Reforma constitucional y regeneración democrática
lunes 18 de noviembre de 2013, 09:29h
Llevamos ya casi seis años de crisis económica, a la
que se ha sumado un evidente desgaste de las instituciones políticas y sociales
de la democracia, las fuertes tensiones del funcionamiento del Estado autonómico,
el impacto de los fenómenos de corrupción, el crecimiento de la desigualdad. Estos
y otros factores de crisis política, económica y social se están traduciendo en
un evidente malestar y descontento de gran parte de la población, al que es
urgente dar respuesta.
Para muchas personas esta insostenible situación
requiere una especie de refundación de nuestro sistema democrático y en
definitiva un nuevo proceso constituyente. Abordar este debate exige rigor,
serenidad, mucho dialogo y consenso y desde luego abandonar el espejismo de que
una amplia reforma de la Constitución de 1978 o incluso una nueva Constitución resolverían
los problemas que tiene la sociedad española. La Constitución es un marco de
convivencia pero no un ungüento milagroso.
Próximamente se cumplen los 35 años de la aprobación
de nuestra Constitución, que hoy muchos cuestionan pero que en su día supuso un
avance indudable en la construcción de la democracia. Para valorar adecuadamente
el actual texto constitucional tenemos que partir de la situación en que se
produjo su elaboración y aprobación, que no por conocido por la mayoría
conviene olvidar.
Un estado profundamente centralista con acentuados
desequilibrios y diferencias territoriales; una administración pública
infradesarrollada, poco profesional, burocratizada y despectiva con la ciudadanía;
un tejido industrial en buena medida obsoleto y poco competitivo; un casi
inexistente Estado de Bienestar Social; un sistema educativo clasista y de baja
calidad; un sistema fiscal limitado y con numerosas facilidades de
defraudación; un sector agrario aun importante pero muy poco eficiente; una mayoría
parlamentaria de centro derecha, un PCE con una presencia muy inferior a lo que
había sido su papel en la lucha antifranquista y un PSOE en pleno proceso de
crecimiento y sedimentación; una permanente amenaza golpista; una implacable
actividad terrorista; una Administración de Justicia y unas fuerzas de orden público
aún con profunda influencia franquista; un marco de relaciones laborales
heredado de la dictadura; unos sindicatos recién legalizados y una patronal
todavía acostumbrada al autoritarismo; una inflación desbocada, un paro
creciente con una insignificante protección al desempleo; la nula influencia de
España en los ámbitos internacionales y un largo etc. Éramos un país con gravísimos
problemas políticos, económicos y sociales no resueltos.
Que en ese contexto saliera una Constitución
consensuada y moderadamente progresista fue un hito histórico que se explica
por la voluntad de renovación y regeneración democrática, de cambiar y
modernizar el país, de hacer una sociedad mas justa y cohesionada, compartida
por la mayoría de las fuerzas políticas y por la presión y movilización de la ciudadanía
y muy en especial de los sindicatos.
La Constitución contribuyó a la democratización de la Administración
Pública, al desarrollo del Estado de Bienestar Social, a una amplia
descentralización política, a la modernización y cohesión de la sociedad
española. Pero el pleno desarrollo y aplicación de la Constitución ha estado
inevitablemente condicionado por la correlación de fuerzas políticas, por las características
de los sucesivos gobiernos y por la incidencia negativa de tres grandes crisis económicas,
a principios de los años 80, a principios de los años 90 y la actual. Por ello,
toda la potencialidad progresista de la Constitución no ha sido aprovechada y
es evidente que con demasiada frecuencia ha habido una interpretación sesgada y
conservadora de la misma.
Treinta y cinco años después de su aprobación, España,
Europa y el conjunto del mundo han cambiado y mucho, apareciendo nuevos
problemas y realidades no contempladas en el texto constitucional, lo que podría
aconsejar una actualización.
Sin embargo antes de embarcarse en un proceso de esta
trascendencia conviene tener algunas ideas claras, no vaya resultar que en
lugar de avanzar, retrocedamos. En primer lugar, insisto, la Constitución es un
instrumento de garantías democráticas, pero de por sí no es un varita mágica
que resuelva rápida y favorablemente todos los problemas. En segundo lugar, la
estabilidad constitucional es un bien preciado y la precipitación o afán de
cambiar todo puede generar una inestabilidad institucional, política, económica
y social; por ello hay que valorar bien cada cambio que se proponga. En tercer
lugar, las reformas constitucionales exigen un amplio consenso político y
social y cuando éste no tiene lugar, como ha sucedido con la reforma pactada entre
el PSOE y el PP en el año 2011, se daña y cuestiona la legitimidad de la propia
Constitución y en definitiva se deteriora el marco de convivencia democrático.
