jueves 19 de septiembre de 2013, 16:10h
Los políticos le tienen pavor a expresarse
en términos que entienda la mayor parte de la gente que sabe leer y
escribir. Prefieren acudir al eufemismo o al lenguaje tecnificado, como
si eso les diera cierto marchamo de iniciados que pudiera causar un
enorme respeto en los demás, pero lo que causa no es reverencia, sino
que produce un poco de risa. Ya Amando de Miguel, con su fina
sensibilidad ante la aparición de nuevas jergas, nos avisó del
nacimiento del politiqués, una especie de jerigonza entre cultista y
cursi, un entreverado entre el ejecutivo pedante y el presidente de
diputación prosopopéyico. Ahora, con el rimbombante anuncio de la nueva
ley de sostenibilidad de las pensiones, las elocuciones de los políticos
alcanzan grados tan caricaturescos que serán difíciles de olvidar.
Todo ello nace de algo tan razonable como que la gente tarda mucho
tiempo en morirse, lo cual es positivo, pero las arcas de la Seguridad
Social no pueden soportar 100.000 jubilados más al año, sin que aumente
el número de trabajadores cotizantes, y eso es negativo. Esto, que lo
puede entender incluso un niño catalán al que hayan obligado a ir a la
Diada, no se atreven a explicarlo las lumbreras del PP, y cuando les
arrancas la afirmación, como si les arrancaras una muela sin anestesia,
echan mano de la sostenibilidad. Y los del PSOE, que comparten con el PP
el convencimiento de que el electorado carece de inteligencia, sobre
todo cuando no les votan, aprovechan la ocasión -¡ellos, que congelaron
las pensiones!- para denunciar esta irritante anfibología. Ya nos
advirtió un ministro socialista que había que hacerse un plan de
pensiones privado, si querías hacer tres comidas al día y pagar el
teléfono, pero ahora se ponen muy dignos y dicen que estos de la
anfibología se van a cargar el Estado del Bienestar. Bueno, el Estado
del Bienestar no se lo carga nadie: se va hundiendo en toda Europa, y en
Holanda, que no es sospechosa de estar baja de socialdemocracia, ya han
dicho que hay que revisar el modelo, porque esto no aguanta. Me consta
que la verdad para un político debe de ser tan incómoda como un
solomillo para un vegetariano, pero tendrán que hincarle el diente, y
dejar de pensar que los votantes somos listos para elegir a quien
gobierna, pero tontos cuando los que gobiernan nos hablan.