lunes 04 de noviembre de 2013, 09:58h
El
invierno climático enfría Europa, como todos los años, hasta que vuelve la
primavera. Pero hay otro invierno más largo y peligroso: el invierno
demográfico. Es una amenaza a la vitalidad de los pueblos que, tras haber
alcanzado los más altos niveles de libertad y cultura, parecen resignarse a la
extinción, en una especie de suicidio colectivo, por desintegración de las
familias fértiles. La situación, sin precedentes históricos, se detecta en la
modificación de la estructura de edades. Cada vez es más numerosa la población
senil y menor la población infantil. Es un fenómeno antinatural que haya más
ancianos que jóvenes o más jubilados que trabajadores. Esta tendencia no solo
amenaza a la continuidad de las estirpes sino a su bienestar, planteando
problemas insolubles a la solidaridad social, más profundos y enquistados que
las consecuencias ocasionales de las crisis financieras. Porque el deseo de
crecimiento, que es el factor imprescindible para la recuperación y el mantenimiento
del estado de bienestar, no es posible sin una línea de población ascendente en
que las generaciones activas puedan pagar las pensiones de los viejos.
La
situación ha sido disimulada las últimas décadas por esa emigración, frente a
la que se manifiestan inconscientemente los grupos de extrema derecha con
criterios nacionalistas y racistas de apariencia conservadora, cuando la
realidad es que no son capaces de conservar más que decadencia y disminución .
Sus reacciones están provocadas por la llegada de personas con apariencia de
invasión, que no se integran en los hábitos de la sociedad occidental ni asumen
sus principios abiertos y liberales. En España tenemos la suerte de contar con
una parte significativa de esa emigración procedente de países iberoamericanos
con fácil adaptación a nuestra mentalidad. Es el premio a la política de
mestizaje y civilización que realizaron nuestros antepasados a los que un falso
indigenismo demagógico intenta motejar de maltratadores y genocidas. Con unos
fermentos lingüísticos y espirituales comunes, nuestra emigración americana no
tiene nada que ver con esas bolsas de musulmanes integristas que mantienen
pretensiones fanáticas y agresivas.
La
emigración ha mantenido una apariencia de normalidad en el equilibrio de la
población laboral de Europa. Pero viene atraída por unos niveles de vida mucho
más altos que los de sus países de origen que hacen que, aún en las funciones
más modestas, encuentren una vida mejor que la que les esperaba en su tierra.
Pero el empobrecimiento de Europa y el desarrollo de otras potencias emergentes
en otros lugares de la tierra hará que este Continente deje de ser
especialmente atractivo o que haya otras zonas del planeta más pujantes y
prometedoras. La emigración no va a ser una fuente inagotable de trabajadores.
Europa debe atreverse a afrontar su realidad con políticas natalistas,
prescindiendo del falso progresismo destructor de las bases familiares de la
reproducción de la especie. El progresismo ha hecho más daño a la salud de la
población europea que todos los delirios de la extrema derecha, manteniendo el
mito de la superpoblación y el engaño de la falsa felicidad de los solitarios.
Le han hecho creer a los ciudadanos que la esterilidad beneficia al medio
ambiente en vez de explicarles que la transmisión de la vida es el bien
principal del género humano. La ideología antinatalista y la inestabilidad
familiar rebaja el valor de la heterosexualidad y de la maternidad bajo
pretexto de igualitarismos doctrinales sin efectividad práctica que no conducen
más que a una triste sociedad cuya única familia es una madre anciana y
esquemas monoparentales sin futuro. El paraíso en la tierra de la progresía
enemiga de la familia tradicional es un invierno decadente de arrugas y
pobreza.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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