Si carecemos de conciencia crítica, las naciones, las
instituciones, los partidos, todos nosotros, valemos muy poco. Me preocupa ese
afán de unanimidad que muestran las formaciones políticas españolas, donde el
que se mueve no sale nunca más en la foto y donde el menor disenso se considera
traición. Sí, por supuesto, pienso en
Esperanza Aguirre, que surge como una
especie de 'pepito grillo' que alza la voz para criticar todo lo
que le parece mal en el Partido Popular. No estoy de acuerdo con muchas de las
cosas que va diciendo la 'lideresa', desde luego; en otras, pienso
que tiene toda la razón. Pero, en cualquier caso, creo que es muy bueno que las
airee, que se debatan e incluso que escuezan. Ojalá hubiese pensado algunas de
las cosas que ahora proclama -apertura de candidaturas, menos diputados
autonómicos, una gobernación más abierta-cuando tenía mayor poder para
cambiarlas. En todo caso, felicidades por seguir pedaleando.
Es el nuestro, ya digo, un país con escasa capacidad de crítica
constructiva. El 'prietas las filas' es el tono dominante en
nuestros páramos, en los que nadie presenta nunca estudios alternativos para la
reflexión y el debate. Por eso, precisamente por eso, creo que debemos acoger
con alborozo hasta esos manifiestos en los que, por ejemplo, algunos ex políticos
que puede que quieran volver a serlo piden reformas parciales, como en la ley
de partidos o en la normativa electoral. Bienvenidos sean tales tímidos
intentos, incluso, ya digo, aunque el ánimo que los inspira no sea únicamente
regeneracionista. Al final, la ambición y el afán de 'vendetta'
también pueden ser elementos motores de la humanidad y, de hecho, lo son en
este secarral nuestro, habitualmente tan poco altruista.
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