Vuelta ciclista
Mollema gana por sorpresa en Burgos al borde de la meta
miércoles 11 de septiembre de 2013, 20:10h
La víspera de la entrada al "infierno del
norte" no cambió la general de la Vuelta y los favoritos hubieron de
esforzarse ante la batalla que les espera, sin embargo alteró la lógica
con la victoria al esprìn en la decimoséptima etapa del holandés Bauke
Mollema (Belkin), un escalador que quitó la cartera a los velocistas con
un postrero ataque cerca de la meta.
La evolución humana se explica en Burgos con
los hallazgos paleontológicos de Atapuerca, un tesoro para la Humanidad.
Y la evolución de un escalador como Mollema para ganar al esprín en la
ciudad castellana tal vez tenga más difícil explicación.
Pero el
holandés ganó, y muy bien además; con sentido de la anticipación,
inteligencia y fuerza para mantener un puñado de metros cuando ya estaba
desatado el esprín. Levantó los brazos por primera vez en la Vuelta por
delante del noruego Boasson Hagen (Sky) y del argentino Maximiliano
Richeze (Lampre). Ambos deberán estar aún buscando una explicación.
No llegaron con el mismo tiempo todos los que estaban porque los
abanicos provocados por el Saxo a 30 de meta dividieron el pelotón en
dos grupos. El primero con Nibali y sus rivales directos. En el segundo
quedaron atascados el italiano Pozzovivo y el francés Pinot, ambos del
"top ten". Llegaron a 1.31 minutos.
Una jornada "estresante y
súper rápida", que decía Purito, de las llamadas de transición. Hubo
sustos con los cortes, pero los gallos entrarán en al tríptico del norte
de Peña Cabarga, Naranco y Angliru en sus marcas. Nibali aventaja en 28
segundos a Horner, 1.14 minutos a Valverde y 2.29 a Purito.
La
jornada, de 189 kilómetros entre Calahorra y Burgos, tuvo la lógica
inicial de una escapada con licencia para rodar pero no para llegar.
Aramendía (Caja Rural), fugitivo del pelotón, y el australiano Adam
Hansen, un fondista que está a punto de repetir el triplete
Giro-Tour-Vuelta por segundo año consecutivo lo comprobaron cuando la
marabunta los absorbió a 21 kilómetros de la capital castellana.
Tampoco resultó ilógico que se formaran abanicos. El fuerte viento
lateral le dio una idea al Saxo, como ya hizo en el Tour, el día que
Froome las pasó canutas. Los efectos no fueron letales para nadie, pero
animó el cotarro hasta el siguiente aliciente del día.
Se trataba
del ascenso al Castillo de Burgos, un repecho estrecho y adoquinado que
tampoco hizo daño. Por si acaso se marcaron el Astana y el Katusha en
cabeza. Nadie se movió. El italiano Ulissi quiso solucionar la etapa con
antelación, aunque la suerte estaba echada para la llegada masiva.
Una ocasión de oro para los pocos velocistas que quedan: Boasson,
Farrar, Bole .... Pero en esto llegó Mollema para salir como un obús
entre la jauría a 500 metros de la pancarta. Sorprendente. ¿Dónde va
ese?, se preguntaría más de uno. Pues a ganar la etapa. La primera en
una grande para la eterna esperanza del ciclismo holandés.
Un
corredor que fue al Tour a por la general. Estuvo en el podio unos días y
acabó sexto. Suspenso. Vino a la Vuelta con el mismo objetivo y volvió a
fracasar. "No esperaba que esta fuera mi oportunidad", reconocía el
holandés nacido hace 26 años en Groninga.
Mollema maquilla la
temporada y une la victoria en Burgos a la que obtuvo en la Vuelta a
Suiza, pero en su país le piden el podio en el Tour porque desde hace 23
años, con Breukink, no se ve a un holandés entre los mejores.
Se
trata de un ciclista que empezó a competir con 18 años porque prefería
el fútbol y el atletismo, pero su abuelo, que trabajaba en una fábrica
de bicis le regaló una, y con ella iba al colegio. Más tarde Mollema
despertó grandes expectativas ganando el Tour del Porvenir en 2007. En
Burgos nació su vocación de esprínter.
La Vuelta entra en
territorio decisivo. Para empezar el tríptico del norte la decimoctava
etapa entre Burgos y Peña Cabarga. Final en alto con un ascenso de 5,9
kms al 9,2 por ciento y rampas del 20. Los grandes tienen que hablar.