miércoles 25 de septiembre de 2013, 10:09h
El enamoramiento es ese estado de imbecilidad transitoria durante el
cual las emociones rigen el desorden mental y son los intestinos quienes
piensan por el cerebro. Del mismo modo hay otros estados de ánimo capaces de
enredar a los más lúcidos. Las pasiones nacionalistas son como la ceguera del
peor enamoramiento, y si alguien ha padecido alguna vez semejante
emborronamiento mental, o ha tenido la desdicha de sufrir los interminables
soliloquios de un amigo enamorado entenderá la impotencia de la razón para
iluminar al obnubilado. Sólo queda esperar la inevitable decepción y minimizar
las consecuencias de las irracionales decisiones tomadas por el trastornado
amigo en su enajenación.
Con esas líneas previas se entenderá mejor la inevitable derrota de la
democracia y la racionalidad, el fracaso de las luces de la igualdad y la
fraternidad en el maelstrom nacionalista extendido por doquier, como un
fantasma recorriendo Europa; si en 1906 se contaban 24 estados soberanos, para
1956 ya eran 34, y en 2006 habían subido hasta 47. Hoy podemos sumar 54
incluyendo la República Turca del Norte de Chipre, Abjasia, Kosovo y Osetia del
Sur. Y el proceso de "fracking" continua imparable. A las tensiones en Cataluña
y Escocia le seguirán otras entre valones y flamencos, o en Euskadi, Bretaña,
Gales o la Padania italiana.
La generalización del fenómeno ha despertado una oleada de estudios
académicos al respecto; las posturas se polarizan entre quienes defienden la
secesión como un derecho de último recurso solo en casos de evidente injusticia
y opresión sobre un territorio, como Constanza Margiotta o Allen Buchanan y
quienes defienden la radical libertad de autodeterminación sin límites de
población o extensión, como Ludwig von Mises, Robert McGee o Murray Rothbard;
éste ultimo llevando el derecho a la autodeterminación y la secesión a sus
lógicas consecuencias; al individuo. Eso plantea la anarquía como forma de
des-organización. Pero la libertad individual para decidir y apartarse del
grupo es también una derrota del sistema democrático, pues la democracia supone
la sumisión del individuo y la minoría a las decisiones de la mayoría.
Así, las secesiones son verdaderas derrotas de la democracia, pues si
el sistema democrático se basa en el derecho a decidir de la mayoría los
nacionalismos pervierten ese derecho al acotarlo a una minoría significada por
algún rasgo étnico o cultural. Esa minoría, privando del derecho al voto a la
mayoría multicultural de ciudadanos de un estado más amplio corrompe tanto el lenguaje
a modo de "neolengua" orwelliana como el sentido del sufragio.
En el primer sentido de capitulación democrática, el supuesto "derecho
a decidir" excluye de esa decisión y del derecho al voto a una amplia mayoría
de conciudadanos por algún detalle menor como el municipio reseñado en el
carnet de identidad. La equiparación con unas elecciones municipales o
autonómicas no se sostiene, pues a ese nivel las decisiones afectan sólo a los
vecinos, cuando en el caso de una secesión afectan a todos, como sucede en unas
elecciones generales, cuando el derecho al voto se extiende también a los
conciudadanos residentes en el extranjero.
En la historia de la democracia contemporánea el derecho al sufragio
ha sido conquistado por diversos sectores antes excluidos del mismo. Las sucesivas
declaraciones de derechos humanos y de los ciudadanos han acompañado de manera
paralela a la progresiva ampliación de ese derecho. Si en un primer momento el
sufragio censitario restringía el voto a los pudientes luego el sistema se
amplió a todos los hombres con independencia de la cuantía de sus rentas. Las sufragistas
lucharon y murieron por conseguir el voto. De restringir a los mayores de 30
años ese derecho se bajó a los 23, luego a los 21 y después a los 18. Y hasta
los países con segregaciones políticas más racistas como los Estados Unidos o
Sudáfrica extendieron el derecho a ser electores y elegibles a blancos y negros
por igual. Y hete aquí a unos nacionalistas ofuscados esgrimiendo su "derecho"
a privar del voto a millones de conciudadanos por motivos tan fútiles como lo
era el color de la piel en Soweto o en los bantustanes, pero insistiendo en
extenderlo dentro de su tribu a los mayores de 16 años. Tal vez porque a esa
edad los enamoramientos causantes de la imbecilidad transitoria son endémicos. Parece
una insensatez casarse a los dieciséis y tampoco deberían decidirse cosas para
toda la vida ni dar el "sí, quiero" en un referéndum bajo los efectos
estupefacientes de una pasión desaforada.
En el segundo sentido referido al "neolenguaje" de Orwell siguen
vigentes las tres consignas del partido impuestas por el Miniver o Ministerio
de la Verdad; la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia
es la fuerza explicadas por Orwell en 1984. Así la reivindicación "democrática"
del supuesto "derecho a decidir" no parece considerar suficiente ejercicio de
esa decisión la libertad ejercida cada cuatro años entre una pluralidad de
opciones incluyendo las independentistas en igualdad de condiciones con el
resto; la derrota de la democracia exige limitar el "derecho a decidir" a dos
posibles respuestas monosilábicas dadas a una pregunta redactada por quienes
son jueces y parte de tan "justo" proceso. Sin apelaciones ni revisión de la
condena a la secesión cada cuatro años.
Continuaremos analizando la inevitable derrota de las luces
democráticas. Pronto estarán cautivas y desarmadas la igualdad y la
fraternidad, y ya se encuentra en busca y captura la libertad de poder votar si
nos convertimos en metecos despojados de los derechos ciudadanos donde antes éramos
uno más dentro de la polis...
Foro asociado a esta noticia:
Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (4)
23941 | B T-M - 25/09/2013 @ 19:21:40 (GMT+1)
Maybe enough to pay a relaxing cup of café con leche at the Plaza Mayor...
23940 | kroker - 25/09/2013 @ 17:49:03 (GMT+1)
Pero...después de pagar el cuantioso sueldo (o soldada que para el caso es lo mismo) al Ilmo. Sr Alcalde de Barcelona, ¿de verdad crees usted que quedaría algo de dinero?
23930 | B T-M - 25/09/2013 @ 15:35:53 (GMT+1)
¿No fue Cicerón quien dijo que debemos ser esclavos de las leyes para poder ser libres? Le agradezco su aportación al tema con la cita de Montesquieu, señor Kroker, le propongo incluir esa idea en el próximo artículo sobre el mismo tema, y luego en virtud de nuestro derecho ilimitado a decidir exigiremos a la Alcaldía de Barcelona una financiación de 25.000 euros para elaborar materiales didácticos con nuestras ideas para que sean debatidas en las aulas por los alumnos catalanes el año entrante. Luego, si quedan algunos euros nos los repartiremos entre todos. ¿Hace?
23925 | kroker - 25/09/2013 @ 13:00:33 (GMT+1)
"No existe tiranía peor, que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia". Esta frase de Montesquieu debería figurar en la entrada de todos los juzgados y de todos los parlamentos del Mundo (más o menos como el "todo por la patria" de los cuarteles españoles), como aviso, advertencia o consejo a todos aquellos encargados de hacer las leyes y aplicarlas. Cuando los derechos conquistados hasta ahora, se ponen en tela de juicio, es conveniente volver a nuestras raíces de la Revolución Francesa. Deciden los ciudadanos de toda la República, no los territorios, ni las élites, ni siquiera una parte de los ciudadanos de ese territorio. La República (en sentido estricto) son las personas.
|
|