Decir que en
el avión (más de uno, por cierto) en el que regresaba el séquito oficial que acudió
a Buenos Aires para impulsar la candidatura olímpica de Madrid las caras eran,
cuando menos, largas, es, por supuesto, un tópico. Como seguramente lo es
pensar que los inquilinos del aparato pudiesen albergar cualquier espíritu de
enmienda, porque, sospecho, 'alguien' no está sacando las
conclusiones correctas sobre las razones del varapalo olímpico.
El avión de
regreso de Buenos Aires, en el que tanto vip que viajó innecesariamente se
trasladaba de vuelta, es una especie de compendio de los males nacionales. Y
también, por qué no, de algunos bienes. Hacer más de lo mismo -y los
japoneses demostraron que el proyecto español era eso: lo de siempre, aunque
mejorado-ya no tiene sentido. España necesita innovación y renovación y
ya se ha dicho muchas veces que la economía es, en el fondo, política. Como el
deporte. O como todo, porque la administración de la cosa que es de todos, es
decir la política, impregna cualquier actividad humana.
Ha sido,
pues, político, y no deportivo, nuestro fracaso. Si no hubiese estado el
Príncipe, a saber con qué sabor de boca hubiese regresado la delegación
española. A estas alturas, un primer ministro no puede acudir a una cita que
está siendo televisada para cientos de millones de personas leyendo un papel,
sin dar otra cosa que cifras archisabidas: ni una idea grande, atractiva,
revolucionaria, ni en español ni en inglés. Tengo la impresión, aunque vaya
usted a saber si tengo razón, de que España es percibida por esos delegados del
COI -algunos tan poco idóneos, dicho sea de paso-como un país poco
de fiar; a saber cuánta influencia habrán tenido en el revolcón cierto preso de
Soto del Real, ciertos pícaros del sindicalismo andaluz, ciertos falsos
estadistas que se esconden como el avestruz en lugar de pelear, cara a cara, como
leones.
Tocaría,
ahora, remontar el vuelo a base de decir que, ya que no es posible
'Madrid 2020', vamos a hacer 'España 2020'. Regenerar
mensajes políticos, inversiones educativas y culturales, cambiar la manera de
comunicarse con el ciudadano y olvidar el desprecio oficial a la hora de
recibir los mensajes de la ciudadanía.
¿Es posible
aún remontar ese vuelo y llegar a esa España 2020 mucho más moderna, renovada,
en la que los españoles nos sintamos más felices de serlo? No será, desde
luego, en ese vuelo Buenos Aires-Madrid en el que, por lo que se percibe,
empiece la remontada.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>