En otras palabras, hay que guardar un razonable
equilibrio entre el dejar las cosas como están por temor a las dificultades y
complicaciones o a no llegar a un amplio acuerdo y en el otro extremo el
revisionismo generalizado. Por tanto, renovar lo necesario a través de un
amplio pacto constitucional es la condición imprescindible para que esta actualización
sea comprendida, asumida y defendida por la inmensa mayoría de la ciudadanía.
A partir de esas consideraciones generales, ¿qué
cuestiones sería preciso abordar? En mi opinión habría tres bloques de actuación.
El bloque del diseño del Estado, de reconocimiento de los derechos de los pueblos
y territorios que conforman España, de distribución de competencias entre las
tres administraciones públicas y del conjunto de ellas con las competencias de
la Unión Europea. Un segundo bloque de mejora de la calidad de las
instituciones democráticas, de potenciación de la participación ciudadana, de
la transparencia y el acceso a la información, de la lucha contra las diversas
formas de corrupción. Un tercer bloque de perfeccionamiento, ampliación y universalización
de los derechos sociales e individuales, un más efectivo tratamiento de la
igualdad de genero y los derechos de las mujeres, la consolidación y avance del
Estado de Bienestar Social, el reconocimiento y regulación de nuevos derechos
en la sociedad de la información y de la globalización, la efectiva
aconfesionalidad, la presencia de la inmigración y los derechos de las minorías.
En esta reforma constitucional se tiene que reafirmar
el derecho al trabajo, a unas condiciones dignas de trabajo, los derechos de
carácter universal a la educación, a la salud, a las pensiones y a la protección
en la vejez y en las situaciones de dependencia, a los servicios sociales,
garantizar recursos y medios de inclusión para evitar o salir de la pobreza y
la exclusión social. Igualmente es necesario subrayar el papel de los
sindicatos, de los agentes sociales, de su participación institucional, la
importancia de la concertación social. Y también el apoyo a la función que
cumplen las organizaciones no gubernamentales de carácter solidario.
Por tanto, una ambiciosa propuesta de reforma y
ampliación de la Constitución, aunque no se trata de reescribir de arriba abajo
la Constitución, sino de ajustar, precisar, matizar, añadir y ampliar, sin
necesidad de modificar lo sustancial del actual texto, que en buena medida
sigue siendo plenamente valido.
Pero quiero reiterar: para CCOO tan importante como el
"qué" queremos reformar es el "cómo" se debe abordar la reforma. Una reforma
constitucional, ni se impone, ni se hace para ser cambiada cuando haya otra mayoría
parlamentaria. Debe tener vocación de permanencia y respeto generalizado. Debe
mirar a la situación actual, pero sobre todo al medio y largo plazo. El proceso
de reforma debe articularse con un amplio y bien estructurado proceso de debate
político, social, con participación de los agentes sociales, de las
instituciones e intereses concernidos, de consulta a profesionales y
constitucionalistas de prestigio, de conocimiento de realidades de otros países...,
etc.
Desde CCOO venimos reiterando que de la crisis económica
no saldremos si previamente no hay una profunda regeneración democrática. Todas
las fuerzas políticas y sociales estamos obligados a afrontar este reto y a
responder a las demandas de la ciudadanía. La celebración del 35 aniversario de
la Constitución debería ser una buena ocasión para impulsar un dialogo
riguroso, participativo y transparente, sobre la reforma Constitucional como
instrumento de regeneración democrática.
[*] Ignacio Fernández-Toxo es Secretario General de la CS
de CCOO
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (2)
25032 | pep - 19/11/2013 @ 20:03:22 (GMT+1)
Pero como se puede tener tanta caradura la reforma que de verás hay que hacer es largar con viento fresco a unos sindicatos enquistados en la vida de hace dos siglos y el bien vivir. Nuevos sindicatos con gente sana y con ideas que ayuden y protejan al trabajador y no gente como este elemento tragala y vividor.
24995 | Cuquiña - 18/11/2013 @ 14:52:58 (GMT+1)
Sr. Toxo, no sé como se atreve a escribir, vds. es decir CCOO y UGT son una rémora para el progreso de España, se han forrado indecentemente quedándose con dinero para parados, haciendo chanchullos con el enorme dineral que se ha puesto en sus manos para cursillos, donde vds. se han quedado con una gran parte. ¿Qué empleos esperaba que encontraran los parados con los cursos de risoterapia?, una de tantas cosas con las que se han reído de nosotros, otras veces daban dos días y decían que eran pocos, son unos "presuntos" estafadores que se han reído de la sociedad y se han forrado económicamente, presentes en Consejos de Administración, vds. son los capitalistas disfrazados de "famélica Legión". Otros sindicatos como USO son posibles, UGT y CCOO deben desaparecer por sinvergüenzas.
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