viernes 11 de octubre de 2013, 13:40h
Respeto -pese a
mi total escepticismo- los beneficios
que se pueden obtener en un curso de risoterapia. Lo que ya me cuesta
más es respetar que un sindicato, en un país con seis millones de parados,
dedique una parte de las subvenciones que recibe graciosamente de todos
nosotros a impartir estos cursos a los trabajadores. La verdad es que suena a
cachondeo. Ya sé -y lo he escrito- que sólo será una parte mínima, una
anécdota, pero no tengo nada claro que
la clase trabajadora demande con urgencia cursillos de risoterapia. Pues
en estos cursillos y en unos más serios y en otros igual de absurdos, se han
gastado los sindicatos parte de la subvenciones que recibían. Luego llegaron los
asaltos a los supermercados y más tarde el escándalo -que aun siguen negando-
de su presunta participación en los EREs y de su no menos presunta
falsificación de facturas y desvíos de fondos. Y lo mejor que se les ocurre
para defenderse de estas bochornosas acusaciones, con pruebas contundentes y
publicadas, es comparar las detenciones ordenadas por Alaya con la negra
brigada político-social del franquismo. Y a la juez, caña por un puñado de
valientes que la esperaban a la entrada del juzgado: "fea,
inquisidora, Alaya, pepera, metete en la lechera". Una imagen bochornosa y
que deja al descubierto cuál es la actitud y el talante de estos personajes. Y así les va. A la misma hora que en rueda de
prensa afirmaban que, según su investigación, todo cuadra y solo admiten
posibles y puntuales errores, la presidenta de Andalucía informaba que ya se
habían devuelto más de 25 mil euros cobrados indebidamente por la UGT; y aun
queda. No es fácil caer tan bajo, acumular tanto descrédito, derrochar tanto
cinismo pidiendo cuentas a los demás pero negándose a ellos a ser
transparentes.
Durante la
transición -y naturalmente en el final del franquismo- los sindicatos jugaron
un papel fundamental demostrando una responsabilidad ejemplar. Después llegó un
tiempo de evolución porque la "famélica legión" de las masas trabajadoras se
había convertido en una clase media libre ya en democracia y con legítimas
aspiraciones de ir subiendo más y más. Fueron los años en los que los
sindicatos pactaban fácilmente con la patronal y ampliaron su apoyo a los trabajadores
promoviendo, por ejemplo cooperativas de viviendas como la tristemente célebre PSV
de la UGT sobre la que alguna vez se tendría que escribir la verdad y quienes
contribuyeron a su fracaso. De vez en cuando una huelga general y poco más. El
sistema funcionaba y en los dos grandes sindicatos, que tenían el monopolio de
la representación de todos nosotros, fluía el dinero con la misma facilidad que
lo hacía en los partidos e incluso mejor porque los sindicatos están a salvo de
cualquier control institucional, son, de alguna forma, intocables y
oficialmente opacos. Pero llegó la crisis y aparecieron los brotes negros
-estos de verdad- de la corrupción de todos y hoy, lamentablemente, la UGT y
CCOO ocupan las portadas de periódicos e informativos. No va a ser fácil -y
menos aun negándose a la autocritica- recuperar el prestigio que empezaron a
perder hace mucho tiempo con tanta subvención, tanta risoterapia y tanto
liberado. Pero así están las cosas y disimular los agujeros negros implicando nada
menos que a Aznar, tampoco parece una gran estrategia.
Ahora el Gobierno
de la Comunidad de Madrid les ha quitado el 90% de las subvenciones para
formación y habrá que oírles. Pero también habrá que oír a las bases de la UGT
de Andalucía "hartos de defender a golfos". Pues eso.