lunes 14 de octubre de 2013, 11:05h
La fiesta nacional del 12 de
Octubre dio síntomas de vitalidad en una España cuestionada. Unos separatistas
catalanes anunciaban, días antes, que conmemorarían la fecha durmiendo la
siesta. Hicieron bien, como los niños asustadizos que se tapan la cara para no
ver al coco. Porque lo que no veían, mientras dormían, fue un desfile en
Madrid, presidido por el Príncipe de Asturias, por causa de la convalecencia
del Rey, que se convirtió en un símbolo de la continuidad sin fisuras de
instituciones nacionales que no conocen de abdicaciones de su misión, por
encima de las vicisitudes personales o peripecias políticas. En Barcelona,
tampoco vieron la Plaza de Cataluña abarrotada de banderas rojigualdas, que
eran los mismos colores de dos geometrías cromáticas secularmente unidas. Menos
justificado es que, también, se fuesen a dormir la siesta los socialistas de
Barcelona quienes, al parecer, prefieren perder electores que alterar el sueño
de un nacionalismo adocenado y burgués. Esas gentes creen que lo que ellos no
quieren ver no existe. Pero existe una familia de herederos de una comunidad
viable como conjunto e inviable por separado, con ancestros unidos por lazos de
sangre y descendientes unidos por proyectos de futuro.
Allí,
en Barcelona, el más grande acontecimiento hace siglos fue la llegada de Colón,
del que tampoco quisieran ver la bandera, para ser recibido por los Reyes de
España, que eran los Reyes de Cataluña, pues nunca ha habido otros Reyes en
aquella ciudad, con su exótica comitiva,
en la que figurarían jóvenes aprendices del arte de marear, como el grumete
Juan Elorriaga, procedentes de distintas tierras de España, con su
acompañamiento de indígenas que hacían el primer viaje en sentido contrario. Lo
de cruzar el Atlántico apasionó tanto a nuestros antepasados que el joven
Elorriaga volvería, ya como maestre de la carabela "La Bárbola", en la
siguiente expedición y no hace falta que venga a contárnoslo nadie a los de
este país que, expandiéndose en grande no deja de ser lo suficientemente
pequeño para que nos conozcamos todos en cada casa. La profesora sevillana
Carmen Mena, en un trabajo coordinado por Ernest Belenguer Cebrià, publicado en
Barcelona en 2001, nos describiría el brillante espectáculo de castillos,
leones y cuatribarradas, con la misma heráldica que se exhibía el 12 de Octubre
de 2013 en la Plaza de Cataluña, sin ridículos triángulos azules y estrellados.
Querer
borrar el pasado o el presente por el procedimiento de no verlo está en la
mentalidad de algunos fabuladores de nación estrecha que tampoco quisieron que
se abanderase ante sus ojos el portaaviones "Rey Juan Carlos", no fuese que las
salvas de ordenanza alterasen su siesta. Estas majaderías no están en la línea
de la auténtica tradición catalana sino que es cosa de algunos tontos
contemporáneos que pululan por todas partes. Yo había oído contar el viaje
inaugural del buque "Campeador", en 1932, en plena II República, capitaneado
por Francisco Elorriaga, como un acontecimiento jubiloso y esperamos que, más
pronto que tarde, sigan celebrándose otras fiestas náuticas de bandera al
viento.
Estos nacionalistas mentirosos
no son como los intérpretes de "Marina", de Arrieta y Campodrón, que cantaban
aquello de "dichoso aquél que tiene su casa a flote" y que convencieron a todos
los tenores de España de que cambiasen el verso de "playas que yo soñé" por "playas
las de Lloret". Estos son gentes aborregadas, de siesta con pijama y orinal
sobre el colchón de su mentalidad arrinconada. No son almogávares capaces de
ocupar Constantinopla, como los pintados en el Salón de Pasos Perdidos del
Senado de España portando la enseña cuatribarrada, sino gentes solo capaces de
decidir cuándo se acuestan y a los que les molestan tanto los campeadores de
antaño como los reyes de hogaño. Son gentes que no captan los vínculos
familiares y la médula vertebral que circulan más hondas que las políticas
ocasionales y las retóricas disgregadoras, por el cuerpo de una España que
prevalece a través de los siglos, con una determinación de continuidad que
supera las estériles amenazas y los alborotos subvencionados.
La fiesta
sigue, aunque algunos duerman la siesta. Es una fiesta para navegantes libres
de mordazas de insolidaridad y separación. A los de la siesta conviene recordarles
que la marcha de la historia no es consecuencia exclusiva de una norma
constitucional. La Constitución -según su artículo 2º- "Se fundamenta en la
indisoluble unidad de la Nación española" y no a la viceversa. La ley emana de
un hecho real que proviene tanto de la herencia de un largo camino recorrido
como de la conveniencia de un futuro trayecto por recorrer. Quizá una
Constitución podría reformarse correctamente, de acuerdo con los procedimientos
establecidos, pero los vínculos esenciales de la historia harían que, cualquier
otra norma, siga fundamentándose en "la indisoluble unidad de la Nación
española".
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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