lunes 21 de octubre de 2013, 10:27h
Hay
quienes hablan de reformar la Constitución como "tercera vía" para facilitar el
entendimiento entre los territorios de España, sin aclarar cuál sería el
contenido de la propuesta. Por supuesto, quienes especulan con esta
posibilidad, no se refieren a sus preceptos de menor transcendencia sino a
aquellos que afectan a sus títulos esenciales en los que se definen las
características del Estado, su forma política y su organización territorial y
los derechos fundamentales de todos los españoles. El procedimiento de reforma exige,
en estos temas, tal grado de consenso entre las fuerzas políticas y de respaldo
popular que quienes especulan, sin poseer la menor capacidad para afrontar con
éxito una iniciativa de esta importancia, saben que están hablando por hablar y
que igual podrían proponer una reforma que una revisión o una derogación.
Ni
tan siquiera un cambio de sistema político tan profundo como el efectuado en la
Transición se hizo fuera de la legalidad antecedente, sino "de ley a ley" y
previa una ley de reforma política promulgada de acuerdo con la normativa
anterior. Por eso se dice que hubo reforma y no ruptura. Quienes ahora proponen
cambios constitucionales deben tener claro que solo podrían calificarse como
reformas si se hacen dentro de la legalidad actual. De lo contrario, deberían
afrontar las responsabilidades y riesgos de proponer un golpe sedicioso con
todas sus consecuencias y, en este sentido, son más sinceras las posiciones de
los grupúsculos extremistas, violentos o antisistemáticos que las predicaciones
hipócritas y melifluas de chantajistas disfrazados de reformadores.
Todas
las hipótesis disolventes caben en la imaginación pero no pueden ampararse en
ningún legalismo. Solo pueden concebirse como vías de ruptura y solo pueden
realizarse con la técnica de la subversión o el golpe de estado, no por
procedimientos de normalidad institucional. Las Constituciones nacen de un
acuerdo básico en su origen, con una convergencia inicial de criterios y apoyo
popular. Romper el acuerdo original y pedirle al pueblo que refrende otro nuevo
exige estar en condiciones de establecer un punto de coincidencia básico y de
obtener la aprobación general de la opinión pública. Por tanto, quienes
especulan con reformas constitucionales sin precisar su contenido, ni con que
fuerzas concurrentes cuentan y sin tener la convicción razonable de un apoyo
popular contundentemente mayoritario, están engañando a su audiencia. Tal es el
caso de los socialistas que predican lo que llaman tercera vía y que, en
teoría, proponen un federalismo con el que no comulga ni la mayoría gobernante
ni las minorías separatistas y, también, el caso de presuntos "moderados", como
Duran i Lleida, intentando flotar entre sus socios de allí y sus colegas de
aquí. A esta línea de ambiguos y presuntos componedores se ha incorporado hoy el
expresidente Zapatero, responsable ayer de decir a los políticos del
"Parlament" catalán que aceptaría lo que propusieran, en vez de advertirles que
tal aceptación se produciría siempre y cuando su proyecto se adaptase a la
Constitución vigente. Ahora dice que es "en el terreno de la reforma de la
Carta Magna en el que podemos volver a entendernos". Es como decir que, para
entenderse, será la Constitución la que debe adaptarse a los planes
nacionalistas y no al contrario. Como se ve, don "erre que erre" sigue como el
título de la canción: "Volver a empezar".
No
puede negarse que la natural evolución de la historia pueda hacer convenientes
cambios o actualizaciones de cualquier marco legal. Cambios concordados y
capaces de suscitar el apoyo popular más amplio. Pero la cuestión está en saber
que clase de cambios. Cuando una Constitución se ve atacada desde posiciones
centrífugas, disgregadoras o destructivas, no parece lógico suponer que las
reformas sean para debilitarla sino para fortalecerla. No parece razonable
pensar que cuando el modelo autonómico vigente está enturbiado por
corrupciones, duplicidades y despilfarros, las reformas deban hacerse para
favorecer las tendencias hacia la dispersión y el caos. Estructuras demasiado
gravosas, burocracias excesivamente infladas, fantasmagorías culturales
engañosas y fracasadas, son el resultado del abuso de quienes han confundido
las competencias de gobierno que les ha otorgado el sistema constitucional con
erigirse en reyezuelos de Taifas. En parte, estos vicios, son consecuencia de
un poder de representación artificioso que el propio sistema electoral ha dado
a minorías locales en grado tácticamente superior al peso de sus votos en el
conjunto nacional. La necesidad de obtener un mínimo de sufragios en el
conjunto nacional para acceder al Parlamento es una opción a tener en cuenta. La
exigencia jurídica de lealtad a las leyes vigentes de quienes ostentan un cargo
institucional es una práctica elemental en cualquier democracia. El
espectáculo de dirigentes territoriales obstinados en corroer la estructura del
Estado en cuyo nombre actúan es un espectáculo vergonzoso que España está
ofreciendo al mundo. Las reformas que se necesitan y que la opinión general
admitiría como razonables no consistirían en nada que contribuya a satisfacer o
extender tendencias separatistas o anárquicas, sino en disposiciones que
fortalezcan a las instituciones constitucionales, a la unidad de mercado, a la
nivelación cultural y a la responsabilidad política de los dirigentes. Lo que
está en juego, a la vista de los acontecimientos, no es debilitar la
Constitución, sino robustecerla. A poco que se palpe la opinión pública, salta
a la vista que encontrarían respaldo popular las reformas que pongan orden y
ahorro en la casa común y que no serían estimadas reformas que acrecienten el
desorden y aflojen los lazos de solidaridad e igualad entre los españoles.
Proponer reformas constitucionales solo tiene sentido para reforzar la
Constitución, no para debilitarla.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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