El Parlamento Europeo otorgó hace unos días el premio Sájarov a la libertad de conciencia a MalalaYousafzai, la niña paquistaní que se ha convertido en un icono del derecho a la educación tras ser atacada por denunciar la prohibición talibán que impedía a las niñas acudir al colegio. Precisamente, su país es uno de los tres lugares donde más alumnas quedan excluidas de la escolarización.
En el mundo hay 31 millones de niñas en edad de cursar la enseñanza primaria sin escolarizar, de las cuales buena parte se concentran en sólo tres países: Nigeria (casi 5,5); Pakistán (más de 3) y Etiopía (más de 1 millón).
Más educación, más vida
El lento avance de la educación de las niñas repercutirá en sus vidas -a menor educación aumentan los embarazos no deseados, los matrimonios precoces, la mortalidad materna y la brecha salarial entre hombres y mujeres-, pero también en la de su descendencia.
El informe de seguimiento de la educación de la UNESCO destaca que la educación de las niñas "puede salvar vidas" y presenta algunas cifras impactantes:
- Si todas las mujeres recibieran instrucción primaria, habría un 15% menos de mortalidad infantil y 1,7 millones de niños se salvarían del raquitismo y la desnutrición.
- En el África subsahariana, si todas las mujeres completaran la enseñanza primaria, la mortalidad materna podría reducirse en un 70%.
- Si todas recibieran educación de nivel secundario, la mortalidad infantil se reduciría a la mitad y se salvarían 3 millones de vidas y 12 millones de niños se salvarían del raquitismo y la desnutrición.
La UNESCO pone de relieve que la malnutrición y las enfermedades infantiles se pueden prevenir gracias a la educación de las madres. Las mujeres con mayor instrucción tienen más recursos para cuidar a su descendencia porque conocen el valor de los nutrientes, las prácticas de salud e higiene apropiadas... En definitiva, la educación femenina transforma la demografía.

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