar la sostenibilidad tributaria de aquél. Para vincularnos a
Europa irreversiblemente, e influir en su política, hay que integrar a la Unión
Europea en la Constitución, en la que prácticamente no se la cita. Y para
fortalecer nuestra democracia hay que acercarla a la gente y cambiar un sistema
electoral rígido.
Todo esto no es una elucubración para
profesores de Derecho Constitucional, sino una realidad. No entiendo que se
quiera dar la espalda a esos cambios que piden una respuesta más allá de la
mera lucha partidaria.
El PSOE está por afrontar la reforma
ya. El PP no. Habría que buscar un camino para el encuentro. Una vía para una
reflexión tranquila y discreta "pensando en tener los deberes hechos" para
cuando llegue el momento de una reforma, en la que ambas fuerzas políticas
puedan confluir. Tomo prestadas esas palabras de lo que escuché hace poco al
Director del Centro de Estudios Constitucionales, Benigno Pendás, presentando
un reciente libro sobre la reforma constitucional que he tenido el honor de
dirigir.
Se piense lo que se piense sobre la reforma de nuestra
Constitución, hay que ir, sin prisa y sin pausa, preparándola.
[*]
Diego López Garrido ha sdio Secretario de Estado para la Unión Europea y es
diputado socialista por Madrid