martes 26 de noviembre de 2013, 11:38h
Todos
los ciudadanos de este país tienen alguna idea (o varias) de cómo regenerar la
vida política española. Los únicos que parecen no tener ninguna son los
políticos.
Ahí
radica precisamente el problema. En ellos.
O
sea, que si logramos reconvertir a nuestros políticos modificando su
comportamiento, cambiando su modo de organizarse (o sea, los partidos
políticos), exigiéndoles ser más competentes, atribuyéndoles responsabilidades
(incluso penales) y obligándoles a responder directamente ante sus electores (y
no ante los partidos que los manejan) habremos regenerado nuestra democracia
antes siquiera de habernos dado cuenta.
Lo
primero, que los políticos sean competentes. ¿De qué, por consiguiente, esa
interminable serie de asesores que no son más que enchufados a costa del erario
público? Si algún político necesita asesorarse (como nos ocurre a cualquiera),
tiene para ello cantidad de funcionarios públicos, se supone que bien
preparados y que han superado oposiciones específicas para el cometido que se
les ha asignado.
En
segundo lugar: ¿quiénes deben ser políticos? Muy sencillo: los que el pueblo
quiera y no los que designen unos partidos condicionados por intereses endogámicos.
Hay muchos sistemas para ello: desde listas abiertas hasta bajar el umbral
electoral, pasando por la circunscripción uninominal, en la que un solo
candidato por partido pelee en cada distrito por ganar el voto de los
electores.
Finalmente,
hay que concluir con la impunidad clasista de los políticos de oficio, que
entran en esa profesión en la adolescencia (en vez de continuar sus estudios) y
la prolongan de por vida, jubilándose en consejos consultivos, empresas
públicas y otros inútiles asesoramientos de los que no tienen ni idea (en
confesión propia de ex consejeros de cajas de ahorros ante las comisiones
correspondientes).
Así
se acabaría con el ruinoso abultamiento de lo público, la opacidad
administrativa (como la de afirmar en sede parlamentaria que los contratos
públicos son confidenciales, vaya por Dios) y la irresponsable ignorancia de
unos políticos asilvestrados e imbéciles.
Como
ven, se trata de unas ideas mínimas para aplicar el sentido común en vez de la
conveniencia partidista. Pero, claro, como la reforma está en manos de los
mismos que se verían perjudicados por ella, ya me dirán cómo podemos meterla
mano.
[*]
Enrique Arias Vega es periodista
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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