¿Para qué reformar la Constitución?
lunes 02 de diciembre de 2013, 13:34h
Cuando Enrique Tierno Galván redactó el Preámbulo de
la Constitución española vigente, estaba seguro aquel catedrático que por el
bien de nuestro país lo más importante iba a ser la perdurabilidad de la Carta
Magna.
La Constitución española de 1978 alberga en su seno
los instrumentos necesarios para encarar los problemas más acuciantes, las
preocupaciones diarias, la pesadumbre y los insomnios de muchos españoles.
Para solucionar el desempleo, la pobreza, el
desarrollo del estado del bienestar y la prosperidad de la nación no es
necesaria reforma constitucional alguna. Porque, precisamente, esas son las
mayores preocupaciones de los ciudadanos. Y no otras.
El ejercicio intelectual de convertir en urgente la
reforma del Título VIII o dimensión territorial de la Carta Magna, o las prisas
del gobierno anterior para cambiar un artículo que fijase como sacra la
estabilidad presupuestaria, no son más que cambios que nada tienen que ver con
la prosperidad de nuestro país.
Los disensos entre las dos Españas a lo largo de
nuestra historia pone de relieve que lo más importante es precisamente la
perdurabilidad de nuestra norma más importante. Por lo tanto, no es
imprescindible, hoy por hoy, tocarla.
Las constituciones conservadoras, desde el Estatuto
de Bayona de 1808, el Estatuto Real de 1837, la Constitución de 1845, la
constitución que nos trajo a Amadeo de Saboya o la Constitución de 1876
impulsada por Cánovas, no resolvían el encuentro entre una España que deseaba
progresar y otra que deseaba conservar.
Por eso las cartas magnas más liberales o
progresistas fueron atacadas sin piedad. Es el caso de la Constitución de Cádiz
de 1812, la Constitución de 1837, el proyecto de 1856, la Constitución federal
de 1873 que no entró en vigor, o, sobre todo, la Constitución de 1931.
Por fin nos encontramos en la transición política
española reciente una norma, con imprecisiones y defectos, pero también con
virtudes y acuerdos, en cuya perdurabilidad se asienta la estabilidad de
nuestra nación.
Es probable que no sea necesario reformar el Título
VIII de la norma para reducir la pobreza y el desempleo en Cataluña. No veo -a
pesar de que me confieso republicano-, que los españoles pidan a gritos por la
calle la reforma de los artículos relativos a la Corona, salvo las cuestiones
relativas a su transparencia para lo que no es necesaria reforma constitucional
alguna.
Lo que veo, siento y, por cierto, por lo que
trabajo, es por ayudar humildemente a aportar ideas para reducir el paro,
erradicar la pobreza, mejorar nuestro sistema público de Sanidad, Educación,
Servicios Sociales y Dependencia, así como favorecer el emprendimiento en un
país que es, sin duda alguna, cuna de creadores.
Y todo eso se debe hacer con la Constitución que ya
tenemos. Sin necesidad de impulsar reformas, más encaminadas a debates
estériles que a solucionar los verdaderos problemas de nuestra nación.
[*] Antonio Miguel Carmona es Secretario
de Economía, Comercio y Turismo del Partido Socialista de Madrid (PSM)
[Nota de la Redacción: por error en la publicación del artículo, no
achacable al autor, pusimos en la publicación inicial que Carmona era
catedrático, cuando en realidad es profesor. Lamentamos el error, que
queda corregido]