Arnold Schwarzenegger visita el Valle de los caídos mientras a Priebke no le quieren enterrar
viernes 18 de octubre de 2013, 11:14h
Que España no
es una democracia madura lo acabamos de comprobar.
Una vez más ha estado por aquí Arnold Schwarzenegger para presentar en Madrid
el circuito de carreras de obstáculos que se ha convertido en un
fenómeno deportivo en Estados Unidos. Pero ha
hecho algo más. EI 12, día de
la Hispanidad, fue al Valle de los Caídos. ¿Por qué?
Porque está abierto y quería ver
cómo está ese monumento a la Victoria de Franco, con
Franco dentro. Toda una anomalía democrática.
Pero en España, ayuna de cualquier sensibilidad democrática,
a nadie le llamó la atención. Incluso hizo gracia.
Pero mientras
esto pasaba en Madrid en Italia, en la vilipendiada Italia de Berlusconi, nadie
sabía qué hacer con un asesino de guerra como
Priebke, una Hermanita de la Caridad en comparación con
el criminal Francisco Franco. Ese si que fue un asesino.
Una base militar custodia los restos de Priebke
Contactos entre
Italia y Alemania para resolver el caso
El caso Priebke se
ha convertido en un esperpéntico culebrón, en un episodio
que reabre heridas históricas, resucita viejos fantasmas y crea tensiones
diplomáticas. El cadáver del criminal de guerra nazi, fallecido la semana
pasada a los 100 años, pasó toda la jornada del miércoles en el aeropuerto militar
de Pratica di Mare, al sur de Roma, a la espera de destino.
El alcalde de la
capital italiana, Ignazio Marino, insistió en que el exoficial
de las SS no puede ser enterrado en la ciudad donde organizó la ejecución de
335 personas en 1944. "Para mí, sigue siendo el verdugo de las Fosas
Ardeatinas y la ciudad de Roma no puede darle hospitalidad ni sepultura",
dijo Marino.
Los restos de Erich
Priebke fueron trasladados a la base de Pratica di Mare en la
medianoche del martes, después de que no pudiera concluirse el funeral en la
cercana localidad de Albano
Laziale, junto a Castel Gandolfo. Las exequias tuvieron que suspenderse ante el
caos que se vivía en la calle. Grupos neonazis llegaron desde Roma para honrar
a Priebke. Estos extremistas atacaron a las fuerzas del orden. En el otro lado
estaban los ciudadanos de Albano Laziale, indignados de que se hubiera permitido llevar
al difunto hasta la sede de la Hermandad Sacerdotal San Pío
X, de
los tradicionalistas lefebvrianos.
A la prefectura de
Roma, que se ha visto desbordada por el asunto, le pareció
que el aeropuerto militar era el lugar más seguro para evitar nuevos incidentes.
Además, facilitaría la partida
del féretro, por vía aérea, en caso de que Alemania
aceptase recibirlo. Pero el Gobierno de Berlín no expresa ningún deseo de
hacerlo. El portavoz del ministerio alemán de Asuntos Exteriores, Martin Schaefer,
dijo que la decisión sobre dónde es enterrado Priebke corresponde a su familia. Admitió que un alemán tiene el derecho a ser enterrado en su país, aunque el
Gobierno no entra en la materia. "No depende de nosotros encontrar una
solución", añadió Schaefer, si bien reconoció que hay contactos "informales"
con Italia para superar lo que ya es una pequeña crisis diplomática.
Es evidente que la
tumba de Priebke, uno de los últimos criminales nazis que
estaban aún vivos, puede devenir un santuario de extremistas. Todos quieren
evitarlo. Un ministro de Brandemburgo, el land donde nació Priebke, propuso que
sea enterrado en una tumba anónima, pero cuesta imaginar que tal
anonimato se respete.
El caso Priebke está
siendo especialmente doloroso porque ha coincidido con la conmemoración del 70º
aniversario de las deportaciones de judíos del gueto de Roma. Se llevaron a
Aüschwitz a 1.024 personas. Les dieron apenas 20 minutos para escoger la ropa
que se llevaban y los efectos personales más básicos. Sólo 16 regresaron del campo de exterminio.
El miércoles hubo una solemne ceremonia en la sinagoga, junto al
Tíber. Asistió el presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien era ya
un adulto cuando ocurrieron los hechos. Varios oradores hebreos aludieron a
Priebke pero sin pronunciar su nombre para no profanar un lugar sagrado. ¿Se
imaginan algo así en Madrid y que el rey fuera a un acto republicano? No
¿verdad? Pues eso. El rey, puesto por Franco, iría al acto de Franco. España es
así, Señora Baronesa.