lunes 09 de diciembre de 2013, 08:58h
Iba
a escribir sobre un caramelo federal que Alfredo Rubalcaba regalaba para
endulzar la boca de sus correligionarios en Cataluña y ayudarles a tragar el
amargo de aquella prematura píldora consistente en pretender ejercer el derecho
a separarse de unos cuantos vecinos para, a la vez de ejercerlo, mantener un
criterio opuesto. Pero sus insistencias en el tema me hicieron ver que aquello
no era un caramelo edulcorante sino un auténtico camelo basado en la impostura,
cuidadosamente elaborada con artes de timador de altura, con el que se pretende
vender un aparente término medio entre separatismo y centralismo sin otro
contenido que el de un envase vacío.
El
camelo se basa en la propuesta inviable de una reforma constitucional que
necesitaría ser apoyada por grandes mayorías que, en ningún caso, solo o
acompañado, pueda alcanzar Rubalcaba ni nadie que le suceda. La propuesta
carece de ningún contenido que pueda interesar a la ciudadanía ni a sus
representantes con capacidad constituyente, ni en el conjunto del Estado
español ni, tampoco, en el espacio territorial acotado por los nacionalismos,
que no sueñan con un Estado federal español sino con un Estado independiente
propio.
El
timo consiste en que la reforma inalcanzable y parcializada de la Carta Magna
serviría como solución para superar el "problema de convivencia" planteado por
algunos políticos separatistas y poder, así, "seguir viviendo juntos". No se
presenta la cuestión como una reforma de conjunto del sistema autonómico para
convertirlo en federal sino como un gesto asimétrico consistente en que lo
único federal de la federación sería una Cataluña particularizada y casada
monogámicamente con el resto de una España polígama que, a la vez, estaría
enlazada con otras regiones simplemente autónomas, mientras a cada una de ellas
no se les ocurriese aspirar a federalizarse al descubrir que, por unos u otros
motivos, también tenían "problemas de convivencia". Aspiraciones ficticias que
no procederían de cada ámbito familiar o local, donde convivimos gentes de
plural convivencia, sino del deseo de algunos caciques de librarse de las
ataduras de una legalidad superior a sus mamandurrias territoriales.
El
timo parte de olvidar que España es un Estado nacional y lo seguirá siendo con
esta o con cualquier otra Constitución, ya que no existe en ninguna parte
ninguna Constitución que no se funde en una unidad del conjunto constituido o
constituible y, por tanto, no hay ninguna fórmula constitucional que incluya en
su articulado el derecho a desconstitucionalizarse o desintegrarse a instancia
de parte, lo que sería como promulgar el derecho al suicidio de la entidad
política constituyente. Por tanto, ninguna Constitución, nueva o reformada,
puede servir para complacer las tendencias que puedan existir como contrarias a
una comunidad conjuntada que englobe una pluralidad de capacidades de
autogobierno desarrolladas en instituciones regionales, provinciales y
municipales que ostentan una variedad de competencias garantizadas por una
norma suprema común y que no tienen porqué subordinarse a una especie de
tiranía cultural, comercial y diplomática de unos señores feudales emergidos de
la ruptura con el área histórica superior de España o de Europa.
El
concepto de autonomía reflejado en el artículo 137 de la Constitución dice: "El
Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las
comunidades autónomas que se constituyan". Como consecuencia: "todas esas
entidades gozan de autonomía para la gestión de sus intereses". El confuso
federalismo que propone Rubalcaba es específico para los "problemas de
convivencia" que, a su entender, se producen en las relaciones de los órganos
de gobierno centrales con los órganos de gobierno regionales y sus
competencias, sin tener en cuenta los derechos de las provincias, municipios o
sociedad civil que existen y tienen garantizados sus derechos por una
Constitución de todos los individuos y las entidades y que está a punto de
convertirse en la más estable y garantista de nuestra historia. Esta
Constitución podría modificarse en todo o en parte por un impulso de gran
intensidad popular pero no por el pequeño objetivo de salvar la cara a un tal
Pere Navarro que se apresuró a meter la pata contra la cohesión del propio
socialismo, ni para aliviar tensiones en los contactos con un menguante Artur
Mas del que no se sabe que equilibrio puede mantener en su casa ni qué futuro
político le espera, si es que le espera alguno. Con esta táctica de corto plazo
y sin concreción de una fórmula constitucional elaborada por representantes
idóneos y presumiblemente mayoritarios, no es posible, ni en sueños, movilizar
grandes corrientes de opinión para un cambio constitucional. El federalismo
impreciso de Rubalcaba es solo un camelo para intentar justificar una postura
ambigua ante los caprichos aireados desde una parte mal avenida en una
coyuntura política temporal. Una apariencia de tercera posición solo puede
mantenerse hasta el momento en que alguien ponga sobre la mesa las dos únicas
cartas posibles: Legalidad o ilegalidad constitucional. El camelo de la
"tercera vía" no le interesa a nadie, porque casi nadie es capaz de calibrar en
donde reside la ventaja de la propuesta federal sobre el actual Estado de las
Autonomías.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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