Si Antonio Beristáin, el catedrático y jesuita creador del Instituto Vasco
de Criminología, no se hubiera muerto antes de tiempo, a sus jóvenes y activos
85 años, hoy estará donde siempre estuvo: con las víctimas, con las
macrovíctimas del terrorismo como él las llamaba. Este vasco limpio de corazón
defendía que ya no era la persona sino la víctima "la medida de todas las
cosas", algo que no han tenido en cuenta los jueces del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, que han aplicado la ley al milímetro pero que no han
impartido Justicia porque no han tenido en cuenta "el interés superior de las
víctimas". Hay que acatar la sentencia y aplicarla con rigor, pero hay que
seguir despreciando -no compadeciendo- al delincuente que no se arrepiente ni
repara su daño y, sobre todo, a quienes les respaldan, protegen y amparan.
Es posible que los jueces
hayan defendido la legalidad y que, al fortalecer el principio de
irretroactividad de las leyes, están defendiéndonos a todos frente a los
caprichos politicos, a las decisiones arbitrarias, a la oligarquía de los que abusan
del poder. Pero podían haber innovado, como pedía Beristáin, para tener más en
cuenta la imponente realidad humana del terrorismo -el holocausto de la segunda
mitad del siglo XX- y haber hecho un reproche moral y una petición de
resarcimiento a los terroristas y a quienes les amparan.
Decía Beristáin que en
todos los países donde pervive el terrorismo -y España, pese a la tregua
forzada de ETA, es uno de ellos-, "las personas viven aplastadas por el
elefante invisible del miedo" y añadía que "no son justas les leyes que no
respetan los derechos del hombre y, además, no representan la justicia ni la
voluntad del pueblo, que es la base de la autoridad, sino al grupo de presión
que las elabora, las promulga y las impone".
Con Beristáin, el hombre
que tal vez mejor comprendió a todas las víctimas hasta llegar a escribir un
tratado sobre Victimología y a crear escuela, todos tenemos que estar con las
víctimas porque en ellas "hay una seguridad, un algo diferencial, un elemento
invisible e inalienable, una riqueza que las distingue para siempre". Las víctimas y quienes las apoyamos ganaremos
la guerra, a pesar de que una sentencia, muchas traiciones, los errores de algunos
gobernantes permitan sobrevivir a los asesinos. Frente a quienes se preguntan
qué derechos humanos ha puesto por delante el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, hay que responder que, hoy más que nunca, la batalla es por la plena
vigencia de los Derechos Humanos. "Allí donde domina el terrorismo, decía
Beristáin, se anula la voz y la palabra" pero el testimonio de las víctimas, su
dolor, su fuerza, "su contribución fecunda a la convivencia universal logrará
la victoria siempre, aun cuando aparentemente figuren como vencidas". La
convivencia en el País Vasco no se construirá sobre el olvido ni sobre las
decisiones legales pero injustas de los tribunales sino sobre los Derechos
Humanos y la memoria de las víctimas.
francisco.muro@planalfa.es