Los
supersticiosos habrán tenido materia para la reflexión. Los alarmistas, para
poner el grito en el cielo. Los graciosos, para hacer chistes (hay que ver cómo
se pusieron las redes sociales). Los prácticos, para reflexionar que hay que
acudir con paraguas a todas partes, ahora que llega el otoño. Y todos, todos,
hemos tenido ocasión de hacernos lenguas acerca de cómo ha comenzado, de mal (y
de tarde) el curso parlamentario. Decir que este inicio ha quedado aguado por
los acontecimientos de este miércoles, a las nueve de la mañana, cuando ya el
presidente de la Cámara Baja,
Jesús Posada, se disponía a iniciar la sesión de control parlamentario en la
que Mariano Rajoy debía responder a algunas preguntas sobre la corrupción, es
unirse al concurso de gracietas que jalonaron los históricos momentos que paso
a narrarles.
Justo
cuando Posada se asentaba en su sillón presidencial, se abrieron los cielos y
una tromba de agua se precipitó sobre la recién remodelada techumbre del
Congreso de los Diputados. Mal remodelada, a lo que se ve, pese al coste de
cuatro millones y medio de las obras, que llevan casi cuatro meses, sobre la
egregia edificación. Porque más que goteras, lo que cayó sobre algunos escaños
-sobre todo, mire usted, los de Izquierda Unida-- y en la tribuna de prensa fue
una auténtica catarata de agua, que obligó a aplazar dos horas el inicio de la
sesión, provocó la desbandada de Sus Señorías y las coñas marineras glosando el
diluvio publicadas en Twitter y compañía. Y, claro,la riada parlamentaria dejó
en todos los estómagos una sensación de que, aquí y ahora, parece que todo lo
que puede salir mal, sale mal. Para colmo, una delegación de parlamentarios
orientales asistía, con la consiguiente impavidez oriental, desde la tribuna de
invitados, al inédito hecho: así las cosas y el escenario, ¿cómo no rememorar,
para colmo, recientes desgracias olímpicas?.
Claro
que esto que usted cuenta, me dirá el avisado lector, es lo anecdótico. De acuerdo,
pero a veces sucede que la anécdota refleja la categoría. Porque, por si fuera
poco, en el ánimo de los húmedos parlamentarios pesaba el hecho de que era la
jornada de la Diada
-ausencias de algunas Señorías implicadas en la cadena independentista--, el
día siguiente a la peculiar 'imputación' -o no...-de
Chaves y
Griñán por lo de
los ERE y también la jornada posterior a la revelación de que no solamente los
discos duros de Bárcenas se habían destruido, sino que se hizo lo mismo con sus
agendas de visitas. Súmese todo ello y se tendrá un panorama completo del clima
que enmarcó retorno de vacaciones a sus escaños de unos parlamentarios que
prefirieron tomárselo a broma y se invitaban unos a otros a una 'relaxing cup
of café con leche'. Qué país, madre mía.
>>
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>