Hace ya mucho tiempo que sé
que, como decía
Luis Martín Santos, las diferencias entre derecha e izquierda
estriban en una cuestión de corbatas más o menos entonadas; es decir, son más
estéticas que éticas o conceptuales, especialmente en un mundo cada vez más
globalizado. Sobre todo, en una Europa cada vez más cerrada en sí misma frente
a la ventisca exterior. Así que decir que
Mariano Rajoy es un líder de la
derecha o que
Alfredo Pérez Rubalcaba lo es de la izquierda ya me parece mucho
decir, por varios y multicolores conceptos que dejo a la imaginación del lector
y al estudio de las encuestas.
Por lo mismo, yo no me
atrevería a considerar propia de un Gobierno de derechas ese proyecto de ley de
Seguridad Ciudadana que tantas atribuciones deja a la imaginación del Ejecutivo
o del Judicial de turno. De acuerdo: Don
Jorge Fernández Díaz, el ahora severo
y antes tan simpático ministro del Interior, se ha convertido en un
intransigente religioso, pero ni eso basta para desacreditar una ley, ni basta
para acreditarla el hecho de que muchos excesos callejeros quedasen impunes. Y
algo semejante podría decirse del otro gran acontecimiento continuado de la
semana, los desmanes de la UGT andaluza, que han derivado en, al fin, la dimisión
de su líder máximo,
Francisco Fernández Sevilla, quien, él sí, se cree víctima
de una 'maniobra de la derecha'. Y se fue, sin más, dejándonos
ayunos de explicaciones sobre su controvertida gestión plagada de mariscadas y
maletines (falsos) de piel. ¿Es lo de UGT un conflicto izquierda-derecha? ¿Lo
son el 'caso Gürtel' -a ver cuándo termina la instrucción,
por cierto-o el 'affaire
Bárcenas'?
Claro que no. Todos los
escándalos muestran una manera errónea de gobernar a los ciudadanos,
independientemente del descolorido color político. Por eso hay que pedir, reiteradamente,
un cambio radical en la forma de representar a los españoles. Ahora le toca a
Rajoy, porque es quien está en La Moncloa. Si estuviese Rubalcaba, a quien, en
nombre de la izquierda, le impiden hablar en una Universidad española, pues
tendría que ser él quien escuchase el clamor de una calle que no se siente bien
gestionada por sus políticos, y mire usted que lamento tener que generalizar de
esta forma.
Por tanto, a Rajoy, aquí y
ahora, hay que pedirle una sonrisa más amplia para con sus gobernados, un vuelo
más elevado para con su país, una transparencia y participación mayores para
con el ciudadano de a pie. Me gusta, claro, verle tratar con
Hollande (¿es esa
la izquierda europea?) y con
Cameron (¿prototipo de la derecha?) acerca de los
separatismos en Europa, algo que el 'premier' británico entiende de
una manera y Artur Mas, que anda mosqueado como un pavo en
thanksgiving, de
otra. A ver si un día de estos el escasamente carismático presidente del Reino
de España se nos a va a levantar como un líder silencioso de la unidad de la UE...Tiempo
al tiempo.
Pero ya digo: ni los desastres
derivados del varapalo de Estrasburgo a la 'doctrina Parot', ni las
advertencias de
Aznar en el sentido de que lo peor que le puede pasar a la aún
joven democracia española es que 'la derecha se fragmente', tienen
lo más mínimo que ver con esa imaginaria pugna entre las ideas de izquierda y
derecha, que más corresponden al XIX que a nuestros días. Ni, desde luego,
tiene relación alguna con la destilación de las ideas de la izquierda el
choriceo en un sindicato que, de todas formas, no sabe muy bien a dónde va, ni
el boicot a una conferencia del secretario general del PSOE por parte de medio
centenar de 'indignados', que han conseguido con ello titulares con
los que jamás hubiesen soñado por sus propios merecimientos.
En mi opinión, todo lo
antedicho son detalles coyunturales: lo verdaderamente serio es que ni la
derecha ni la izquierda teóricas, aquí en España, son capaces de reconocer lo
que el país que es el motor de Europa ya ha descubierto hace años. Es decir,
que solamente el pacto hace avanzar, en momentos de crisis generalizada, a las
sociedades. Y conste que ya no recuerdo qué ministerios les han tocado a los
socialdemócratas y cuáles a los democristianos -a ver si usted puede
diferenciarlos, por cierto, de los liberales-en esa 'grosse
koalition' que aquí, en casa, nos hubiese resultado tan útil hace cinco
años y que habría hecho que algunas de esas memorias de falsos estadistas que
pueblan los anaqueles de las librerías hubiesen contenido muchas menos páginas de
autojustificación. Y bastantes menos catástrofes económicas y políticas.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>