"Escribidme una carta..."
martes 17 de septiembre de 2013, 11:53h
"Escribidme
una carta, señor cura -Ya sé para quien es- Sabéis porque una noche oscura- nos
visteis juntos. ¿Pues?". Aquellos populares versos podían servir de prólogo a
la carta de Rajoy a Artur Mas, después de conocidas las entrevistas secretas
entre ambos. Pero, en este caso, el colaborador de Rajoy no sería un señor cura
sino el gerente de un supermercado, a juzgar por la referencia al diálogo que
"no tiene fecha de caducidad", giro más propio del comercio al detall que de la
literatura política. Como, también, la referencia a que desatar los vínculos
que unen Cataluña con el resto de España tendría "enormes costes", que es como
decir que estaría algo subido de precio. Es decir, que es una carta prosaica y
meliflua, aunque señala adecuadamente las líneas rojas que no pueden
sobrepasarse.
Lo
único misterioso de tan prudente epístola es porque se esperó para remitirla a
que unos cientos de miles de ciudadanos -según los habituados a recontar
hileras humanas- se dieran la mano cara al litoral mediterráneo para manifestar
su deseo de decidir una separación sin contar con el resto de sus compatriotas.
No debían ser supersticiosos quienes se vistieron de amarillo, color tenido por
gafe desde que Moliere murió sobre un escenario vestido de esta guisa. Pero hay
quien sospecha que la presencia de Joaquín Almunia en Barcelona, unos días
después, es una de las primeras consecuencias de dicha gafancia. No se sabe que
podía esperar Artur Mas del alarde de camisetas, que sumaría menos votos que
los muy menguados que obtuvo en sus últimas elecciones. Ni se sabe porqué los
movilizadores de la clientela separatista, los funcionarios de la burocracia
regional, los pobres niños intoxicados, los "panolis" despistados e incapaces
de calibrar el berenjenal en que se estaban metiendo y hasta algunas vacas
emblematizadas en su lomo, esperaban del día después de la cadeneta en que
conocerían por escrito lo único que se podía contestar a Mas que no se le
hubiese dicho antes en los diálogos en la oscuridad.
A los organizadores de la
cadeneta no se les ocurrió trazarla marcando las deseadas fronteras
territoriales con España y Europa, fuera del espacio de Schengen, con sus
aduaneros, sus policías y sus barreras de sube y baja, sino cara al "Mare
Nostrum", de todos nosotros, aquél espacio azul por donde navegaba el pirata
que cantaba aquello de "Allá batan feroz guerra fieros reyes -por un trozo más
de tierra- que yo tengo aquí por mío- cuanto abarca el mar bravío-a quien nadie
impuso leyes". Quizá pensasen que lo más urgente sería secuestrar las aguas
jurisdiccionales españolas para que sus costas no pudieran ser controladas por
una corbeta enviada desde Cartagena, como la que llevó a Blas de Lezo hasta
Barcelona hace tres siglos. Nuestros cadenistas antes parecían gentes
desorientadas de tierra adentro, en ropa interior, con amarillentas prendas del
doctor Rasurel, que extranjeros en potencia. Pero no se les puede culpar a
ellos del mal gusto indumentario de los diseñadores subvencionados del Agit-Prop
separatista. Unos diseñaron la parafernalia publicitaria y otros pusieron su
presencia corporal, que es lo más importante, para que lo aprecie como un éxito
el ministro Margallo, al parecer más experto en cadenometría que en diplomacia.
El
destinatario de la carta, Artur Mas, no se revistió con aquella ropa interior,
aunque la llevase traicioneramente pegada a su piel. Probablemente es lo
suficientemente perspicaz para presentir que las camisetas amarillas anuncian
el principio de su fin. Si cumple como un señor honorable su doble compromiso
de Presidente de un órgano constitucional y representante del Estado en un
territorio, no convocando una consulta ilegal, perderá, sin duda, el
complemento de votos de Esquerra Republicana que lo mantiene en el cargo,
aunque sin aprobar el Presupuesto. Si incumple la legalidad y toma el camino de
la sedición, incurrirá en la inhabilitación prevista en el artículo 155 de la
Constitución. Si no hace ni una cosa ni otra y convoca elecciones, con la pretensión
de interpretarlas a su gusto en clave plebiscitaria, sabe que perderá más votos
de los que ya perdió en su última convocatoria y que será superado por los
auténticos rupturistas, dispuestos a "estrellarse" con su estrella de cinco
puntas. Una desastrosa gestión de gobierno y una administración en bancarrota
es el bagaje que lleva sobre sus espaldas de perdedor anunciado. El sabe, o
debe saber, que la realidad que ha evidenciado la pasada Diada no es un
"clamor" popular sino el batiburrillo de una sociedad catalana más dividida y
desorientada que nunca.
Se
dice que tanto socialistas como populares son responsables de cesiones ante los
nacionalismos a cambio de apoyos parlamentarios coyunturales. Esto solo es
cierto en parte. Con socialistas y populares, de ayer o de anteayer, los
nacionalistas abusaron de sus escaños sin que nadie se decidiese a frenarlos
con una reforma electoral que evitase dichos abusos. Pero, a cambio, aquellos
nacionalistas de un soberanismo moderado o disimulado, contribuyeron a la
estabilidad del gobierno de todos los españoles, sin tomar la vía radical de la
sedición ni multiplicar las esperpénticas banderas esteladas. Ni Tarradellas,
ni Jordi Pujol, ni Maragall, cuando "estaban en sus trece" se les ocurrió
desbarrar como lo hace Artur Mas en tiempos de Rajoy. No es posible comparar
las actuaciones de Felipe González o José María Aznar frente al Agit-Prop de
Artur Mas, porque ellos no tuvieron en frente a un personaje de tan malas
hechuras. El problema se le plantea a Rajoy cuando, precisamente, este no
depende de los escaños nacionalistas para apuntalar su mayoría absoluta. Por
ello no puede inhibirse ni acobardarse cuando se amenaza con subvertir las
leyes supremas del Estado y está obligado a responder todas las cartas, aunque lo haga con retraso y
con flojedad. Pero su deber no es solo contestar cartas con estilo de gerente
de supermercado sino promover un discurso alternativo en la batalla de las
ideas.
Lo
que hay que recordarle a este o a cualquier gobernante de un cuerpo político es
que las naciones, como cualquier otro organismo vivo, no son un artefacto
inerte y homogéneo que se mantiene automáticamente con simples invocaciones al
legalismo. En el seno de todos los organismos vivos anidan y conviven gérmenes
destructivos o corruptores que deben ser vencidos cada día por las defensas propias
y activas capaces de compensar el equilibrio vital del conjunto. Sean elementos
corrosivos, ávidos de descomponer el mapa ibérico, o elementos anárquicos
ávidos de destrozar el sistema productivo y la economía de mercado, no podemos
conformarnos con lamentar su existencia, porque siempre han existido y
existirán, sino combatirlos y vencerlos, cumpliendo con el espíritu
constitucional, con la herencia histórica y con un proyecto de futuro. La
lealtad constitucional no es un deber demandable en una sola dirección. Tan
concernidos están el presidente de una autonomía como el presidente del
Gobierno de España a cumplir todos sus preceptos, tanto los artículos 1 y 2
como el artículo 155, de recomendable lectura. En este sentido, está en lo
cierto Rajoy cuando menciona en su carta "la corresponsabilidad en las dos
direcciones". La traición puede cometerse por acción o por omisión y no puede
lavarse con el jabón ambiguo de los diálogos en la sombra.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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