Todos admiten, en los
pasillos de la 'cumbre' iberoamericana de Panamá, que no será fácil
sustituir a Enrique Iglesias al frente de la Secretaría General Iberoamericana
(SEGIB), responsable de la preparación de estos congresos y, de alguna manera,
de la coordinación de los intereses iberoamericanos en los más insospechados
niveles. Pero el más que octogenario Iglesias, un uruguayo que fue presidente
del Banco Interamericano de Desarrollo y que conoce bien el entramado de los
negocios entre uno y otro lado del charco, ha agotado ya su trayectoria, aunque
a él, cuentan, no le hubiera importado demasiado seguir en el rentable,
brillante e influyente cargo: nada menos que el responsable de convocar, cada
año, a los jefes de Estado de los veintitrés países iberoamericanos en una 'cumbre'
que lleva más de dos décadas funcionando. Con mayor o menor eficacia, eso sí,
pero este aspecto resulta incluso secundario: lo importante es, era, que los
mandatarios, algunos tan enfrentados, se encontrasen. Ocurre, no obstante, que
la sustitución del muy veterano Iglesias no parece que vaya a ser tan fácil.
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La de Panamá, la 'Cumbre Iberoamericana' de la renovación... y de las ausencias
Pero los tiempos han cambiado.
Y, aunque es cierto que, a trancas y barrancas, y cada vez con mayores
ausencias -once de veintidós, en este congreso de Panamá-- , las 'cumbres'
se han seguido celebrando, ya nada es como era. Ni las relaciones de los
latinoamericanos con España, en general, son las mismas, ni el interés por
estas 'cumbres', financiadas en un setenta por ciento por España,
vía Segib, es ya el que era. América Latina es, globalmente considerada, una economía
emergente, y España, a pesar del optimismo oficial, ya no. Entidades
supranacionales latinoamericanas, como el propio BID o la Corporación Andina de
Fomento (CAF), se han convertido en financiadoras de proyectos
transcontinentales. Y no hay planes comunes entre las dos orillas del 'charco'.
Así que, como anunció el
Rey
en su videomensaje a los congregados en Panamá, vienen tiempos de mudanza en el
funcionamiento y la mecánica de las 'cumbres'. Incluyendo el rostro
-esto, claro, no lo dijo el Rey en su mensaje, en el que omitió muchas
cosas-del secretario general iberoamericano. Todos citan en Panamá a la
costarricense
Rebeca Grynspan, ex vicepresidenta segunda en su país y actual
secretaria general adjunta del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD).
Es una figura relativamente secundaria, admiten quienes
proponen su nombre, entre ellos el Ministerio español de Exteriores. Pero, al
menos, al ser de nacionalidad costarricense, no levanta demasiadas
susceptibilidades entre países como Venezuela y Colombia, por poner apenas un
ejemplo de tradicionales enfrentamientos entre naciones del continente. Claro
que no faltan otras voces que dicen que, en comparación con Iglesias, la señora
Grynspan es "demasiado irrelevante". Lo dicen las diplomacias
mexicana, brasileña y colombiana, que, al menos, se mantienen fieles a las
convocatorias de las 'cumbres'. Nada que ver, por ejemplo, con otro
rumoreado candidato, el ex presidente colombiano Ernesto Samper, un 'peso
pesado' y buen amigo de España a quien los roces políticos en su propio país
parecen haber apartado de la sucesión en la Segib. Una lástima.
España no solo pretende
situar en la Segib, con sede central en Madrid y más de sesenta funcionarios en
plantilla, a alguien que por lo menos provoque un cierto consenso; también
quiere que otras naciones ibaeroamericanas contribuyan en mayor medida a la
financiación de estas 'cumbres', al menos incrementando en un diez
por ciento las 'otras' contribuciones, que ahora se limitan al
treinta por ciento. Es de temer que sea un vano intento, ante el desinterés
general por estas conferencias, que, a partir de 2015, pasarán a ser bienales,
en lugar de anuales. Lo que tampoco deja de resultar significativo, como
significativa fue la ausencia del convaleciente
Rey Juan Carlos, que siempre actuó
como 'primus inter pares' en estos acontecimientos y que no logró,
o no intentó, lograr el mismo papel para su hijo el Príncipe.
Una 'cumbre', en
fin, no solamente descafeinada por las ausencias, para las que ya no se
encuentra una explicación suficiente. Lo importante es que Panamá ha dejado en
el ambiente el aroma de las flores marchitas. Algo hay que hacer, pero ¿qué?
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