El silencio de Rajoy ante la Diada
martes 10 de septiembre de 2013, 16:20h
La cadena humana favorable a la
independencia de Cataluña convierte la "Diada" del 11 de Septiembre en
un hecho político de primera magnitud. En alguna medida, es el penúltimo
eslabón de algo que se empezó a escenificar hace ahora 37 años, cuando
se celebró en Sant Boi la primera "Diada" autorizada. En aquella ocasión
bajo el lema "Llibertat". Amnistía y Estatut de Autonomía". Miquel Roca
y Jordi Carbonell fueron dos de los oradores de un acto retransmitido
por Radio Barcelona con "bucle" (sonido vivo diferido unos segundos).
Una generación después, el lema ha pasado a ser la reclamación de la
independencia. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Hay quien señala que el
origen del innegable crecimiento del número de partidarios de la
separación hay que buscarlo en los planes educativos. Haber dejado tan
formidable instrumento en mano de las comunidades autónomas (en el caso
de Cataluña gobernada ininterrumpidamente durante más de 20 años por los
nacionalistas de CiU), habría sido un error capital. La inmersión
lingüística -imposición del catalán relegando al castellano a una
posición ancilar-, habría sido determinante a la hora de establecer un
proyecto de "conciencia nacional". Lo que los nacionalistas denominan el
"sentido de pertenencia a un país". Los planes escolares, unidos al
control de la televisión y la radio autonómicas, habría facilitado la
"lluvia fina" que al cabo de una generación, desde el punto de vista de
la actitud de los ciudadanos, desemboca en la cadena humana de la
"Diada" de éste año. Por el camino, habían pasado otras muchas cosas: a
favor de una Ley Electoral que sobredimensiona la representación
parlamentaria de los nacionalistas, CiU (Jordi Pujol), pactando con
socialistas y populares, fue culminando objetivos. Del PSOE obtuvo vía
libre a la inmersión lingüística (Felipe González) y a la modificación
del Estatut" (Zapatero). Con Aznar, amén de generosa financiación,
consiguieron rebajar el rango de los delegados del Gobierno. Todo esto
-por decirlo en corto- desembocó en la del pasado 23 de enero en el
Parlament de Cataluña en lo más próximo a una declaración de soberanía
al definir y a aprobar un "poder constituyente catalán" al margen de la
Constitución Española.
Ya ahí estamos. Está claro que Artur Mas ante la evidencia del
descontento social provocado por sus políticas de ajustes y recortes,
optó por un objetivo de sustitución potenciando y asumiendo hasta sus
últimas consecuencias el proyecto independentista. Sí se habla de
independencia se deja de hablar del paro, del cierre de consultas, de
las listas de espera, de los atrasos en el pago de salarios, etc.
Llegados a este punto, la pregunta es: ¿qué hacemos? ¿Qué hace el
Gobierno que preside Mariano Rajoy? ¿Recordar que está vigente el
Artículo 155 de la Carta Magna y, si Mas se atreve a convocar un
referéndum, suspender la autonomía de Cataluña? ¿Negociar, como se nos
dice que está haciendo en secreto? Pero, ¿negociar qué? ¿La autorización
de una consulta que si se hace al margen de lo establecido en la
Constitución sería ilegal? Ahí estamos. Gobernar es decidir. A veces hay
que optar entre dos males. Ese es el desafío y la responsabilidad de
Mariano Rajoy. Tengo para mi que en éste asunto, los ciudadanos esperan
de él algo más que silencios.