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Y ahora, el contubernio antisindical

Y ahora, el contubernio antisindical

viernes 29 de noviembre de 2013, 16:00h
Durante la pasada dictadura era bastante habitual que cuando algún país democrático criticaba al régimen del general Franco, éste y sus voceros achacaran las críticas al "contubernio judeo masónico" que odiaba la "paz social" conseguida en España, una paz que era como la de los cementerios, silente y muda, donde nadie podía alzar la voz contra la falta de libertades. Bueno pues parece ridículo pero, después de casi cuarenta años de la muerte del dictador y de más de treinta de haber recuperado la democracia, algunos miembros de la izquierda española siguen hablando de contubernios esta vez fascistas cada vez que se sacan a la luz engaños, tropelias y robos cometidos por miembros de los partidos a los que pertenecen. Ha estado ocurriendo en Andalucía desde que la juez Mercedes Alaya comenzara a destapar el enorme fraude de los EREs. Según la Junta y sus respectivos presidentes, según Chaves, Griñán y hasta Susana Díaz, lo de los EREs era una sarta de mentiras, un montaje auspiciado por la derecha y sus altavoces mediáticos para desacreditar a los Ejecutivos socialistas. Cuando el caso le explotó de lleno dejó de ser un contubernio para convertirse en una chorizada de tres o cuatro indeseables que se habían aprovechado del carnet del PSOE en beneficio propio para llenarse los bolsillos con el dinero de todos los andaluces mientras los ciudadanos fieles a su ideología de "honradez" seguían votándoles, elección tras elección, sin enterarse de la misa la media.

Ha tenido que ser la Justicia y más concretamente la Justicia encarnada en la magnífica juez Alaya, la que ponga las cosas en su justo término, negro sobre blanco, para demostrarle a la sociedad que en la trama no sólo había tres o cuatro indeseables, como decían hace tan sólo unos meses, sino hasta más de ciento cincuenta desaprensivos entre los que se hallaban, entre otros, varios ex presidentes de la Junta, muchos ex consejeros y casi medio centenar de altos cargos de la Administración socialista que, haciendo de su capa un sayo, se habían repartido miles de millones de fondos públicos que tendrían que haber estado destinados a los parados. El contubernio no era precisamente un invento de la derecha sino el que ellos mismos habían montado para poder esquilmar las arcas públicas con absoluta impunidad. A esta alturas de la película, nadie en el Ejecutivo de Susana Díaz, personado como acusación particular en la causa aunque en muchas ocasiones haga las veces de defensa, es capaz de mantener que toda la trama de los EREs fraudulentos es un montaje de la oposición. Y aunque aquí nadie asume responsabilidades políticas, va a tener que ser Mercedes Alaya quien finalmente decida quién o quienes se van a enfrentar a sus responsabilidades penales.

Con lo de la UGT andaluza está pasando algo parecido. Cuando surgieron los primeros escándalos sobre fondos de la Junta destinados a los parados y desviados por el sindicato que entonces dirigía Manuel Pastrana a pagar comilonas en la caseta de Feria, facturas de hotel, fiestas o pegatinas y autobuses para acudir a las manifestaciones, muchos políticos y dirigentes sindicales se echaron las manos a la cabeza afirmando que todas estas denuncias eran un contubernio de la derecha para desprestigiar la labor de los sindicatos. El sucesor de Pastrana, Francisco Fernández Sevilla, que lleva menos de un año en el puesto de secretario general de la UGT-A y al que le han caído encima todos los trapos sucios, es quien va a pagar los platos rotos de una corrupción mantenida y auspiciada por la propia Junta quien durante muchos años ha cerrado los ojos al control de los cientos de millones que la Administración le ha estado dando a sindicatos y empresarios a través de los Acuerdos de Concertación Social tan aplaudidos por Chaves y Griñán. Qué casualidad que ahora, con los EREs sobrevolando San Telmo, Susana y su equipo le reclame a UGT-A la devolución de más de un millón de euros. Algo se ha roto entre el PSOE y el sindicato hermano.

De hecho el líder de la UGT, Cándido Méndez, agobiado por las sucesivas denuncias, no ha tenido más remedio que reconocer que "se asumirán todas las responsabilidades" aunque insiste en lo de la "campaña de difamación mediática" en contra del sindicato. Y claro, ha sacrificado al "chivo expiatorio" de Fernández Sevilla, obligándole a dimitir creyendo que con ello pone punto y final al escándalo. Nada más lejos de la realidad porque van a seguir saliendo trapos sucios que pueden salpicar hasta al mismísimo Cándido Méndez. Al tiempo.

Va siendo hora de que aquí cada cual asuma sus responsabilidades y deje de echar balones fuera achacando cada denuncia al "contubernio judeo masónico". Los españoles ya no somos los sumisos españolitos de los años 50 o 60 y sabemos de sobra que buena parte de la clase política (y sindical) que nos ha estado dirigiendo en las últimas décadas se ha forrado a nuestra costa. Que no se quejen si cuando llegue la hora de votar o de respaldar una huelga general, la gente se quede en casa viendo a su equipo de fútbol. La cosa no está como para jugarse el sueldo o el tipo para respaldar a toda una caterva de chorizos que nos están timando. 
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