lunes 30 de septiembre de 2013, 12:32h
Resulta
impactante la situación provocada en Catalunya por la deriva de la definición
territorial y dónde ubicarse respecto a España y a nivel internacional.
La
primera observación fue la presencia, muy significativa, en la "sardana
longitudinal" de familias con menores de edad y las respuestas de la mayoría de
entrevistados, argumentando el deseo de independencia en razones puramente
sentimentales. Me recordó aquella observación que, cuando un niño le pregunta a
su padre: ¿cuánto falta para llegar a América?, éste le contesta: calla niño y
sigue nadando. ¿Alguien ha explicado las rutas, etapas, óbices etc... que hay que
atravesar? He visto estos días, una gran abundancia de corazón y sentimiento y
una hipertrofia de la razón, produciendo estreñimiento mental.
Cada
día se habla del" derecho a decidir" o el derecho a consultar. Aquí empieza la
confusión. El primero conlleva una obligación jurídica, por tanto es de
obligado cumplimiento. Sin embargo, una consulta no es vinculante y sus
resultados no son obligatorios. En estos momentos que tanto se apela a la
Constitución, ésta permite, según el artículo 92, que se puedan celebrar
referéndums consultivos. Lo que no cabe en la Constitución, ni en el Derecho
Internacional, es el "derecho a decidir".
Esta
observación sería en el campo jurídico, pero hay cuestiones que son necesarias
plantear antes de lanzarse al agua para ir a Ítaca. La Comisión Europea dice,
que si Catalunya se independiza, puede usar el Euro como moneda, pero no participar
en el Eurogrupo, Banco Central, etc... y por tanto no tendría poder de decisión. Todo
ello, provocaría una devaluación de consecuencias imprevisibles y los bancos
catalanes no tendrían acceso a los mecanismos de distribución de billetes, no
tendrían financiación del BCE y acudir al mercado interbancario sería en
condiciones muy gravosas.
Podríamos
continuar con una gran cantidad de impedimentos legales, racionales o de
convivencia, pero creo que, frente a planteamientos sentimentales y de Fe, poco
puede hacer el racionalismo.
En un
artículo mío, publicado en Diario Crítico el 8 de enero de este mismo año,
titulado "La Silla", pedía una para ver cómo, si no se pone remedio, contemplar
el choque de trenes.
Miguel
Soláns Soteras